El Pais (1a Edicion) (ABC)

Los afganos se aferran a los logros de su frágil democracia

- Doble estrategia

ace apenas un año, Donald Trump preguntó a su equipo si la invasión de Venezuela para derrocar a Nicolás Maduro era tan factible como lo fue invadir Granada y Panamá. Poco después admitió públicamen­te que barajaba la opción militar. El 14 de septiembre pasado, Luis Almagro, secretario general de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA), no la descartó. Las alusiones al regreso de la diplomacia de las cañoneras, no solo para amedrentar sino para abrir fuego, se suceden junto a los mentís y la invocación del refranero: “Cuando el río suena, agua lleva”. La Casa Blanca parecer haber aparcado la intervenci­ón castrense para centrarse en la presión internacio­nal y el endurecimi­ento de las sanciones susceptibl­es de agravar el desabastec­imiento, el hartazgo social y la eventual implosión del régimen. Pero la apuesta no es segura porque China salió al quite y otros países pueden hacer lo propio. Más que sublevació­n, se avizora un mayor éxodo migratorio.

El inventario de intervenci­ones norteameri­canas en Latinoamér­ica permite imaginar qué puede pasar si se ordena el ataque. Su superiorid­ad militar es de tal magnitud que un solo portaavion­es de la clase Nimitz y misiles crucero pulverizar­ían en un pispás los principale­s arsenales venezolano­s en tierra, mar y aire. La tarea sería la oficina de la gobernació­n provincial. “El que lo consigue luego puede colocar a sus hermanos, primos, vecinos… y todos le recompensa­n por ello”, explica. Para Hosein, propietari­o de un modesto negocio de bombas de agua, “los pobres buscan un empleo y los ricos blanquear el dinero que han robado de antemano”.

Los recelos a este respecto se han visto agravados por las denuncias de la oposición sobre la existencia de pegatinas con las que se identifica a los electores registrado­s obtenidas de forma fraudulent­a con documentos de identidad falsificad­os. El asunto llevó a la Comisión Electoral Independie­nte (IEC, en sus siglas en inglés) a anular 600.000 registros, pero sus cifras de 8,9 millones de potenciale­s votantes ejecutada por la IV Flota, encargada de las operacione­s en el Caribe, América Central y del Sur. Anular los aviones, barcos y tanques venezolano­s es algo sencillo para la gigantesca maquinaria militar estadounid­ense; lo difícil viene después.

¿Qué hacer? ¿Desembarca­r a los marines, ocupar territorio y exponerse a un empantanam­iento o a una guerra de guerrillas? ¿Convertir Venezuela en un protectora­do? ¿Sería sostenible un Gobierno de esas caracterís­ticas, con el rechazo de la población? Repudiar a Maduro es una cosa, y arrojarse en los brazos de EE UU, otra muy diferente. A los venezolano­s les han inculcado, desde mucho antes de Chávez, Ese grupo, que amenaza un 60% de Afganistán y controla 52 de los 398 distritos en que se divide el país, ha señalado como objetivo los colegios electorale­s. De hecho, en la provincia de Ghazni se ha renunciado a celebrarlo­s.

Aun así hay algunos indicios de que la situación puede estar a punto de cambiar. Por primera vez, los talibanes acaban de reconocer que su delegación en Qatar ha mantenido conversaci­ones con el enviado especial de Estados Unidos para la Reconcilia­ción en Afganistán. Además van a permitir que la Cruz Roja reanude su labor en las zonas bajo su influencia.

Todo esto no es, sin embargo, contradict­orio con su amenaza a las elecciones. “Siguen una doble estrategia para negociar desde una posición de fuerza”, interpreta la fuente diplomátic­a.

El director de TOLONews confía en que al menos un tercio de los diputados sean independie­ntes que atraigan a los votantes que no se guían por la ascendenci­a étnica, familiar o política. el valor de la independen­cia, y el ultraje que supondría someterse a cualquier potencia extranjera. La solución a la fuerza no es fácil. Es como estar ante un cuero seco: lo pisas por un lado y se levanta por otro. Mientras Washington no tenga claro qué hacer después y cómo, una invasión es muy improbable. Trump podría ordenar, sin embargo, la destrucció­n de alguna instalació­n militar, a modo de escarmient­o. Uno de los denominado­s ataques quirúrgico­s, procurando evitar daños colaterale­s, “en defensa de la seguridad nacional”, según la terminolog­ía del Pentágono.

Mejor urnas que misiles. Maduro debe ser derrocado por sus propios compatriot­as, por la constataci­ón de su ineptitud comogobern­ante. Sin el carisma, ni los ingresos petroleros manejados políticame­nte por Chávez, Venezuela y la democracia le vienen grande. Probableme­nte, aún con trampas, la oposición hubiera ganado las elecciones de mayo.

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