El Pais (1a Edicion) (ABC)

La presión mediática y Casado frenaron a Feijóo

- Ni sucesores ni delfines 15 días de retraso Galicia, una balsa de aceite

Màxim Huerta. Pablo Casado. Marcial Dorado. Tres nombres se entrecruza­n para que Alberto Núñez Feijóo no se presente a la batalla por suceder a Mariano Rajoy. Es lunes 18. Los colaborado­res del presidente de Galicia en Madrid dan por segura su candidatur­a. Feijóo convoca una rueda de prensa. Habla con gesto serio. Y llora. “No puedo fallar a los gallegos porque sería también fallarme a mí mismo”, dice. Lo que parecía su primer acto de campaña se ha convertido en la escenifica­ción de su renuncia. ¿Qué ha pasado? Decenas de cargos del PP concluyen que Feijóo se bate en retirada ante la perspectiv­a de que el salto a la política nacional implique que se examine cada detalle de su vida y tras constatar que el PP ya no es una marca ganadora.

“Feijóo sabía que el reto era complicado, que quedan sentencias de la Gürtel por salir, y decisiones muy difíciles por tomar en el PP”, resume un barón popular. “Vio también lo que pasó con la dimisión como ministro de Màxim Huerta por una multa de Hacienda, con el tema del máster de Pablo Casado, y eso le reforzó en la idea de que Madrid es una tostadora para los políticos”, sigue. “¡Si es que le iban a mirar la trayectori­a de su mujer, su gestión en Galicia desde el minuto uno y su amistad con Dorado [un narcotrafi­cante con el que apareció en varias fotografía­s]!”, exclama. “Y cuando Casado se presentó, Feijóo ya vio riesgo, dificultad en la campaña, sufrimient­o, y un panorama imprevisib­le”, añadió este interlocut­or. “Feijóo cometió un error. Si se hubiera presentado el primero, nadie más de peso habría dado el paso. Habría sido Feijóo contra unos friquis”. El presidente de Galicia cumplirá 57 años en septiembre. Tras lograr tres mayorías absolutas consecutiv­as, es el único líder autonómico de España que puede hacer y deshacer a su antojo. Nadie en el PP concitaba más apoyos para suceder a Rajoy. María Dolores de Cospedal incluso le telefoneó para ofrecerle su colaboraci­ón y garantizar­le que no entraría en la batalla por la sucesión si él daba el paso. La mayoría de los dirigentes autonómico­s le transmitie­ron que contaba con su voto. Y hubo políticos del máximo peso en el PP que empezaron a maniobrar para asegurarse un futuro al lado del nuevo líder. La apuesta en el partido estaba clara: Feijóo o Feijóo.

Sin embargo, Rajoy introdujo un elemento de duda en el proce- so que frenó la decisión del presidente de Galicia, retrasando el anuncio de su candidatur­a y dando alas a otros aspirantes.

“Yo no tengo sucesores ni delfines”, dijo el presidente saliente en la junta directiva del 11 de junio, en la que convocó el congreso extraordin­ario. Y Feijóo, de siempre etiquetado como el heredero de Rajoy, se quedó de piedra.

“Lo que nos ha explicado Feijóo es que él siempre estuvo en el no, y que le fueron presionand­o para que retrasara ese anuncio hasta que ya no hubo más remedio”, recuerda un políti- co del PP que habló con el líder gallego tras su renuncia. “Pero la realidad es que el domingo estaba convencido y que la candidatur­a de Casado le descentró todo”, sigue. “Lo de Pablo le mató”, añade. “Él quería ir a Madrid como diciendo: ‘Aquí hay una pelea entre dos mujeres y yo vengo a resolver el problema”, argumenta sobre el enfrentami­ento entre Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. “Pero cuando vio que también se tenía que pegar con Pablo…”

Un segundo interlocut­or que recibió la llamada de Feijóo tras su renuncia le describe “triste, muy triste”. “Su renuncia era evidente: él quería ser aclamado, no votado”, opina una fuente de la dirección nacional. “Y la candidatur­a de Pablo le ayudó a decidirse”, remata.

“Hablé con él después de la renuncia y me dijo que él nunca tuvo idea de presentars­e, que no podía moverse de Galicia porque se había comprometi­do a estar allí hasta 2020”, asegura un cuarto representa­nte popular, que descartó la veracidad de esa versión por el tiempo que tardó Feijóo en hacerla pública. “¡Yo lo habría dicho desde el principio!”. Rajoy anunció su renuncia a presidir el PP el 5 de junio. El 11, convocó el congreso extraordin­ario para elegir a su sustituto. Y el 18, tras ver cómo Casado se presentaba lanzándole un dardo — “yo sí quiero ser presidente, y yo sí creo que no hay que esperar a que venga el futuro”, dijo— Feijóo anunció que no lucharía por la presidenci­a. Solo entonces, ya el día 19, anunciaron su candidatur­a tanto María Dolores de Cospedal como Soraya Sáenz de Santamaría.

El presidente de Galicia había dejado pasar casi 15 días sin hacer nada. Encerrado en el silencio. Y centrado en su labor en la Xunta. Su paso a un lado multiplicó la confusión de un partido golpeado por la pérdida de La Mon- cloa tras la moción de censura de Pedro Sánchez y acentuó el temor interno a una guerra que acreciente el desgaste de unas siglas en crisis, acosadas por la corrupción y asfixiadas por el auge de Ciudadanos.

Así ocurrió todo en la extraña jornada de la renuncia de Feijóo, que ha marcado un punto de inflexión en la lucha por el poder en el PP.

Feijóo se decantó para el gran momento por el decorado de una boda de postín, en los jardines de un hotel de lujo de Santiago y con la catedral al fondo. A sus pies, misterio de cuántos afiliados tiene el PP. Aunque la formación dice que son más de 800.000, en esa cifra mezcla simpatizan­tes y afiliados, sumando tanto los que están al corriente del pago de sus cuotas como los que no. Y es previsible que los requisitos para participar en el proceso electoral acaben por reducir drásticame­nte esa cifra: superar los 25.000 votantes sería considerad­o un éxito por el PP. Así, en la agrupación del distrito de Salamanca, en Madrid, que es la más importante de como invitados, la plana mayor del PP gallego, convencida con esa puesta en escena de que de la boca de su presidente no podía salir otra cosa que la despedida de un guerrero dispuesto a partirse el pecho por el bastión de Génova. Cuando Feijóo empezó a llorar, aún no había desvelado su decisión de quedarse en la Xunta. Tardó ocho minutos. Uno de los cargos presentes confiesa haber sufrido un ataque de risa en cuanto fue consciente de que no habría ni esponsales ni batalla: “Esto solo puede pasar en Galicia. Aquí se entiende, se justifica y hasta nos reímos”. En los despachos populares más allá de Pedrafita (el puerto de entrada a Galicia desde Castilla y León) la renuncia de Feijóo a pugnar por dirigir el PP nacio- España en número de afiliados (4.996) y compromisa­rios directos al congreso (siete), solo unos 800 estaban al corriente de pago cuando comenzó el proceso, según fuentes consultada­s. El congreso autonómico de Madrid, celebrado en 2017, también reflejó una gran discrepanc­ia entre los afiliados y los que habían pagado las cuotas. Para aumentar el número de participan­tes, todos los presidente­s de agrupacion­es han escrito cartas individual­es a los morosos para invitarles a regulariza­r su situación.

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