El Pais (1a Edicion) (ABC)

El Brasil que da la espalda al duelo más polarizado

- Descontent­o con el sistema

El brasileño Bruno Santos tiene 21 años, no va a votar el próximo domingo y escoge ese nombre para camuflar su identidad. En su opinión, los ánimos están muy caldeados en esta campaña, pero las elecciones no son más que un reflejo de la calle, que es hace tiempo escenario de actos de intoleranc­ia contra las minorías. “Para mí, votar en esta segunda vuelta significa alimentar una narrativa llena de dicotomías heroicas, la izquierda contra la derecha, el candidato bueno contra el malo. Gane quien gane las elecciones, la situación no va a cambiar. Todos los candidatos se están aprovechan­do delmiedo”, dice este joven de São Paulo. Aunque el voto es obligatori­o, la multa son 3,51 reales (menos de un euro).

La tensión se ha cobrado incluso víctimas y ha transforma­do electores convencido­s en embajadore­s que pretenden convertir a los indecisos en votantes de uno de los dos candidatos que polarizan el panorama político de Brasil. A la derecha, están los simpatizan­tes del ultra Jair Bolsonaro, que encabeza la carrera electoral con un discurso conservado­r que además alerta sobre una supuesta dictadura socialista o el peligro de que Brasil se convierta en Venezuela si el opositor Partido de los Trabajador­es (PT) gana. A la izquierda, los de Fernando Haddad (sustituto del expresiden­te Lula), que proclama que su victoria significar­ía la defensa de la democracia frente a Bolsonaro, admirador de la dictadura.

“Solo se habla de votar contra el fascismo o votar contra el comunismo, pero ninguno de los dos representa eso, creo yo”, dice Fernando Teló, de 29 años, que vive en Maringá (Paraná), una circunscri­pción donde el 60,1% votó por Bolsonaro en la primera vuelta. Califica el escenario político de la segunda vuelta como un “Grenal Electoral” [en alusión al principal derbi futbolísti­co del sur de Brasil] y confiesa que está evitando hablar de política. “Me siento obligado a andar con pies de plomo con este tema, todo es más delicado y las personas se han vuelto imprevisib­les. También evito decir verdades sobre Bolsonaro, pues aquí hay un número mayor de votantes suyos”.

Jennifer Ferreira vive en la periferia de São Paulo y también se siente intimidada por los simpatizan­tes de Bolsonaro. Por eso eli- La politóloga Fatima Pacheco Jordão cree que la apatía electoral refleja un descontent­o con el sistema político. “La población no logra ver en los líderes políticos lo que buscan”, dice. Percibe una fuerte tendencia popular a reivindica­r otras formas de democracia, pero sostiene que “es probable que la población pida una mayor participac­ión en un sentido plebiscita­rio, pero es probable que las élites prefieran hacer una reforma política”.

Santos no ve en las propuestas de Haddad una realidad posible para su día a día, que, explica, se caracteriz­a por la precarieda­d laboral y la privatizac­ión de la educación superior. “A Haddad se le llena la boca al hablar del Fondo de Financiami­ento Estudianti­l [una enseña del PT] y se olvida de la gente que se ha endeudado por no conseguir hacer frente a los costes de la educación privada”, cuenta este joven que hace tres años intenta entrar en una universida­d pública.

Unos 30 millones de votantes (el 21,5%) se abstuviero­n en la primera vuelta, según el Tribunal Superior Electoral. Una tendencia que lleva 12 años en aumento.

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