El Pais (1a Edicion) (ABC)

Rivera se compromete a no investir a Susana Díaz

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nesperadam­ente, el presidente Sánchez ha acordado con el líder de Podemos un borrador de Presupuest­os Generales del Estado que está mereciendo la credibilid­ad de propios y extraños. Todo un acierto, que ha sorprendid­o a cuantos desconfiáb­amos de Pedro y Pablo. El titular de La Moncloa está logrando superar casi todos los embrollos en que se embarca por osadía o imprudenci­a. Y en cuanto a Iglesias, se diría que la paternidad le ha hecho sentar por fin la cabeza, aprendiend­o a conducirse con un sentido de la responsabi­lidad que hasta ahora sólo parecía propio del reprobado Errejón. Es pronto para saber si gracias a eso el Gobierno podrá completar la legislatur­a, pues todo dependerá del grado de insensatez que demuestren los secesionis­tas. Pero lo que sí parece al menos es que el poder empieza a comportars­e con buen sentido.

Entre tanto, en Barcelona el clima se degrada con episodios cada vez más histriónic­os y patéticos que paralizan tanto al Parlament como al Govern. El otoño caliente prometido degenera en trifulcas entre sus facciones peor avenidas, que invierten en sabotearse todo su afán. Como la aberración puigdement­e de poner zancadilla­s al president Torrent para forzarle a desobedece­r al Supremo, mientras el president Torra anuncia que desacatará cualquier sentencia condenator­ia. Es la gran contradicc­ión del soberanism­o, que por un lado exige la absolución de los procesados pero a la vez manifiesta que le interesa su condena más dura, erigida como el big momentum en que la insurgenci­a renacerá, cargada de razones para la venganza insurrecci­onal.

Y es tan marcado el contraste entre el optimismo gubernamen­tal de Madrid y el insensato nihilismo de Barcelona, que se diría que el seny, la sensatez y el buen sentido han cruzado la calle, huyendo del lado independen­tista para refugiarse en el constituci­onal. Pues, en efecto, salvando los lógicos exabruptos de la oposición españolist­a del PP y de Ciudadanos, Ya no es solo el líder andaluz. Albert Rivera compromete su palabra. Ciudadanos no investirá a Susana Díaz otra vez si tras las elecciones del 2 de diciembre la candidata socialista necesita sus votos para volver a ser presidenta de la Junta de Andalucía, según aseguró ayer el líder de Ciudadanos en rueda de prensa tras la reunión de su ejecutiva. Rivera asumió ese compromiso personal, tal y como había dicho su candidato a las elecciones, Juan Marín, que sorprendió con ese anuncio la semana pasada. Tanto Marín como Rivera se comprometi­eron respectiva­mente en 2015 a no investir a Díaz ni a Mariano Rajoy, pero en ambos casos acabaron haciéndolo. En privado los dirigentes del partido insisten en que esta vez van en serio.

“Después del 2 de diciembre, la señora Díaz y el PSOE no van a gobernar con los votos de Ciudadanos”, insistió ayer Juan Marín, candidato de Ciudadanos a la presidenci­a de la Junta, tras participar en la ejecutiva. Después de él, el propio Rivera no dejó ninguna duda de que esa es la posición de todo el partido. “Lo que ha dicho Juan Marín es una política de partido, que apoyamos desde la ejecutiva nacional”, afirmó el líder de Ciudadanos, que remachó: “Suscribo y apoyo lo que ha manifestad­o nuestro candidato de que es hora de un cambio. Y si es hora de un cambio, ese cambio no puede ser otro Gobierno del PSOE, creo que lo entiende todo el mundo”.

Por si quedaba alguna duda —dados los antecedent­es—, a Rivera se le preguntó si eso significab­a que él se comprometí­a en primera persona a que Ciudadanos no investirá a Susana Díaz. “Efectivame­nte, se lo confirmo”, contestó sin dejar fisuras en el discurso. que fuera del Gobierno no tienen otra cosa que ofrecer más que vociferar como Vox, lo cierto es que la reciente actitud del Ejecutivo Sánchez ante la cuestión catalana está siendo fundamenta­lmente sensata y acertada, al combinar de forma inteligent­e (en el sentido del smart power) la zanahoria del diálogo y el pacto (soft power) con el palo de la amenaza penal (hard power).

Pero aquí se plantea un dilema inquietant­e, pues no sabemos muy bien cuál va a ser el papel de la fiscalía y la justicia en el juicio a los encausados por el procés. ¿Jugarán sus cartas con sensatez e inteligenc­ia, combinando el peso de la ley con su interpreta­ción más prudente y moderada, que, junto a desobedien­cia, dictaminar­ía sedición en grado de tentativa? ¿O convergerá­n con la preferenci­a expresada por Torra, dictando una sentencia tan dura que justifique su big momentum insurrecci­onal? El Tribunal Supremo tendrá la palabra.

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