México recurre al papeleo para dispersar a la caravana
¿Cómo controlar a un contingente de 7.000 personas? Esa es la pregunta a la que se enfrentan las autoridades mexicanas y los organizadores de la caravana nueve días después de que miles de hondureños abandonaran su país en busca de El Dorado estadounidense. El trayecto del pasado domingo hacia Tapachula, a unos 30 kilómetros de la frontera de Guatemala con México, cambió las piezas del tablero. A su paso por Guatemala, los migrantes formaban una cadena dispersa. Sus eslabones eran pequeños grupos que se acercaban y se alejaban en función de sus capacidades físicas y económicas. Había quienes tenían dinero y podían avanzar en autobús, y luego estaban los que directamente hacían el camino del tirón.
Pero la larga espera en Tecún Umán, en el límite guatemalteco, hizo que se congregaran miles de personas y que la caravana avanzara junta hacia México. Desde entonces, se han mantenido unidos. Ayer dejaron Tapachula, al sur del Estado de Chiapas, y se dirigieron hasta la localidad de Huehuetán. Este éxodo puede parecer un movimiento horizontal porque no tiene líderes visibles ni portavoces. Pero sí que existe una organización interna. De otra forma, la coordinación de la ruta y de los miembros de la marcha sería imposible. Hay quienes se encargan de organizar a brigadas de mujeres o familias. Y hay migrantes que simplemente se dejan guiar.
En el grueso de la marcha ha permeado la desconfianza hacia las autoridades mexicanas. Desde que el sábado pasado la cara- vana rompió el cerco policial en la aduana guatemalteca y corrió por el puente fronterizo Rodolfo Robles, se toparon con las puertas de México. Y se las encontraron cerradas. Era el primer país que les pedía un documento para poder transitar. A diferencia de lo que sucede con Guatemala, El Salvador yHonduras, que comparten un acuerdo migratorio para circular sin mayores contratiempos. Pero las leyes migratorias de México obligan a los migrantes a tener un permiso de paso o a tramitar las solicitudes de refugio. Muchos no conocen los requisitos ni saben que hacer este papeleo requiere mucho tiempo. “Y para queme otorguen el asilo ¿necesito dar un motivo muy fuerte?”, preguntaba una hondureña.
“Lo único que queremos es que lleguen seguros”, decía al pie de la carretera el comisionado de la policía federal, Manelich Castilla. Las autoridades habían dispuesto camiones para trasladarlos a albergues, donde les prome- tían que recibirían ayuda para regularizar su situación. Muchos cruzaron la frontera entre México y Guatemala sin documentos. “Tristemente, parece que la Policía mexicana y el Ejército han sido incapaces de detener a la caravana”, declaró ayer el presidente estadounidense, Donald Trump, en su cuenta de Twitter.
El Gobiernomexicano, presionado por Estados Unidos, necesita proyectar la imagen de que está “haciendo algo” para controlar la marcha, pero sin dar la imagen de que reprime a sus miembros. La estrategia es llevar a cabo los trámites migratorios de los miles de hondureños en procesos individuales, que les permitirán decidir quiénes siguen, quiénes se quedan y quiénes serán deportados.
Si esa táctica se impone, el contingente se dispersaría y no podrían avanzar juntos pues sus trámites se resolverían en diferentes momentos o porque muchos serían deportados a Honduras. Aunque conseguir estos papeles, en teoría, daría opciones a algunos de los migrantes que huyeron de la violencia y la represión de su Gobierno. Las solicitudes de refugio que ha recibido México han pasado de 1.296 en 2013 a 14.596 en 2017, un aumento de más del 1.000% en cinco años, según cifras oficiales. En este periodo, nueve de cada 10 solicitudes provinieron de Honduras, El Salvador y Guatemala. En 2017 solo se aprobaron el 13%. Las ONG alertan de las condiciones a las que se enfrentan los integrantes de la marcha: duermen a la intemperie exponiéndose al crimen organizado, a ser detenidos y deportados.