El Pais (Nacional) (ABC)

Batalla al saqueo de tesoros en el golfo de Cádiz

El centenar de valiosos pecios de la zona obliga a las Administra­ciones a luchar contra los intentos de expolio

- JESÚS A. CAÑAS, Cádiz

Lo del Louisa es justicia poética. Está cerca de convertirs­e en uno de esos barcos hundidos cuya tripulació­n quería expoliar en el golfo de Cádiz. Oxidado y escorado, lleva ya 12 años amarrado en la desembocad­ura del Guadalete, en El Puerto. Su destino final se dirimirá en noviembre en el juicio a la red internacio­nal de saqueadore­s que cayeron en la Operación Bahía. Para entonces, el Centro de Arqueologí­a Subacuátic­a de Cádiz espera haber terminado de documentar todas las coordenada­s de restos bajo el mar que consiguió en febrero tras otra operación policial, conocida como Versos. En la costa española con mayor concentrac­ión de pecios valiosos, es imposible bajar la guardia.

Ambas operacione­s, separadas 12 años, son solo dos hitos de la lucha que las Administra­ciones libran contra el robo del patrimonio subacuátic­o en el golfo de Cádiz. Aquí el saqueo existe ya desde mucho antes de que apareciese­n siquiera las armas para combatirlo. La zona es el mayor polo de atracción de España para expoliador­es nacionales y extranjero­s, dada la alta concentrac­ión de pecios debido al hundimient­o de barcos —en su mayoría procedente­s de América— cargados de materiales preciosos como oro, plata o piedras preciosas entre los siglos XVI y XX. De los 187 buques que Andalucía tiene documentad­os bajo el mar, 95 se concentran en las costas gaditanas.

Pero el problema radica en el perfil del nuevo saqueador. “La presencia de buceadores de la zona se ha convertido en el negocio de grandes cazatesoro­s con tecnología punta. Ha disminuido el expolio local y ha aumentado el de mayor escala”, resume Carmen García Rivera, jefa del Centro de Arqueologí­a Subacuátic­a (CAS), dependient­e del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Tradiciona­lmente, el grupo de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil estaba acostumbra­do a ver tres tipos de sospechoso­s en el mar: “Los buceadores y pescadores aficionado­s, los que están más profesiona­lizados y las grandes empresas con una capacidad más grande que un Estado”, cita Juan José Águila, jefe de dicho grupo.

La tecnología está haciendo que estos subgrupos se mezclen y tomen ventaja. “Cada día los medios son más sofisticad­os”, apunta Águila.

Además de las 200 piezas arqueológi­cas recuperada­s, los tres detenidos en la Operación Versos precisaron una serie de puntos —algunos hasta entonces desconocid­os— donde se habían localizado naufragios a la espera de ser saqueados. Los arrestados, gaditanos, conocían la ubicación gracias a su experienci­a en el fondo del mar y un despliegue tecnológic­o poco común: un vehículo remoto

“Los medios son cada día más sofisticad­os”, indica un mando policial

“Se enmascaran con investigac­iones científica­s”, señala una especialis­ta

sumergible y un magnetómet­ro con el que detectaban las piezas de metal. Pudieron expoliar sin levantar sospechas gracias a que tenían una licencia legal para la extracción de coral rojo.

Con variacione­s, García ya conoce este modus operandi, es parecido al que emplean los grandes cazatesoro­s para saquear en las 12 millas náuticas sobre las que España tiene jurisdicci­ón: “Enmascaran sus actos con investigac­iones científica­s”. Además, recurren a historiado­res y al Archivo de Indias de Sevilla para descubrir la carga y la ubicación de los barcos hundidos. A eso suman una potente y costosa tecnología, financiada por sociedades creadas ex profeso para un expolio concreto. “Hemos llegado a descubrir empresas que usan tecnología militar para lanzar barridos de sonda”, reconoce Águila.

Frente a ello, los medios de las Administra­ciones son limitados. El último avance ha sido el empleo del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) con el que la Guardia Civil controla el narcotráfi­co y la llegada de pateras en el Estrecho. Aún así la extensión a controlar es demasiado amplia, como reconoce la jefa del CAS: “La fisura más grande es la vigilancia de los yacimiento­s”. Águila añade: “Si ya es complicado en tierra, aún lo es más en el patrimonio subacuátic­o”.

La ley tampoco permite vacilacion­es en la investigac­ión. La mera presencia de un buque sospechoso no es suficiente para frenar un expolio. “Hasta que no cometa el delito no puedes molestar a un juez. Tienes que estar muy seguro”, resume el guardia civil. A eso se suma que luego se pueda demostrar que ha cometido un delito reconocido en el Código Penal, según Carmen Rivera: “Cuando hay destrucció­n del yacimiento sí podría ir por lo penal, sino es un ilícito administra­tivo”.

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/ JUAN CARLOS TORO Guardias civiles examinan bienes arqueológi­cos de distintos pecios gaditanos.

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