El Mundo Primera Edición

«No cambiaría mis títulos por haber recibido más amor siendo niño»

Su palmarés le coloca entre los más grandes del deporte español y su carácter, entre los más controvert­idos. La retirada le ha calmado y es un tipo reflexivo que está recuperand­o su vida: “Me toca divertirme”

- JORGE LORENZO POR IÑAKO DÍAZ-GUERRA P. R. P. R. P. R. P. R. P. R.

Desde su retirada, en 2019, Jorge Lorenzo (Palma, 1987) se ha dedicado a recuperar el tiempo perdido. A vivir. No es poca la deuda que tiene consigo mismo quien con tres años se subió por primera vez a una moto y con 15 se instaló en la burbuja del Mundial de motociclis­mo. «La gente me decía que me iba a aburrir, pero yo tenía claro que no iba a ser así. Llevo cuatro años pasándomel­o en grande. Nada más retirarme me fui a Bali, de allí a Tulum y ya no he parado. Siempre con amigos y con la diversión como objetivo», explica el cinco veces campeón del Mundo (tres en MotoGP y dos en 250cc) y actual comentaris­ta de DAZN, que ha detenido en Madrid su vida de trotamundo­s (reside en Lugano, pero pasa épocas en Londres y Dubai) para presentar un acto de Carfax, la empresa de historiale­s de vehículos de segunda mano de la que es embajador.

Pregunta. ¿Se idealiza la vida del deportista profesiona­l?

Respuesta. La gente ve el podio, el champán, las entrevista­s y, en nuestro caso que todavía no está prohibido, las chicas que aguantan el paraguas. No ven el esfuerzo y la dedicación constante. Antes los pilotos no eran los atletas que hemos sido nosotros, los veías fumando y no tocaban el gimnasio, pero ahora solo hay que ver a Marc Márquez, que está fibrado como Bruce Lee. Como decía Julio Iglesias, yo soy mucho más que talento, soy disciplina.

P. Está mucho más simpático desde que se bajó de la moto.

R. Es posible. Los años de experienci­a te van haciendo diferente y te vas volviendo más empático. Además, he ido aprendiend­o a expresarme mejor y me siento más seguro. Pero, sí, lo que más influye es que no tengo la presión y el nerviosism­o constantes de cuando corría. Estoy más relajado y eso la gente lo nota.

P. ¿Qué le da la velocidad para que, incluso en esta etapa lúdica de tu vida, siga corriendo, ahora en coches?

R. Siempre he sido muy competitiv­o. De niño me inventaba siempre juegos para ganar a mis amigos en el recreo. Saltar, correr, lo que fuera, pero me los tomaba muy en serio. Y eso lo he arrastrado siempre. No soy un piloto que ame ir en moto, lo que me encanta es ganar y tener éxito en la vida. La moto, para mí, era una herramient­a para lograr esas dos cosas. Y me fue bien. Más que bien, en realidad. Fui uno entre 10.000.

¿En qué se piensa a 350 por hora? Hay una frase muy buena que dice que uno tiene que ser científico en el estudio y artista en el momento. Yo era metódico en el entrenamie­nto, pero cuando estaba subido a la moto me dejaba guiar por mi instinto. Entraba en trance. Con las pulsacione­s a 180 y Rossi o Márquez persiguién­dote, pensar no es una opción. ¿Y cómo convivía con el miedo? Hasta el piloto más valiente siente miedo a morir, pero no puedes tener un temor continuo porque te paraliza y te hace peor. El miedo está ahí. Lo asumes, lo respetas, pero no te obsesionas. Yo he sentido miedo real sólo dos o tres veces en mi carrera. ¿Las recuerda?

Sobre todo, una. En 2008, llegué de rookie a MotoGP y conseguí la pole en las tres primeras carreras. Gané la tercera e hice podio en las tres, pero en la cuarta, en China, salí volando y me rompí los dos tobillos. Aun así, corrí y me caí también en las tres siguientes. La última, en Montmeló, dándome en la cabeza varias veces y perdiendo la memoria y el conocimien­to. En el hospital pensé: «Si sigo por este camino, me voy a matar» La idea de la retirada con 20 años rondó verdaderam­ente por mi cabeza.

P. A los tres años, su padre le fabricó su primera moto.

R. Mi primera carrera fue también con tres años, de forma ilegal, sin licencia, porque fuimos a esa carrera sólo para verla, pero por casualidad llevamos la moto y le di pena al organizado­r. Con cinco años, empecé a correr de forma habitual y con 15 años y un día ya era profesiona­l. De hecho, tengo el récord de precocidad en el Mundial, que ya no se va a batir porque han subido el límite.

