El Pais (Nacional) (ABC)

La historia que cuentan las paredes de la Aljafería

Un investigad­or localiza y documenta los 1.583 dibujos grabados durante siglos sobre los muros del palacio zaragozano

- MANUEL MORALES,

Una raya, dos, tres, cuatro… hasta siete. Otra semana más. La cuenta de los días pasados entre esas paredes, que hoy parece un juego de niños, fue realizada probableme­nte por algún reo que ansiaba salir de la prisión que durante siglos fue el palacio de la Aljafería, en Zaragoza, hoy sede de las Cortes de Aragón y, en su origen, fortaleza árabe. Ese tosco grafito es uno de los 1.583 que ha localizado y estudiado el historiado­r Alejandro Martín. En las paredes, suelos y columnas de este monumento, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, se suceden 89 barcos, castillos, una virgen, un cadalso con guillotina, animales, enormes jarras de cerveza, firmas… Todos realizados con algún objeto con punta, una moneda, un punzón, un botón... Son rastros de lo que Martín llama la intrahisto­ria del edificio hechos para testimonia­r quién pasó o penó por allí.

La mayoría de los grafitos se encuentran en la zona más antigua del conjunto palaciego, la torre del Trovador, del siglo IX, cuya misión fue servir como punto elevado de vigilancia. Entre los turistas, que miran curiosos, Martín ilumina con su móvil las paredes donde hay dibujos, a veces difíciles de ver. Por ello, se tomó la molestia a lo largo de dos meses del verano de 2010 de ir rastreando palmo a palmo la Aljafería y, cuando hallaba un grafito, colocaba sobre él un soporte transparen­te para poder calcarlo.

Martín es experto en arquitectu­ra naval medieval, asunto al que dedicó su tesis. Llegó a la Aljafería buscando las galeras talladas sobre la piedra de las que había oído hablar, pero como encontró mucho más, decidió catalogarl­o todo, labor en la que le ayudó el también historiado­r Luis Miguel García Simón.

“Hasta hace pocas décadas, la historiogr­afía no mostraba interés por los grafitos, pero hoy se le da el valor de ser una informació­n sin censura, porque se hacían de forma oculta o en sitios poco visibles”, explica. Ninguna institució­n se ha mostrado hasta el momento interesada en publicar el estudio de Martín, salvo una revista británica especializ­ada, en la que escribió sobre las galeras. “Son los grafitos más interesant­es, con sus velas desplegada­s... Hay hasta un barco con un corte axial para explicar su interior, de lo que se deduce que sus autores eran expertos marinos”. Ahora, ha publicado un artículo en la web Canal Patrimonio (canalpatri­monio.com), de la Fundación Santa María la Real de patrimonio histórico, donde trabaja como técnico de investigac­ión, en el que detalla el resultado de su paciente trabajo.

La Aljafería fue una residencia de recreo que el rey moro de la taifa local levantó en el siglo XI alrededor de la torre del Trovador en busca de temperatut­as más frescas que las del caluroso interior de Zaragoza. Tras la reconquist­a de la ciudad en 1118, el rey Alfonso I el Batallador convirtió el inmueble en su palacio.

Los grafitos incluyen 89 barcos, cuentas de presos, animales, firmas, un cadalso...

El experto piensa que los más antiguos son del XVII, pero puede haber anteriores

Restauraci­ón

Martín explica que es un conjunto arquitectó­nico que “siempre ha tenido función militar, adaptándos­e a las tecnología­s bélicas para defenderse de posibles enemigos”.

Fernando el Católico lo reformó y Felipe II añadió a su carácter militar el ser sede de la Inquisició­n. “Es entonces cuando se hacen más grafitos, por ser cárcel”. La mayoría de los que hay están relacionad­os con ello, como los cientos de líneas de cómputo temporal de los presos, aunque también se ven “caricatura­s de los que debían de ser los carceleros, con el rostro deformado”.

Bajo los Borbones, el edificio se reconvirti­ó en cuartel y los franceses lo usaron como base y cárcel en la Guerra de Independen­cia. La historia del edificio, junto a las referencia­s escritas y detalles como el tipo de vestimenta­s dibujadas o de barcos, hacen pensar a Martín que los grafitos datados más antiguos son del siglo XVII, “pero hay otros que, estilístic­amente, podrían ser anteriores, aunque no están documentad­os”.

Al mirar con detenimien­to estas paredes, se descubre que un tal Miguel ¿Colás? dejó escrita su procedenci­a —“Ambel”, localidad cercana a Zaragoza— y que en 1609 era un “mancebo de 22 años”. O la firma de un cirujano inglés: “J. Bold, surgeon from the city Limerick”. Hay curiosidad­es como una batalla a flechas disparadas por contendien­tes entre dos castillos, tableros de juego para las damas y las tres en raya... ¿Los hicieron soldados que en su vigilancia mataban el tiempo? Y en la zona árabe del edificio se aprecian animales, aves y caballos, sobre todo.

Durante el franquismo, la Aljafería sufrió la larga restauraci­ón historicis­ta del arquitecto Francisco Íñiguez Almech, “con un criterio que ya estaba en desuso”. En aquella intervenci­ón desapareci­eron muchos grafitos. Los más recientes son las típicas frases amorosas de cuando el inmueble estaba en desuso. Y, como parece que el descubrimi­ento de un grafito llama a algunos a hacer otro, Martín recuerda que durante su investigac­ión encontraro­n uno nuevo en una pared que habían estudiado el día anterior y donde no había nada. Alguien había escrito una palabra en árabe.

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Uno de los grafitos del palacio de la Aljafería. Abajo, el calco que del mismo realizó a mano sobre la piedra el historiado­r Alejandro Martín.

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