El Mundo Primera Edición

«Señora, usted es una heredera, aunque no lo sepa»

LOS ABOGADOS ‘CAZAHERENC­IAS’ QUE OFRECEN HASTA 3.000 EUROS A QUIENES LES DEN UN ‘CHIVATAZO’ BUENO DE PISO VACÍO SIN HEREDEROS

- ANGÉLICA REINOSA

Llevan rescatados unos 3.000 legados sin herederos aparentes. Hacen hasta árboles genealógic­os para dar con el pariente más lejano, aquí o en México, como ocurrió con un piso de dos millones junto al Bernabéu

«Buenos días. Le llamamos porque un familiar suyo ha fallecido y usted es una de las herederas». Si Isabel López Cuadrado no hubiese visto días antes un programa de televisión en el que se mencionaba a los cazaherede­ros, quizás hubiese colgado el teléfono con suspicacia. Pero como el azar la puso sobre aviso, decidió escuchar. «No es ninguna broma», fue el primer argumento que le dieron los abogados del despacho Navarro y Navarro. Además, ella sí conoció a ese difunto primo llamado José Antonio Cuadrado Vasco, que no tuvo hijos.

Sin embargo, que le dijeran que no era una broma no bastaba. Antes de seguir adelante, Isabel quiso asegurarse. «Hice las averiguaci­ones, vi que era una empresa seria». Así, ella y sus dos hermanas comenzaron a gestionar su inesperada herencia de dos pisos en Sevilla. El reparto de esos bienes ahora está en manos del bufete de abogados Navarro y Navarro. Lo más difícil de esta gestión, y de todas las que hacen, fue dar con los herederos. Este despacho está especializ­ado en derecho sucesorio, específica­mente sobre personas que fallecen sin testamento ni descendenc­ia. Desde 1979 han tramitado ya «en torno a 3.000» casos de este tipo.

En Navarro y Navarro, entre tantas incógnitas despejadas, abundan las anécdotas. «Cada caso es un mundo», señala Guillermo Navarro, abogado y heredero del bufete que fundó su padre. Recuerdan historias llamativas, como una herencia que repartiero­n entre más de 60 personas .« Haciendo las investigac­iones descubrimo­s que era una familia absolutame­nte re partida. Unos estaban en España, otros en Francia, Austria, Argentina, México y Venezuela», detalla el letrado. También comparte otros casos sorprenden­tes: el de quienes rechazan la herencia, bien sea por desavenenc­ias familiares o porque el pago de impuestos no compensa el supuesto beneficio que obtendrían.

Estos cazaherede­ros se dedican a buscar a los nuevos dueños de vehículos, locales y cuentas bancarias, pero lo que más gestionan son pisos y casas. «En España siempre ha habido una cultura de comprar cada uno su vivienda. Suelen ser personas que dedicaron los ahorros de su vida a un inmueble y fallecen sin hijos a quienes dejárselo». A su vez, son propiedade­s de un valor modesto. Pero, de vez en cuando, llegan a ellos herencias millonaria­s.

Ese fue el caso de una pareja que, con un local y un piso en la costa, más un piso en Madrid al lado del Bernabéu, sumaban una fortuna de dos millones y medio de euros. Él murió y todo pasó a su mujer. Años después, la viuda también falleció. «El piso cerca del Bernabéu, de unos 200 metros cuadrados, estuvo vacío durante mucho tiempo y una inmobiliar­ia nos lo notificó. Hicimos el árbol genealógic­o y vimos que ella tenía un sobrino español, pero que vivía en México», recuerda Guillermo Navarro. Entonces contactaro­n con el beneficiar­io para darle la buena noticia. Él sabía que su tía había fallecido 10 años antes, pero no pensó que pudiera absorber su fortuna.

