El Pais (1a Edicion) (ABC)

“Cantar ya es posicionar­se”

- Largo periodo de gestación

La tarde en que el Congreso empieza a tumbar a Mariano Rajoy, Nacho Vegas (Gijón, 1974) abre un vino blanco en Zascandil, un bar de su ciudad, y se dispone a repartir una dorada a la brasa. No celebra nada, de hecho no sabe lo que está ocurriendo, ni que el presidente se ha encerrado en un reservado de Madrid y Soraya Sáenz de Santamaría ha dejado su bolso en su escaño. Vegas hace un aspaviento: la moción es importante, concede, pero para él más importante­s son las elecciones municipale­s.

“Aquí había un tejido industrial que se destruyó, y un tejido cultural con el que se podía haber creado un universo chulo, pero también se destruyó. Y a la mayoría de mis amigos de aquí, como a la mayoría de los amigos de los demás, los tienes fuera”. Él se quedó: “Por una razón: porque pude decidirlo”.

Madrid le ató con dos relaciones sentimenta­les, relaciones que en gran parte acabaron por la resistenci­a a mudarse. “En Madrid hay algo viciado. Cuando empecé a vivir de la música y a tener un pequeño nombre, empecé a ver cómo gente que antes no me saludaba cambiaba la actitud conmigo yme trataba de otra forma. En Xixón soy Nachín; aquí no te pasan una. Y si se te sube algo, te meten una hostia y te devuelven a tu sitio”.

Vegas está de promoción y saca disco, Violética. Con él da un concierto hoy en Madrid (La Riviera, 21.00). Hace unos meses, comiendo en Sanxenxo (Pontevedra) frente a un paisaje verde con mar de fondo, un extraño día de sol, su figura de negro no desentonab­a. Sí lo hacían sus canciones, que no armonizan con nada, de ahí su chocante belleza y su poder de sugestión: el mundo artístico en el que se desenvuelv­e el músico es tan personal y propio que difícilmen­te crea una comunidad fiel que cante a coro pensando lo mismo. Los que son de Vegas, lo son cada uno a su manera y por motivos diferentes. Violética acentúa esa sensación extranjera de felicidad. “Y así fuimos inventando nuevas formas de respirar / Y así fuimos inventando una nueva manera de imaginar”, canta en Ser árbol, la canción que adelantó el álbum. En el disco conviven sensibilid­ades diferentes producto de un largo período de gestación. Se alojan temas como Aida, dedicada a la militante comunista Aida Lafuente; Crímenes cantados, sobre los centro de internamie­nto de inmigrante­s y la muerte en uno de ellos de Samba Martine y Mohamed Bouderbala, o Desborde. No es, sin embargo, un disco expresamen­te dedicado al combate. “Hace unos años el momento era diferente y se veía un horizonte de cambio que desapareci­ó. Hubo un proceso de desencanto y de desmoviliz­ación. Asaltar los cielos se convirtió en asaltar las institucio­nes, y eso me interesa menos. La política en la que creo está en el activismo, en la calle, en la cultura. En ese sentido, Podemos se parece más a un partido reformista que rupturista”. La calle, dice, la ha movido el feminismo, y si alguien va a liderar un movimiento rupturista en España es el feminismo.

Resituació­n, su anterior disco, salió en 2014. Han pasado cuatro años. En medio ha habido canciones y un poemario, Reanudació­n de las hostilidad­es (Espasa, 2017). “Decía Fernando Alfaro una cosa que me gusta mucho: las canciones son como las malas hierbas, que crecen aunque tú no quieras. Los discos son necesarios no como un fin, sino como un medio. Es mi manera de ordenar la vida, y todas las canciones que surgen alrededor. Las selecciona­s, las reúnes, las ordenas. Y te das cuenta de que tienen algo en común: pertenecen a un tiempo”. ¿A qué era Vegas pertenece Violética? “Aún no lo sé. Pasó mucho tiempo desde el álbum anterior. Tampoco sé cómo será recibido. A la crítica le gusta mucho cargar las tintas sobre algo. Si en un disco hay tres canciones que hablan de política, es un disco político. Si mencionas las drogas, ya es un disco de drogas”, dice citando dos de sus relaciones más públicas, y asunto habitual del que se ocupa, a menudo para saldar cuentas, en sus temas.

Vegas sale del restaurant­e. Pasea por Gijón en dirección a su casa, donde carga la guitarra. Son las siete de la tarde y se dirige a una fiesta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que ha organizado él mismo y donde tocará varios temas. “Me preguntan mucho si me ha pasado factura el compromiso. Es una pregunta que por el hecho de hacerse es inquietant­e: ¿por qué habría de castigarse? Cantar ya es posicionar­se. Con lo que sea. Yo hago las cosas porque siento que debo hacerlas, no pensando que tiene que haber algo a cambio”. Un paso de peatones, un semáforo en rojo. “Lou Reed decía que los discos le servían para recordar qué hacía cada año. Tienen algo de álbum de fotos. Y hay muchos momentos de neblina en el pasado que recuerdo gracias a la música. No tengo ni idea de dónde estaba en 2008, por ejemplo”.

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