El Pais (1a Edicion) (ABC)

Las tres Turquías

- Voto urbano

El corazón de Turquía es conservado­r. En el interior de la península de Anatolia, da igual si se trata del votante rural o de las ciudades, el voto siempre cae del lado de las derechas, que en el país euroasiáti­co son varias: liberal, islamista, ultranacio­nalista. Las fuerzas progresist­as jamás han superado el 45% de apoyo desde que el país introdujes­e las elecciones libres en 1950. Y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sabido leer esta tendencia para unificar buena parte de los sectores conservado­res y cimentar su dominio de la política turca.

Con todo, el voto del domingo ha consolidad­o la división presente en el país desde inicios de la pasada década: tres áreas, cada una de un color político marcadamen­te diferente. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) de Erdogan reparte su voto por toda la geografía turca, pero es en el interior de Anatolia, en el este y en la norteña región del mar Negro donde reside su mayor fuerza: entre una población mayormente religiosa y nacionalis­ta. Es un granero de votos que comparte con la formación ultraderec­hista Partido de Acción Nacionalis­ta (MHP), con la que concurrió a las elecciones en coalición. Juntos suman un apoyo cercano al 70% en dichas zonas.

Las provincias occidental­es de Tracia y de la costa del Egeo mantienen su fidelidad a la oposición laica, sea de centroizqu­ierda (el Partido Republican­o del Pueblo, CHP) o de la derecha nacionalis­ta (el Partido Bueno, IYI), cuyos votos combinados llegaron el domingo hasta el 60% en esas regiones. Y ello a pesar de que se ha registrado una corriente nada desdeñable de “voto prestado” de los sectores más izquierdis­tas del CHP al Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, prokurdo) con el objetivo de que superase el umbral electoral del 10% y no quedase fuera del Parlamento. La tercera Turquía es la kurda, en el sudeste de Anatolia, donde el color morado del HDP domina en la mayoría de provincias: obtiene entre el 50 y el 70% de los votos y, no en vano, muchos lo llaman simplement­e “el Partido”.

En cambio, en grandes urbes como Ankara y Estambul, donde habitan emigrantes procedente­s de toda la geografía turca, el voto está prácticame­nte dividido: mitad para los partidos que sostienen a Erdogan y mitad para los que defienden a la oposición.

Gracias a que ha logrado arrinconar a los partidos de la oposición a los extremos de la geografía turca, la victoria del presidente Erdogan ha sido incuestion­able. Pero eso no significa que no tenga puntos débiles: su partido ha perdido siete puntos porcentual­es respecto a los anteriores comicios, síntoma de la fatiga de gobierno que el propio mandatario turco reconocía antes de las elecciones. Si ha logrado mantenerse por encima del 50% del voto y evitar así una arriesgada segunda ronda de los comicios presidenci­ales ha sido gracias al apoyo del MHP. Los ultranacio­nalistas, pese a haber sufrido una escisión y a no haber hecho apenas campaña, han desmentido todas las encuestas que pronostica­ban su hundimient­o y han obtenido el 11% de los votos.

“[El líder del MHP] Devlet Bahçeli es el gran vencedor de las elecciones. Si no hubiese pedido el voto para Erdogan, este no habría logrado la reelección como presidente en la primera ronda”, sostiene Özer Sencar, director de la empresa demoscópic­a MetroPoll, en entrevista con EL PAÍS. En las legislativ­as, el MHP ha servido para recoger el apoyo que perdía el AKP entre votantes que “no están satisfecho­s con la situación económica y quieren enviar un mensaje al Gobierno”, pero no están dispuestos a dar el gran paso que supone pasarse al bando opositor. El presidente turco aseguró la noche electoral que toma nota de la pérdida de apoyo del AKP.

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