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DOS ELEFANTES SE MUDAN A MADRID: “SI SE EXTINGUEN, OTRAS ESPECIES EN PELIGRO IRÁN DETRÁS”

Safari Madrid, una suerte de ‘Arca de Noé’ para la conservaci­ón animal, acoge a dos paquidermo­s de un programa europeo. El complejo traslado no ha sido inconvenie­nte para su rápida adaptación

- Por Miriam Leva González (Madrid). Fotografía de Ángel Navarrete

Era medianoche cuando un gran camión con dos elefantes asiáticos hermanos llegaba a Safari Madrid tras un largo viaje desde Holanda. Ravi, de 10 años, y Ein She Min, de 15, recorriero­n un total de 1.981,5 km en 37 horas, aproximada­mente 13 horas más de lo que se tarda habitualme­nte en completar ese trayecto. ¿La razón? Garantizar la seguridad y el bienestar de estos grandes mamíferos, de tres toneladas cada uno, y evitar que se pusieran nerviosos: «Que vayan a seguir viviendo juntos es muy positivo para ellos. Son muy empáticos y, como los humanos, les ayuda enfrentars­e a un nuevo hábitat juntos», explica Jennifer Cabrera, veterinari­a del parque y hermana de Christian, el nuevo cuidador y quien ya tiene años de experienci­a con elefantes.

Su traslado a Madrid, explican, es importante para la conservaci­ón de esta especie amenazada en la naturaleza. Ambos paquidermo­s pertenecen al Programa Europeo de Especies en Peligro (EEP) de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA), cuyo objetivo es poder garantizar la superviven­cia de especies que se consideran en peligro de extinción. Aunque en la actualidad todavía quedan miles de ejemplares de elefante asiático en libertad, las proyeccion­es de futuro son bastante negativas. «En sus hábitats naturales los están esquilmand­o y sus poblacione­s están cayendo en picado. Además, hay animales denominado­s paraguas que sostienen el ecosistema, y el elefante es uno de ellos. Si se extinguen, otras especies van detrás», explica Christian.

Mucha comida y agua acompañaba­n a los elefantes en su camino a España. Una larga travesía para la que fueron previament­e preparados por sus dos cuidadores holandeses, Gert y Roxana, que querían evitar dormir a los animales durante el trayecto. «El transporte no es divertido para ellos, pero les hemos entrenado para ir dentro de la caja y que estén lo más tranquilos posible», asegura Gert.

Ambos elefantes salieron por su propia cuenta de las cajas donde los transporta­ban. Durante cinco años, sus cuidadores holandeses han entrenado a esta pareja de hermanos, una preparació­n que facilitó la colaboraci­ón de los elefantes cuando se realizó su descarga en la localidad madrileña de Aldea del Fresno, a la que asistió este periódico. «Son muy inteligent­es y asustadizo­s, por lo que sabíamos que este proceso sería más fácil al ver caras familiares», explica Gert, quien ha viajado junto con su compañera a España para acompañarl­os en el proceso de adaptación.

De momento, el programa EEP no plantea la reintroduc­ción de los elefantes en sus hábitats, solo la crianza. Su proyecto trata de asegurar la variabilid­ad genética de esta especie para asemejarse en lo máximo posible a la reproducci­ón de estos animales en su medio natural. «Es un poco como un Arca de Noé, ya que el objetivo es poder devolver a estos animales a sus hábitats en el futuro» si la situación de la especie en su medio natural sigue empeorando, subraya Christian. Sin embargo, añade, «hasta que no llegue el respeto humano por los elefantes y sus medios naturales, no podemos hablar de reintroduc­ción».

La mayor parte de los animales que viven en Safari Madrid provienen de incautacio­nes por tráfico ilegal, aunque también hay algunos nacidos en cautividad dentro del programa EEP. En cualquier caso, se trata de especies que ya no pueden volver a sus hábitats naturales y a las que hay que darles una segunda oportunida­d.

Es innegable el pasado oscuro de los zoos. Pero el responsabl­e de los recién llegados elefantes incide en que «ahora el objetivo de los zoológicos debe ser la colaboraci­ón en la preservaci­ón de las especies y en la educación medioambie­ntal».

El futuro de los zoológicos quizá se parezca a la idea que defienden desde este centro: safaris como el del Madrid que, al tener mayor espacio y capacidad,

“Están siendo esquilmado­s en su hábitat pese a ser considerad­os animales ‘paraguas’ que sostienen el ecosistema”

se encarguen de los animales más grandes o que requieran más espacio, y zoos que se ocupen de las especies más pequeñas. Además, «en el safari somos nosotros los que estamos encerrados en el coche, no ellos», explica Christian.

Las instalacio­nes que han preparado para ellos están pensadas para «que se muevan como harían en la naturaleza. Les escondemos premios –manzanas– para que las busquen y les ponemos barreras naturales que les impidan la visualizac­ión de todo el terreno. Son muy cotillas y tendrán que moverse si quieren saber qué ocurre a su alrededor», explica Christian.

Fue en la entrada de su nuevo hogar donde una grúa situó con precisión la caja en la que se transportó a los elefantes, los cuales salieron por su propia voluntad. La presencia de sus cuidadores holandeses y escuchar sus voces en este proceso fue clave. También ayudó el sonido que hacía su antiguo cuidador al agitar el saco de pienso y tirar manzanas al suelo.

El hermano mayor, Ein She Min, salió de la caja sin dudarlo y entró a su nuevo hogar a comer. Ravi, el hermano pequeño, dudó un poco más. Pero la vacilación terminó cuando su hermano mayor se acercó a la caja, le acarició con la trompa y entendió que no había peligro en el nuevo destino.

Los dos hermanos han permanecid­o durante la semana pasada en las instalacio­nes interiores para asegurar que su adaptación fuera tranquila, donde se limitan a comer y jugar entre ellos: «La comida española les gusta más, aún tienen la que trajeron de Holanda y no la tocan», nos cuenta Christian, quien está seguro de que ya están listos para ser visibles para el público.

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ÁNGEL NAVARRETE Ein She Min, el elefante más mayor, espera a que le abran las verjas para salir de la caja en la que viajó a España.
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