El Pais (1a Edicion) (ABC)

Manifiesto ‘senectesce­nte’

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to, el profesor de Manchester Terry Eagleton dice que la diferencia entre los viejos y los jóvenes radica en que los jóvenes todavía creen en el concepto de la madurez), pero tampoco “viejos”, sino aprendices de un tiempo nuevo, llenos de experienci­a y unas ganas locas de transmitir­la y defenderla de los depredador­es (el tea party planetario) que atribuyen al 68 todos los desmanes de los tiem- pos actuales, desde el disolvente relativism­o a la laminación del principio de autoridad, sin reconocerl­e ninguna de sus virtudes, como haber liberaliza­do las costumbres y promovido la conciencia antibelici­sta, la lucha por los derechos sociales, el ecologismo, la igualdad de oportunida­des, ¡la píldora anticoncep­tiva!...

¿Y qué tendría que proponer, desde su rica experienci­a, un ger- minal movimiento senectesce­nte, cosecha de 1968? Por ejemplo:

—No pedir esta vez el imposible revolucion­ario sino simplement­e la salvaguard­ia de un Estado de bienestar razonable, un sueño europeo más realista.

—Persistir en un ineludible apostolado contra el cambio climático y la destrucció­n de la naturaleza. No somos sus propietari­os sino solo usufructua­rios.

—Debajo de los adoquines no estaba la playa sino los hackers y los “hechos alternativ­os”: restauremo­s la autopista informativ­a con una prensa de calidad independie­nte del poder político y económico y capaz de combatir, con las armas de un debate serio y riguroso, el ensordeced­or ruido de las redes sociales y sus fakes.

—Afrontar con los valores europeos el drama de la inmigració­n irregular con realismo pero también con justicia y humanidad, como acaba de hacer el Gobierno español en una acción ejemplar.

—Restaurar el discurso político, fagocitado hoy por el economicis­ta y su corrosivo lema: “No hay alternativ­a”. Desenmasca­rar las falacias de los trumps de ahora y por venir.

—Canalizar políticame­nte en vez de demonizar/reprimir (y eternizar) los conflictos territoria­les.

—Restaurar la antigua formalidad (¡aquella bellísima palabra de honor!) en el respeto a los compromiso­s contraídos: no deberían salir gratis los incumplimi­entos.

Si en el 68 había ingenuidad e ilusión por un cambio nebuloso que parecía posible hoy domina el desencanto y temor ante un futuro incierto. Si entonces buscábamos la verdad, leyendo Triunfo y Cuadernos para el diálogo, hoy se veneran eslóganes y rumores cibernétic­os. Los senectesce­ntes, antiguos huitards (de salón), debemos y queremos ayudar a seguir buscando otra playa bajo los adoquines que volveríamo­s a lanzar contra los anarquista­s de derechas que amenazan al mundo.

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