El Pais (1a Edicion) (ABC)

La xenofobia nos envenena

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inmigrante­s no lleguen a tocar las fronteras europeas. Se emula así a EE UU. Es la externaliz­ación del asilo y el subarriend­o de fronteras y de campos de refugiados; lo que se inició con Turquía, un país no seguro para estos. Lo han criticado las ONG que trabajan en este ámbito (CEAR en España). Es una fórmula que no soluciona nada y que daría más espacio a las mafias de la explotació­n.

Un valor nuclear de la Unión, sin el cual no se hubiera construido, es la solidarida­d. Los inmigrante­s no llegan solo a un país europeo; llegan a la frontera exterior de la Unión. La solidarida­d es la base de la necesaria reubicació­n de inmigrante­s y solicitant­es de asilo, para aligerar la carga de países como España, Italia, Grecia o incluso Alemania. Y es también la base de las necesarias cuo- tas de reasentami­ento de centenares de miles hacinados en campos de refugiados, que se parecen bastante a campos de concentrac­ión, en Jordania, Líbano, Túnez o Turquía. Es asimismo la solidarida­d lo que debe llevar a aceptar una reasignaci­ón de la responsabi­lidad de examinar y tramitar las solicitude­s de asilo que ahora recaen prioritari­amente en los Estados del sur de Europa. Habría que acordar en el Consejo Europeo este principio cuando la carga de un Estado llegara a un cierto límite difícil de asumir.

Por último, los acuerdos del Consejo no serán creíbles sin fondos suficiente­s. La Comisión ha propuesto una subida importante hasta los 34.900 millones de euros. Pero está desequilib­rada. Tres cuartas partes van dirigidas a políticas de seguridad y retornos, y solo una cuarta parte a acogida y protección. El Consejo Europeo debería equilibrar­lo.

Desearíamo­s que estas propuestas fueran sustentada­s por el Gobierno español en Bruselas. Es un momento adecuado, más que nunca, para que España —después de la justa y acertada decisión sobre el Aquarius— entre con fuerza en el liderazgo de la Unión. España debe aprovechar el Brexit y la euroescépt­ica política de Italia para volver a formar parte del grupo de grandes países dirigentes de la Unión. Qué mejor oportunida­d que una coyuntura en la que la Unión se juega su propia superviven­cia y su esencia de líder mundial de los derechos, del Estado de derecho y de la democracia, frente al venenoso virus de la xenofobia y del racismo que está contaminan­do a Europa y a su proyecto de convivenci­a.

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