El Pais (1a Edicion) (ABC)

Recuperar la autopista para evitar muertes

- 70 kilómetros a 11,85 euros

El pasado lunes, Jesús López leyó en este periódico el anuncio por el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, de que el Gobierno liberará los peajes de las autopistas cuya concesión termine entre este año y 2021. La mente de Jesús le llevó a la AP-1 a su paso por Burgos, con un peaje cuya concesión termina este año, un pago que, desde hace décadas, desvía a la carretera nacional a unos 10.000 vehículos al día, más de la mitad de ellos camiones. Tal sobrecarga ha dejado en esta zona una intolerabl­e lista de fallecidos por accidente, entre ellos José Ramón López, hermano de Jesús, quien se mató hace dos años cuando circulaba con su moto entre dos camiones. El día en que el ministro anunciaba el fin del peaje, José Ramón habría cumplido 42 años.

“Lo primero que pensé fue: joder, ¿eran necesarios tantos muertos para tomar esta decisión?”. Jesús se expresa en una cafetería de Burgos con un nudo en la garganta. “Mi hermano no iba rápido nunca, pero en esa carretera no puedes permitirte ni un despiste. Si lo tienes, lo pagas”. Se refiere al tramo de la N-I que discurre entre Burgos y Miranda de Ebro. Apenas 70 kilómetros en los que la Plataforma de Afectados por la N-I, compuesta por vecinos de este tramo, contabiliz­a 120 muertos desde 2002, además de muchos percances y heridos.

Basta un recorrido por la carretera entre Atapuerca y Briviesca para hacerse una idea. En las cunetas hay cruces y flores. Sobre el asfalto, marcas de frenazos. Y, en el ambiente, la tensión de circular por una vía de doble sentido atestada de camiones. Por momentos, los camiones circulan en caravana, imposibili­tando tomar un desvío y mucho menos adelantar. “Es culpa del peaje de la autopista”, dice Rafael Solaguren, portavoz de la plataforma de afectados. “El tramo de la AP-1 que va de Burgos hasta Ameyugo [un pueblo a 20 kilómetros de Miranda] cuesta 11,85 euros y lo gestiona Europistas. Es el único tramo de la Autovía del Norte que cuesta dinero”. Y, por evitarlo, los transporti­stas toman en esos 70 kilómetros la Nacional I, que discurre paralela a la autopista.

“Nos encontramo­s una vía de trazado antiguo, con un carril por sentido y cruces de alto riesgo albergando un tráfico solo apto para autopistas”, dice Rafael. El último accidente mortal tuvo lugar el pasado mes de enero. “Llevamos un año inusualmen­te tranquilo en cuanto a muertos. Pero accidentes hay todas las semanas”, explica.

José Ramón, el hermano de Jesús, era bombero de Burgos. Solo en el cuerpo de Bomberos de la ciudad hay tres víctimas de la N-I. “En estos pueblos no vas a encontrart­e una sola familia que no tenga un muerto por culpa de la carretera. Todos tenemos que circular por ella a diario. Vamos al colegio a llevar a los niños o al trabajo o a un recado y nos acompañan 10.000 vehículos más. De ellos, más de la mitad son camiones. Nosotros, a la N-I, la llamamos el corredor de la muerte”.

Todos en esta zona están de acuerdo con la anunciada supresión del peaje, ya aprobada por el Senado y que entrará en vigor en noviembre. Pero hay quien lo contempla con un punto de preocupaci­ón. Es el caso de Gonzalo Gutiérrez, uno de los ocho hermanos que gestiona el restaurant­e y hotel Hermanos Gutiérrez. El negocio está en el área de servicio La Brújula, en el kilómetro 259 de la N-I. “Mi familia y yo hemos vivido siempre de la carretera”, explica detrás de la barra de su negocio. “Pero entendemos que hay que hacer algo para evitar la situación de esta carretera. Estamos de acuerdo en que quiten el peaje. Si eso ocurre, buscaremos la manera de que haya accesos desde la autopista hasta aquí. Si en realidad estamos a 50 metros”.

El dueño de otro establecim­iento explica que “hay preocupaci­ón por parte de los trabajador­es. Si esta carretera se vacía, será la ruina para los negocios de la Nacional”.

En principio, y si no se produce un volantazo, la fatídica Nacional se vaciará del mortal tráfico el próximo otoño. Palabra de ministro.

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