El vudú de la ‘madame’ ‘Mamá Bobby’ con vello púbico
ASÍ OPERABA EN MÁLAGA LA BANDA DE UNA EXPLOTADORA SEXUAL DE NIGERIA QUE TRABAJABA CON BRUJOS
Acaba de ser condenada en su país a siete años de prisión por tráfico de «niñas», a las que traía en patera a través de Libia o Marruecos. Ahora sus dos tratantes aquí, ‘Pat’ y ‘Mamá Tracy’, se sientan en el banquillo. Les piden 99 años. Su método para tenerlas esclavizadas era el vudú
Antes de partir hacia Europa, a aquella joven nigeriana con aspecto de cría la llevaron delante de un brujo. Le dijeron que fuese acompañada de fotos suyas y de imágenes de algún familiar. En aquel extraño lugar, una casucha cochambrosa, le cortaron un mechón de vello púbico y varias uñas de los pies. A otra chica que estaba allí le hicieron beber sangre de una gallina degollada en ese preciso momento. Luego, aquellas dos mujeres prestaron juramento. Si lo rompían, les advirtieron de que podían morir de repente, de que se volverían locas, de que la fatalidad iba a sembrar de dolor la vida de sus seres queridos.
La deuda ya estaba contraída. El viaje hacia el continente más rico del planeta comenzaba. Y con él, un martirio. Lo que no les contaron aquel día es que iban trabajar como prostitutas por las calles de un polígono industrial de Málaga. Debían estar dispuestas las 24 horas al día, los siete días a la semana. Las tratantes que las captaron en Nigeria, con Patricia Igbinovia al frente, a la que apodaban Mamá Bobby, les dijeron que trabajarían limpiando casas o poniendo tintes en una peluquería. «Conozco a una persona que te puede dar una vida mejor en Europa», les dijeron a modo de anzuelo.
Pero aquello era todo una farsa. A una chica, la que contrajo una deuda mayor, de 50.000 euros, la subieron a un coche, la llevaron al aeropuerto de Lagos, le entregaron el pasaporte de una nigeriana que residía en España y que guardaba parecido con ella, y la subieron hasta un avión con destino a Málaga, haciendo escala en Casablanca.
Otras chicas, las que decidieron pagar menos, unos 30.000 euros, vivieron un viaje mucho más tortuoso. Les tocaba la ruta terrestre, la más barata. En Níger las subieron en varias camionetas que se dirigieron hacia Libia. Por el camino, los conductores tuvieron que sobornar a gendarmes y militares. Luego las encerraron durante días en una casa a las afueras de Trípoli. Había que esperar a llenar de tripulantes una patera. Mientras iban llegando mujeres a aquella vivienda, varios hombres les pegaban y las violaban. La otra alternativa, igual de peligrosa, era la de Marruecos, desde donde serían lanzadas a las aguas del Estrecho.
Un día, los miembros de aquella mafia las montaron en una zódiac, sin chalecos salvavidas, sin apenas comida. El piloto que iba al mando de la embarcación les dijo que si alguna moría, tendrían que lanzar al Mediterráneo el cadáver de la compañera. Aquella patera fue rescatada por el servicio marítimo italiano. Algunas de las mujeres nigerianas que iban a bordo contaron después a las autoridades del país transalpino que huían de Nigeria porque habían sido víctimas del grupo terrorista Boko Haram. Estaban bien adoctrinadas.
Cuando las llevaron a un centro de inmigrantes y pudieron hacerse con un teléfono, llamaron al número que habían memorizado al salir de Nigeria o que llevaban apuntado en un papelito que guardaban en el bolsillo del pantalón. La persona que les cogió el teléfono era un hombre nigeriano que residía en Italia. Él las llevó –a algunas, por carretera, en camión, y a otras en tren– hasta Málaga, donde las esperaban Pat y Mamá Tracy, las dos enviadas de Mamá Bobby a Europa. Al llegar a Málaga, las metieron en un piso con varias mujeres más, les retiraron toda la documentación y les recordaron el juramento que habían hecho antes de partir hacia Europa. Había una deuda que saldar. Y tenían que hacerlo trabajando como esclavas sexuales. Si alguna estaba muy delgada, Pat y
Mamá Tracy les hacían engordar antes de lanzarlas a la calle. Todo para agradar al cliente. Hasta que una de esas víctimas de explotación sexual denunció en comisaría. Lo hizo a finales de 2017. Contó el calvario que ella y varias mujeres más de origen nigeriano estaban viviendo. Explicó que temía por su vida.
La Policía Nacional abrió una investigación y llevó a cabo una operación, a la que llamó Reina, a finales del verano de 2018. Liberó a 10 mujeres que estaban siendo obligadas a prostituirse. Se detuvo a 15 personas, entre ellas a Pat y Mamá Tracy. Seis años después, seis de ellas acaban de ir a juicio en la Audiencia Provincial de Málaga. El proceso se celebró los días 24 y 25 de abril. La Fiscalía pidió para Pat y Mamá Tracy un total de 99 años de prisión. Para una solicita 67 años de reclusión penitenciaria. Para la otra, 32. Varias de sus víctimas, que se acogieron a la figura del testigo protegido, comparecieron en su contra durante los dos días de juicio que acogió la Sección Tercera de la Audiencia malagueña.
Uno de los acusados era quien entregaba el dinero en metálico obtenido de la prostitución de las jóvenes a Mamá Bobby. Era su mula. Nunca llevaba más de 10.000 euros. Una cantidad superior tendría que haberla declarado. El fiscal señala que en seis años efectuó 118 viajes en avión a su país. Para él pidió tres años de cárcel y el pago de una multa de 60.000 euros por blanqueo de capitales. Estos acusados no son los únicos que pueden acabar entre rejas.
Mama Bobby ya lo está. Un juzgado nigeriano la condenó a siete años de prisión en enero pasado por enviar a decenas de «niñas» a España para su explotación sexual.
«Una víctima de esta red denunció a través de una ONG, que son pilares esenciales para nosotros en nuestro trabajo. A raíz de su relato, que era creíble totalmente porque se trataba de una mafia de explotación sexual de libro, basada en el vudú, comenzamos a investigar», explica Alberto M., subinspector en la comisaría general de Extranjería y Fronteras. «Comprobamos que la red tenía su rama en Nigeria, donde se captaba a las chicas, y su rama en Europa, donde se les explotaba después. Los miembros de la mafia aquí solían recordarles con mucha frecuencia el juramento que hicieron antes de partir. Era su forma de atemorizarlas».
Un nigeriano era la ‘mula’ entre las tratantes en Europa y su jefa