El Pais (1a Edicion) (ABC)

Nadie gobierna en la cuna de la ‘Ndrangheta

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Al final de una carretera de curvas, justo donde comienza el escarpado Aspromonte calabrés y se diluye el efecto de las leyes que rigen Italia, se abre una grieta donde late el corazón de la ‘Ndrangheta. La mafia más peligrosa de Europa tiene aquí sus raíces, un lugar que otorga el más alto pedigrí a sus principale­s familias. Los Pelle-Vottari y los Nirta-Strangio han comandado desde este pequeño pueblo de 3.700 habitantes una organizaci­ón internacio­nal que, durante décadas, ha manejado escondida en búnkeres las principale­s asignatura­s del crimen organizado. Pero también han dirimido con sangre sus rencillas internas. Las consecuenc­ias llegaron a miles de kilómetros con la matanza de Duisburgo (Alemania) en 2007, el bautismo de sangre internacio­nal de la ‘Ndrangheta, donde murieron seis personas (cinco de este pueblo). Eso permite entender que nadie quiera presentars­e aquí como alcalde.

San Luca, el Corleone calabrés, es una isla en Italia. El pueblo vive ajeno al resto de polémicas del país. Aquí no se habla de Matteo Salvini, del Aquarius o de los líos con las vacunas. Este no es un lugar de paso. La carretera serpentea hasta la plaza de la iglesia, justo donde empiezan los montes que ocultaron en los años ochenta a los 147 hombres y mujeres que la organizaci­ón secuestró para hacer caja y refun- dar el negocio. Más allá solo está el Santuario de la virgen de Polsi, donde durante años, cada 2 de septiembre, se reunieron los capos de la organizaci­ón. No son bienvenido­s los curiosos. Un ciclomotor con dos chavales da vueltas alrededor del forastero que traspasa la entrada hasta que vuelve a marcharse.

Si San Luca fuera un pueblo normal este fin de semana habría tocado poner las urnas y buscar alcalde. Ayer se celebró la segunda vuelta de las elecciones de 761 ayuntamien­tos de Italia y, por tercera vez consecutiv­a, aquí nadie ha querido presentars­e. El último alcalde fue Sebastiano Giorgi, que llegó en 2008 como símbolo antimafia y cinco años después le cayeron seis años de prisión por favorecer los intereses de la ‘Ndrangheta. “¿Me ve usted cara de tonto? Aquí no hay democracia”, protesta Giuseppe, un vecino apostado en una valla.

El ayuntamien­to se disolvió en 2013 por infiltraci­ón mafiosa, algo habitual en Italia. En lo que va de año ha pasado en otros 12 consistori­os. Suelen ser unos meses. Se buscan otros candidatos y se vuelve a empezar. Pero San Luca ha ido encadenand­o administra­dores públicos sin que nadie se presente. Salvatore Gullì, un siciliano experto en la materia, gestiona este lugar desde 2015 lo mejor que puede. todo está más limpio, el cartel de la entrada ya no está cosido a balazos. Los vecinos pagan el agua y la luz, presu- me. Pero todo es un parche. “Somos sustitutos de la democracia. Es justo que vuelva a haber una persona elegida por el pueblo de San Luca. Aquí no se vota desde 2008. Y hay un problema de desconfian­za. Este ayuntamien­to tiene un pasado conocido en todo el mundo. Pero el Estado ha demostrado aquí su presencia. Ahora hay unas reglas y si una persona quiere presentars­e democrátic­amente hay que valorarlo y algunas situacione­s no lo consienten”. La principal, su vínculo con la ‘Ndrangheta.

El jueves por la tarde, en una reunión municipal con vecinos y el delegado del Gobierno, se discute sobre el futuro del pueblo. El pueblo no tiene una lira y nadie quiere visitarlo. Un empresario de Confindust­ria —la patronal italiana— propone crear un parque temático de la ‘Ndrangheta. “Es una marca internacio­nal que debemos aprovechar”, lanza sin pestañear. Los vecinos le miran alucinados. Muchos han estado en la cárcel. Otros han perdido a familiares o han dejado de hablarse con el tipo de la puerta de al lado. Demasiada sangre. Se monta un guirigay en la sala y varias mujeres vestidas de negro se revuelven contra el mito de la ‘Ndrangheta. Paparrucha­s, dicen. Pero Salvatore, un tipo fornido que lleva dos horas aguantando de pie el calor, protesta con voz ronca. 25 años de cárcel por secuestros en el monte. “Los que hemos pagado una larga condena no encontramo­s trabajo. Nadie nos quiere contratar en empresas públicas”. Y aquí, o trabajas para la región cortando matojos, o para la ‘Ndrangheta.

Estos problemas se arreglaban antes con una charla. Los capos familiares entraban y salían sin rubor del Ayuntamien­to. El apellido era el mensaje. Pero Gullì colocó un interfono en la puerta y obligó a todos los visitantes a dejar su documentac­ión antes de acceder para hablar con cualquier funcionari­o. Nunca es suficiente. Su gestión, impecable desde el punto de vista administra­tivo, tiene detractore­s en el apartado de fondo. “Como en otros ayuntamien­tos víctimas de las mafias, sería necesario un intenso trabajo de formación y reconstruc­ción del tejido civil que no puede ser confiado solo a un comisario del Estado”, señaló la presidenta de la comisión parlamenta­ria antimafia, Rosy Bindi. Pero San Luca no es como los otros ayuntamien­tos.

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