¿Cuál fue su primera caída seria? Con diez años me fracturé la clavícula por primera vez. Luego llegaron siete más. Corría en 80cc de motocross y mi padre me compró una moto nueva. En aquella época todo el dinero que ganaba la familia lo invertía en mi carrera y, de camino al circuito, me dijo: «Giorgio, nos ha costado mucho dinero. Hoy es un día de disfrutar, ve con cuidado». Me estuvo dando la chapa dos horas, pero al rato ya

estaba picado con un hombre de 35 años con una 250cc. Me caí en una bajada, destrocé la moto y me rompí la clavícula. Con 10 años. Es una locura.

P. ¿Cómo ve la polémica sobre la precocidad en el motociclis­mo?

R. Cuando estás dentro, esa es la cultura que hay y la forma de llegar, pero viéndolo desde fuera… Dejar a un chaval de 13 años ir a 200 por hora, cuando aún no tiene conciencia del riesgo en que está poniendo su vida, es delicado, es insensato y entiendo que se cuestione. A mí me salió bien, pero si te sale mal, la familia puede sufrir muchísimo y no perdonárse­lo.

P. Usted llevaba la gasolina en los genes. Su padre, Chicho, sigue formando pilotos, y su madre, María Guerrero, llegó a competir.

R. De hecho, se conocieron trabajando en una mensajería. Los dos repartían paquetes con una Vespino.

P. ¿El objetivo fue siempre convertirl­e en profesiona­l?

R. La ambición era esa, pero éramos consciente­s de que iba a ser muy difícil. Como te he dicho antes, soy uno entre 10.000 de todos los españoles que van en moto y sueñan con competir. Mi padre tenía una pista de karts en el descampado de un parque acuático y, cuando cerraba, me ponía a entrenar. Cuando tenía seis años, me vio pilotar mi minimoto y dijo: «Si es capaz de llevar igual una 500cc, va a ser campeón del mundo». Siempre tuvo ojo.

La relación de Jorge con su padre es ahora inexistent­e. Nada más alcanzar la mayoría de edad decidió apartarse de él. Era la segunda decisión traumática que afrontaba siendo un crío, pues con 10 años tuvo que elegir en el divorcio de sus padres y se quedó con Chicho«parasercam­peón». Aún habría una tercera recién cumplidos los 21, cuando rompió con Dani Amatriain, el mánager al que fio su carrera tras su padre, debido a la adicción de éste a la cocaína [ya superada]. «Tuve que enfrentarm­e a decisiones muy difíciles que un chico de mi edad no debería tomar, pero la vida salió así, lo hice y acerté», reflexiona.

P. ¿Qué sucedió para romper con un padre?

R. Mi padre era una persona muy inteligent­e, pero que siempre tuvo un carácter muy duro, de sargento. Era como el típico entrenador soviético que hemos visto con las niñas en natación o gimnasia. Fue un pionero al utilizar la disciplina en el motociclis­mo, pero no entendía que había límites. Me llegó a tirar piedras cuando no me salía un ejercicio o no le gustaba algo. Yo me escapaba corriendo y cubriéndom­e la cabeza con los brazos. Cuando perdía la paciencia era capaz de cualquier cosa. P. Y en cuanto pudo, salió de ahí. R. Claro, no era sano y no lo soportaba. La situación era insostenib­le, nos matábamos cada día y decidí cortar totalmente, pero la contradicc­ión es que si él hubiera sido más blando, yo no habría conseguido todo lo que conseguí. Es extraño. Él me metió en este mundo y me inculcó la disciplina que me hizo campeón, pero a cambio no recibí el cariño que tienen los demás niños. Fue una mala infancia, pero la realidad es que no cambiaría mis títulos mundiales por haber recibido más amor y otra educación. Lo hecho, hecho está.

P. Tuvo varias rivalidade­s fuertes, pero ninguna como con Dani Pedrosa.

R. Es la enemistad más extrema que he vivido, fue tremendo. Ni siquiera fue por un hecho concreto, sencillame­nte a mí no me gustaba él, a él no le gustaba yo y no lo disimulába­mos. Era una rivalidad que se trasladó a los aficionado­s y a la prensa, había pedrosista­s y lorenzista­s. Además, la cosa fue a peor porque nuestros managers en aquella época, Amatriain y Alberto Puig, no se podían ni ver y echaban más gasolina al fuego. La cosa fue subiendo hasta límites insospecha­dos.

P. Y tanto. En 2008, el rey Juan Carlos les forzó a darse la mano en público en Jerez.

R. No sirvió de nada. Ni nos miramos y seguimos odiándonos igual. No nos dirigimos la palabra hasta un par de años después. Por suerte, maduramos, la relación se calmó, empezamos a respetarno­s y ahora nos llevamos bien. Nos hemos hecho mayores [risas].

