El Pais (1a Edicion) (ABC)

La campaña se mancha de sangre

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Pasadas las siete de la tarde, el calor sofocante de la frontera da un respiro a los vecinos de Piedras Negras. En el patio de la Facultad de Contaduría, un grupo de estudiante­s camina despacio hacia la salida. Son seis aunque hablar, habla una. Se llama Anahí. Así, sin apellidos. Tiene 21 años. Recuerda perfectame­nte el asesinato de Fernando Purón. “Fue ahí”, dice, y mira la entrada, unos candiles sucios, gastados, vacíos, que hay en el suelo. “Mucha gente decía que lo iban a matar”.

Han pasado casi dos semanas del asesinato en Piedras Negras del candidato del PRI Fernando Purón, que aspiraba a un escaño en el Congreso mexicano por el distrito norte del Estado de Coahuila, que suma Piedras Negras y otros seis municipios. El 8 de junio, a la salida del debate con los demás candidatos, un hombre se le acercó por detrás y le pegó un tiro en la nuca. Murió en el acto.

El ataque se produjo a pocos metros de la entrada de la Facultad, no en un camino de tierra, a las afueras de cualquier poblacho; ni en un bar de mala muerte en extrañas circunstan­cias. Ocurrió nada más salir del debate en el auditorio de la facultad. Lo mataron mientras hablaba con un grupo de seguidores, a tres metros de la fiscalía federal, a 50 metros del palacio de Gobierno.

Como ha sucedido a lo largo del proceso electoral, que arrancó en septiembre, su asesinato provocó todo tipo de reacciones y condenas, principalm­ente de sus compañeros de partido, pero también del resto. La campaña continuó como si nada el lunes, con el nombramien­to del sustituto de Purón y la vuelta al trabajo de los otros dos candidatos, Evaristo Lenin Pérez y Claudia Andrade. En los días siguientes fueron asesinados otros tres contendien­tes en Michoacán. La campaña también siguió adelante.

Desde septiembre, 46 candidatos o precandida­tos han sido asesinados en México, según cifras de la consultora Etellekt. Desde hace unos meses, atendiendo a la inédita situación de violencia electoral, Etellekt difunde informes cada pocas semanas, actualizan­do los datos. En el último, que se publica hoy, la consultora compara este proceso electoral con el de 20112012 —las últimas presidenci­ales se celebraron en julio de 2012—. Igual que esta vez, la contienda coincidió entonces con comicios a parlamento­s, alcaldías y otras institucio­nes. Comparados ambos procesos, la diferencia resulta abismal. Si en estos últimos meses México suma 46 asesinatos, en el proceso anterior fue solo uno. Si se tienen en cuenta los asesinatos de políticos en general, el resultado es de 122 en el actual proceso frente a nueve del anterior. El actual sexenio presidenci­al de Enrique Peña Nieto ya se ha convertido en el más violento de la historia reciente del país.

Expertos consultado­s por EL 100.000 habitantes, superior a la media de la región, mayor del pico alcanzado en 2011. Los candidatos a la presidenci­a han evitado detallar sus propuestas en materia de seguridad y, desde luego, ninguno ha planteado un cambio de enfoque, apartado de la lógica policial de los últimos dos Gobiernos. Solo el izquierdis­ta Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, propuso hace meses promover una amnistía para algunos de los presos de estos años. Ante las críticas, López Obrador no ha vuelto a hablar del asunto. PAÍS apuntan que la situación de los candidatos, los asesinatos y la casi nula respuesta a los ataques, ilustra la situación del país. El sociólogo Andreas Schedler toma de punto partida la “negación” ante la violencia, actitud que permite que las cosas sigan como están: “En general, no sabemos quién mata a quién o por qué, pero pensamos que lo sabemos: ‘Fue el narco, fue un ajuste de cuentas’. Ahora, con la violencia política contra los candidatos, se mantiene la opacidad de los hechos. Seguimos, generalmen­te, sin saber quién mata a quién y por qué. Pero además, se nos destruye nuestra claridad imaginaria”.

Alejandro Madrazo, académico experto en la guerra de las drogas, dice: “Descargamo­s la muerte como algo ajeno y esos mecanismos —‘en algo andaba el que mataron’— ya no necesitan pasar por la razón. Si preguntas por un caso específico, la gente dirá: ‘Sí, estaba en eso’. O no. Pero no importa lo que pienses en el caso específico, porque la cultura general ya tiende a explicar la muerte como algo ajeno, algo que no le puede pasar a uno”.

Lenin Pérez cuenta que supo del ataque a Purón apenas diez minutos después de salir del debate. Ese fin de semana suspendió la campaña, que reanudó el martes. El único cambio, tres guardaespa­ldas que ahora le acompañan a todas partes. “Me da la sensación de que los mexicanos empezamos a sentir que esto es normal, pero no es posible que nos estemos acostumbra­ndo a este nivel de violencia”, decía Lenin la pasada semana en Piedras Negras. “Me sorprende que continúe y que los partidos no hayan reaccionad­o. Tampoco la sociedad. Todos asumimos que así es”. Este país lleva diez años de guerra, una guerra que no funciona.

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