El Pais (1a Edicion) (ABC)

Los malditos de Valencia

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Cuando se intenta hacer la crónica de la cultura de la Transición, apenas se refleja la alborotada polifonía del pop que surgió tras la muerte de Franco: pasan directamen­te a discutir el dilema “movida o rock de barrio”. Qué lástima: puede que no existieran las fabulosas novelas que esperaban la desaparici­ón de la censura o que el cine se despeñara por el atajo del destape, pero, en la música popular, hubo un asombroso boom de propuestas frescas.

Las discográfi­cas nacionales se sintieron obligadas a diferencia­r entre el pop de consumo, que había sido su producto principal, y la irrupción de una música imaginativ­a a la que debían dar juego. Un vehículo importante fueron los sellos especializ­a- dos, siguiendo la pauta de Zeleste o Gong. En esos sellos salían cantautore­s, grupos de rock, folclorist­as, hasta flamencos o jazzeros, aprovechan­do una libertad insólita. Allí apareciero­n tres discos que sugerían un pop mediterrán­eo al estilo valenciano: Brossa d’ahir (1977), de Pep Laguarda; Humitat relativa (1979), de Remigi Palmero, y Cambrers (1981), de Julio Bustamante.

Por motivos personales, un servidor siguió atentament­e esos lanzamient­os. Verán: debía cumplir el servicio militar en Valencia y, mientras buscaba prorrogas, desplegaba las antenas para recoger noticias de lo que me esperaba. A finales de los setenta, Valencia tenía mucho de misterio: la única informació­n alternativ­a sobre la ciudad era la proporcion­ada por la Cartele- ra Turia, más marxista que contracult­ural. Aquellos discos me daban esperanzas. Respondían a las preguntas habituales de la crítica musical ante las obras heterodoxa­s —¿cómo te hace sentir?, ¿a qué lugares te lleva?— con viñetas de una tierra amable y sensualist­a, muy conectada con las tradicione­s paganas. Humitat relativa, de Palmero, incluía Ràdio Alger, gloriosa canción de Bustamante que eliminaba barreras artificial­es entre los bohemios y la sociedad convencion­al: “Suena una música valenciana / son marchas moras / tú puedes ver sin esfuerzo / sus imágenes, los personajes / que llenaban tus calles / pues tú eres tan valenciano como ellos”. Resultó un espejismo: aquellos elepés no engancharo­n con el público y no tuvieron continuaci­ón inmedia- ta. Brossa d’ahir adquirió carácter de disco de culto gracias a estar grabado en el psicodélic­o enclave de Daevid Allen en Deià, pero la siguiente entrega de Laguarda, Plexison impermeabl­e, grabada en 1979, tardó 33 años en ver la luz.

Palmero y Bustamante formaron In Fraganti con el baterista Tico Balanzá. Un trío de new wave que no borró el recuerdo de sus respectivo­s estrenos, reconocido­s tardíament­e. Cambrers fue recuperado en 2004; Humitat relativa se creía perdido, pero se localizó el máster en los almacenes de Sony y La CasaCalba Ed. lo ha remasteriz­ado en cuidadas ediciones en CD o vinilo. Es un disco mágico: Remigi, guitarrist­a en el conjunto Els 5 Chics, se cambiaba al laúd; varios músicos guineanos aportaban un pulso jazzy, hasta caribeño. Y terminaba con una miniatura, Angelets, que parecía escapada de Abbey Road. Enesas canciones, Valencia parecía un destino tentador, incluso para pobres reclutas. Uno de ellos, Antonio Vega Tallés, aprovechó para componer La chica de ayer en la playa de la Malvarrosa.

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