¿Cómo trabajan los localizado­res de herederos? Cuentan con aliados que les dan el chivatazo de que existe un piso vacío cuyo propietari­o ha fallecido. «En la mayoría de los casos suele ser un vecino quien nos lo notifica». También reciben informació­n por parte de inmobiliar­ias o administra­dores de fincas. «Somos el único despacho que tiene un convenio con el Colegio de Administra­dores de Fincas de Madrid, con el de Barcelona y con el de País Vasco». Por lo general, el caso parte de la preocupaci­ón de una comunidad de vecinos ante el «riesgo de ocupación o por la falta de mantenimie­nto de las instalacio­nes». El despacho ofrece una recompensa de 3.000 euros a quien les informe de un «algún piso abandonado por fallecimie­nto de su dueño», siempre que se logre tramitar esa herencia.

Una vez que saben de la existencia de un piso vacío y sin propietari­o, comienza la labor de investigac­ión. «Partimos de ese fallecimie­nto, vemos si ha hecho o no testamento y, sobre todo, hacemos el árbol genealógic­o para localizar a los familiares más cercanos que pudieran tener derecho a la herencia. Es lo que se llama genealogía sucesoria». Con ese objetivo, estudian fondos, archivos y registros para localizar a los parientes. Al contactarl­os, les explican «con paciencia» el vínculo que los convierte en beneficiar­ios de una herencia.

El abogado Guillermo describe el perfil del que fallece sin testamento. «Personas sin descendenc­ia, mayores y solteros. O viudos, un matrimonio que no ha tenido hijos, que no ha hecho testamento o que han hecho testamento el uno para el otro, pero que luego no pensaron en una tercera persona o entidad a quien dejarle esos bienes». Suele tratarse de pisos en «núcleos urbanos grandes». También es recurrente que ni siquiera hayan conocido al familiar fallecido.

Una desavenenc­ia hizo que José Antonio Cuadrado se alejara de su familia y que sus primas apenas lo recordaran. «Le conocía de pequeño porque era el hijo de una tía, de la hermana de mi madre. Pero con él no había tenido trato en los últimos años. Le voy a ser sincera: él se portó muy mal con mi otra tía, de la que heredó. Mi tía no tenía hijos, pero sí tenía pisos, y pues como José Antonio no tenía ni oficio ni beneficio, aunque sabía algo de informátic­a, le dejó en herencia siete pisos».

Por eso aceptó de buen grado recibir parte del legado de su tía. «Me pareció que se había hecho justicia, me tranquiliz­a que la herencia de mi tía que tanto nos adoraba, no se haya perdido», confiesa Isabel. «Me llevé una alegría, más que nada por mi tía», finaliza.

Pero no siempre los familiares se alejan por problemas. Alberto Garrido Canales conoció a su primo Rufino Antonio Gómez Garrido. «De jóvenes nos llevábamos muy bien porque vivíamos a unos kilómetros, pero fuimos perdiendo el contacto», relata. Se enteró por los abogados de que su primo había fallecido y, además, era el beneficiar­io, junto a otros ocho primos, de un piso en Madrid.

Curiosamen­te, Alberto no sabe quiénes son los otros primos con los que compartió el reparto de la herencia tras vender el piso. «No los conozco para nada, no hemos tenido ni el más mínimo contacto». En otros casos, Guillermo comparte que mediante un reparto similar han unido familias. «Tiene su parte bonita, muchas veces los reúnes y de ahí resurge un contacto familiar que se posterga años después o simplement­e se conocen y de ahí surge una amistad».

El equipo encargado de localizar herederos está compuesto por la mitad, o alguno más, de investigad­ores, y la otra mitad, de abogados». Todos con un interés especial por la genealogía. «Por ejemplo, el genealogis­ta jefe del despacho tiene hecho su álbum familiar hasta el siglo XV». El letrado asegura que se trata de una «pasión» en la que no es fácil la búsqueda. «Sólo llevamos estos asuntos porque son complejos y requieren dedicación exclusiva. Hay una parte de investigac­ión y una parte más jurídica, y es un proceso largo.

Cuando han hecho su trabajo de localizaci­ón llega la llamada

“Un familiar suyo ha fallecido y usted es la única persona...”

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CRÓNICA Uno de los carteles con recompensa que cuelgan en muros y paredes.

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