250.000 profesores para 24.000 plazas
Las oposiciones son una carrera de fondo para muchos interinos. Ven la meta cada dos años, pero a veces es imposible alcanzarla, mientras la rueda del trabajo, la familia y los avatares cotidianos sigue girando. Noelia Morona, de 44 años, se presentó ayer por tercera vez. Llevaba dos años estudiando mientras trabajaba en un instituto de Chinchón y llegó sintiéndose segura al llegar, pero sin dejar de pensar que la oposición es como “la Lotería de Navidad”. Para ella el docente es una figura que “sirve para guiar a los alumnos, para motivarles a que cumplan su sueño, sea cual sea”. Sara Martín, de 28 años, lleva ya cuatro convocatorias y como Morona, habla con verdadera devoción de sus alumnos, con los que tiene “mucha conexión”, y de la labor social de los profesores.
A las puertas, del instituto Jaime Vera era patente la feminización del sector —el 70% de los docentes son mujeres, según datos de 2015 del Ministerio de Educación—, con una amplía mayoría de profesoras y aspirantes a serlo entre los 300 opositores de ese centro. Entre ellas había al menos dos embarazadas, una de ellas en la semana 36. No requirió ninguna atención especial durante los exámenes, pero CC OO exige, según José María Ruiz, “que se tomen medidas extraordinarias para quienes no pueden acudir a las pruebas por este motivo y otros de causa mayor”, como una hospitalización o el fallecimiento de un familiar directo.
Antes de entrar a la primera prueba, en la puerta del instituto, se apuraban cigarros, llamadas, palabras de ánimo a los compañeros de academia y hasta un último repaso a los apuntes. En el descanso, después de tres horas de listening (audio en inglés), comentario de texto y traducciones, las caras de los aspirantes empezaban a encajar aunque la opinión sobre la dificultad del examen era variable. En 15 minutos devoraron bocadillos, agua y más cigarrillos y llamadas antes de afrontar la parte más temida del día, el examen teórico en el que el azar decide los cinco temas entre los que debían desarrollar uno. En las próximas semanas, quienes aprueben tendrán que volver a vérselas con el tribunal y la encerrona. Uno de cada 10 conseguirá la anhelada plaza. “Tendrá que llegar el año”, decía antes de empezar Sara Martín, con un deje entre pesimista y confiada.