El Mundo Primera Edición

EL HALO DE VIGO: DOS ASCENSORES Y UN MONUMENTO DEL SIGLO XXI

Arquitectu­ra. Una infraestru­ctura destinada a comunicar la estación de trenes con la ciudad baja se convierte en una gigantesca pieza escultóric­a y en el mirador favorito de la ciudad

- Por Luis Alemany

Fue una obra feliz la construcci­ón de Halo? «Fue una obra modélica porque todas las empresas tuvieron que trabajar mucho y hacer I+D en el terreno. Se entregaron admirablem­ente. Muchas de las cosas que se hicieron en este proyecto se estaban haciendo por primera vez. Y, aun así, hubo algún momento de desesperac­ión. Hubo una noche en la que teníamos que colocar una pieza de 24 metros que pesaba toneladas, y todo eso en altura, con unas grúas enormes. Sólo nos dejaban trabajar por la noche hasta las siete de la mañana porque cerrábamos el tráfico de la AP-9. Y resultaba que la pieza nos daba una desviación de 40 milímetros y que no había manera de corregirla. Empezaron a trabajar los soldadores con frío y con lluvia, con la Guardia Civil y con la Dirección General de Tráfico metiendo presión porque tenían que abrir la autopista... No acabamos hasta las tres de la tarde siguiente pero acabamos».

Puede que muchos vigueses reconozcan aquel día de caos que relata Alexandre Mouriño, del Estudio

AM2, uno de los arquitecto­s responsabl­es de la torre de ascensores Halo que desde hace un mes comunica la parte baja y la parte alta de su ciudad a la altura de la estación de alta velocidad y por encima de la antipática AP-9. 40 milímetros es, más o menos, lo que se desvían las tuercas cuando montamos mal un sofá de Ikea, ¿no? «No había ningún margen de error para nosotros. Al final salió todo bien, por fortuna».

Sobre Halo merece la pena saber que forma parte de Vigo Vertical, un programa de actuacione­s urbanístic­as, de rampas, ascensores y escaleras mecánicas públicas hechas para que los vecinos de barrios contiguos que tenían que dar vueltas de 20 minutos para comunicars­e porque los separan laderas y taludes imposibles, renuncien al coche al moverse por la ciudad. «En Vigo hay calles con pendientes del 16%. La principal arteria, la Gran Vía, tiene una cuesta del 11%», dice el alcalde, Abel Caballero. «Llevamos ya 25 intervenci­ones para facilitar las comunicaci­ones y nos quedan dos kilómetros más por hacer. Todas fueron bien recibidas desde el principio y están siendo usadas masivament­e por los ciudadanos».

La particular­idad de Halo es que lo que debía ser una intervenci­ón estrictame­nte funcional, un pasillo, un par de ascensores y una acera ampliada, se convirtió en algo parecido a un monumento contemporá­neo. O por lo menos, en una invitación a preguntars­e en qué consiste un monumento en 2024. «En el concurso no había nada que invitase a presentar un proyecto más o menos artístico», recuerda Miguel Sacristán, el ingeniero de la firma Arenas que es el coautor del proyecto junto a Mouriño y al arquitecto portugués Jose Carlos Nunes Oliveira (Noarq). «Yo no suelo emplear la palabra monumento pero quiero creer que este edificio tiene una cualidad escultóric­a, que está a medias entre una escultura y una solución de un problema», dice Mouriño. «Y espero que algún día se vea como un edificio que merece la pena proteger como patrimonio».

Abel Caballero también habla de escultura. Compara Halo con el Peine de los Vientos de Chillida en San Sebastián.

Las fotos explican esa cualidad escultóric­a mejor que cualquier texto: Halo sale desde lo alto de una cornisa, de una explanada que viene de la nueva estación de Alta Velocidad, y describe una circunfere­ncia de casi 100 metros de diámetro sobre la autopista. La mitad del paseo está abierta a las vistas hacia el centro de la ciudad y la ría y la otra mitad está cerrada para ofrecer abrigo en los días de lluvia y viento. Hay tres apoyos estructura­les que sostienen el anillo y que descienden 36 metros en su cota más baja. El soporte más alejado de la cornisa parece, de lejos, un gran monolito blanco. En su interior hay dos ascensores que tardan 26 segundos en hacer su viaje y que desembocan en la parte baja de la ciudad, en un barrio de desarrollo relativame­nte reciente y rentas altas. La ciudad de arriba, según explica Mouriño, siempre tuvo menos estatus y estuvo construido de espaldas a las vistas a la ría. «En el fondo, Vigo siempre ha tenido pocos sitios desde los que asomarse de lo alto a la ría porque la ciudad creció de espaldas al mar, como si se avergonzar­a del puerto». Esa es otra carencia que Halo resuelve.

Mouriño cita a su colega Patxi Mangado para explicar su proyecto. «Mangado dice que la arquitectu­ra tiene que ser contextual y que si no, no es arquitectu­ra. Habrá quien piense que Halo no tiene nada que ver con su contexto pero no es así. Cada decisión responde al lugar en el que trabajamos». Como el solar previsto para Halo estaba en el mismo eje que un gran ventanal que abría la estación de trenes a las vistas, el proyecto se desvió unos metros y tomó su forma curva. Como el lado este de la circunfere­ncia quedaba cerca de dos torres de viviendas, su pared exterior se hizo opaca, de manera que los paseantes no se inmiscuyer­an en la intimidad de los vecinos.

Al mismo tiempo, Halo es un objeto que no podría ser más abstracto ni más idealizada­mente blanco. Manuel Sacristán explica que el krion, el material que recubre la fachada, permite un acabado casi perfecto, sin juntas ni ángulos. El usuario de Halo percibe una forma curva perfecta, no un polígono hecho de muchos tramos rectos que acaban por parecerse a una curva. En los vidrios de los ascensores no se ven piezas de carpinterí­a.

Y, por la noche, se encienden las luces del edificio y hacen efectos virgueros, pero casi que da pena que rompan la blancura del conjunto. «El krion también lo hemos elegido porque es muy duradero y requiere poco mantenimie­nto... En total, el proyecto ha costado 13 millones de euros. Hay gente que dice que es mucho, pero a mí me parece increíble lo que se ha conseguido por ese dinero, cómo se ha trabajado para que cada elemento encaje y sea como tiene que ser», dice Sacristán.

Entonces... ¿qué se espera de un monumento en 2024? ¿Que nazca para resolver un problema y después funcione como una obra de arte un poco por casualidad, igual que la gente verdaderam­ente guapa finge que no lo sabe y que no le importa? «Había otra frase de Alejandro de la Sota que decía que había que dar liebre por gato», dice Mouriño. «Si tenemos en cuenta la afluencia de gente, este es el éxito del siglo», termina Abel Caballero.

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JOÃO MORGADO / ATTILIO FIUMARELLA El Halo de Vigo visto desde lo alto de la estación de trenes y por encima de la autopista (en la parte inferior de la foto). El lado abierto mira al centro y el cerrado evita la cercanía con las casas vecinas.
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J. MORGADO / A. FIUMARELLA El interior del Halo, con la terminal de trenes al fondo.

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