P. En aquella guerra, usted era el malo.

R. Prefiero pensar que el rebelde, pero es cierto. Nunca me ha gustado la falsedad ni intentar agradar a la gente, porque siempre he admirado a los personajes auténticos: Eric Cantona, Max Biaggi, Mourinho…Comoellos, tengo mucha personalid­ad y digo la verdad sin miedo a las consecuenc­ias. Me trajo bastantes problemas, perdí muchos sponsors y no era el prototipo de deportista popular en ese momento, pero ese era yo y así me veía la gente. Detesto la corrección política que nos rodea ahora.

P. En 2003 se le criticó por un vídeo publicitar­io en el que enseñaba su mansión llena de mujeres en bikini. ¿Lo volvería a hacer?

R. En España no se esconde la envidia. Ese vídeo lo haces en Estados Unidos y no pasa nada, pero en aquí te señalan por presumir o por machista a pesar de que a mucha gente que lo criticaba le hubiera encantado disfrutar de una casa así y una compañía así. Lo que pasa es que no lo dicen porque no están dispuestos a afrontar las consecuenc­ias. Yo sí. P. Su otro enemigo íntimo fue Rossi. R. El tema con Valentino es que nunca quiso un piloto joven en su equipo. Desde que llegué estaba tenso y en 2010 dio un ultimátum a Yamaha: «Lorenzo o yo». Lo que no esperaba es que le dijeran que no iban a prescindir de mí. Eso le dolió en el orgullo y se largó a Ducati. Le salió mal. Cuando regresó con el rabo entre las piernas, seguía picado por aquello y fue a peor hasta desembocar en todo lo que pasó en 2015.

P. Lo que pasó fue que en la penúltima carrera, en Sepang, él lleva cierta ventaja en la clasificac­ión, pero se enzarza con Márquez y, convencido de que Marc le está ayudando, le tira con una patada. Le sancionan con salir último en Valencia y allí remata usted la remontada para ganar su tercer título de MotoGP.

R. Ahí Valentino perdió los papeles y, en un momento de calentura, no gestionó bien la tensión. Son errores que se cometen y ya está.

Ganar un título así, ¿se disfruta más? Lo disfruté increíble. Cada año que pasaba celebraba con más efusividad los buenos resultados porque fui aprendiend­o que no todo era trabajo, que podía disfrutarl­o un poco. Lo peor fue que ni la afición española ni los dirigentes de Yamaha mostraron mucha efusividad, parecía que preferían que ganase Valentino. No me gustó y fue una de las razones por las que decidí cambiar a Ducati.

P. Las cosas no le salen bien allí ni, después, en Honda y se retira en 2019, con sólo 32 años. ¿Se quemó?

R. Sí. En 2019, en Honda, la moto no me daba nada de seguridad. Cada vez que forzaba me caía y, para compensar esa falta de resultados, trabajaba más que nunca. Entonces, me caí en Assen. Me di cuenta de que algo extraño sucedía en mi columna vertebral y, luego, las radiografí­as mostraron el aplastamie­nto de dos vértebras. Ahí me cambió la mentalidad. Nada más levantarme, pensé: «Me quiero retirar». Allí mismo, en esa curva. Lo curioso es que cinco segundos antes mi único objetivo era hacer todo lo necesario para ganar con la Honda, pero algo hizo clic: «Lo dejo o me voy a hacer daño de verdad».

P. ¿Tiene el reconocimi­ento que merece su palmarés?

R. Mi carácter no era el que más simpatía despertaba y el hecho de que Marc Márquez haya conseguido más títulos que yo eclipsa un pelín lo que logré, como es lógico, pero todavía soy más popular que cualquiera de los pilotos actuales. Trabajé muchísimo y lo sacrifiqué todo, pero ha merecido la pena. Tengo talento, tuve suerte y lo conseguí. Eso nadie me lo quita. Ya sabes, uno entre 10.000.

SU PADRE «Me tiraba piedras si no le gustaba algo y yo tenía que huir tapándome la cabeza. Cuando perdía la paciencia era capaz de cualquier cosa»

DANI PEDROSA «El Rey nos forzó a darnos la mano y no sirvió de nada. Seguimos odiándonos igual. Esa enemistad fue extrema »

CARÁCTER «Yo era un rebelde. Nunca soporté la falsedad ni tener que agradar a la gente y eso me trajo problemas»

CARRERA «Como Julio Iglesias, yo soy mucho más que talento, soy disciplina. Soy uno entre 10.000»

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AP Jorge Lorenzo celebra su quinto título mundial, tercero de MotoGP, el 8 de noviembre de 2015 en Cheste.
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