Puigdemont fracasa en su intento de reunir a todo el independentismo
Los partidos independentistas siguen sin lograr una imagen de coordinación pese a los intentos de conjurar la crisis en su seno y los gritos de “unidad” que se lanzan en las concentraciones de apoyo a los líderes secesionistas en prisión provisional. El encuentro de ayer en Waterloo había sido concebido por el expresident y su entorno como una gran cumbre del independentismo. Pero ante la negativa de la CUP a asistir y la decisión de Esquerra de darle bajo perfil a su participación —algo que corrigió a última hora—, Puigdemont y su sucesor, Quim Torra, se limitaron a poner fecha a la presentación del llamado Consell de la República.
Esta paraestructura de la Generalitat dedicada, entre otras tareas, a internacionalizar la causa independentista, se presentará el próximo 30 de octubre en el Palau de la Generalitat, y estará coordinada por el diputado de ERC Toni Comín, también fugado a Bélgica. El Consell deriva del pacto de investidura que negociaron la CUP, Junts per Catalunya y Esquerra y que llevó a Torra a la presidencia, y busca ayudar desde “el espacio libre de Bruselas” en la elaboración de la Constitución catalana. Teóricamente se financiará con fondos privados.
La reunión semanal del Govern aprobará hoy la puesta en marcha del Fórum Cívico Social, el proceso participativo llamado a marcar las líneas maestras de una hipotética Constitución catalana. Según adelantó el diario Ara, el cantautor y exdiputado Lluís Llach se perfila como el principal candidato para dirigirlo. Se hará bajo la fórmula del Consejo Asesor, lo que implica que no recibirán ninguna retribución para evitar un posible delito de malversación de fondos públicos. Una de las incógnitas que se espera responder hoy es cómo se pagarán los encuentros que se organicen con los ciudadanos.
Los anticapitalistas anunciaron ayer que no participarán en el Consell de la República. Una decisión que se tomó el pasado sábado en el Consejo Político de la CUP en Palamòs (Girona) donde se aprobó dejar de apoyar al Govern por su deriva “autonomis- l bloque independentista se rompe”. No hay titular que guste más a la prensa de Madrid, sin importar la línea editorial. Durante años ha sido costumbre anunciar la ruptura de la coalición indepe cada dos o tres semanas, más o menos el tiempo que tarda el separatismo en zurcir sus descosidos y volver a caminar como una falange hoplita. Porque si a algo se parece el bloque secesionista es a un acordeón, cuyo fuelle, al abrirse, hace que las cajas de resonancia en los extremos se separen durante un lapso breve, hasta que, al cerrarse, vuelven a quedar unidas. El fuelle puede abrirse en una dirección o en otra, y el sonido quedar momentánea- ta” y por no desobedecer al Estado. El Consell se complementará con la Asamblea de la República, un órgano técnicamente homólogo al Parlament.
El presidente Torra aseguró que tocará la puerta de la CUP para convencerles de que cambien de idea, y les invitó a sumarse al proyecto. “No me canso de repetir que este es un proyecto de toda la mayoría independentista y siempre he incluido a los compañeros de la CUP. Es importantísimo el Consell de la República, es una de las piezas clave para sacar adelante el proceso de implantación de la República”, dijo.
En la reunión participaron el líder de Esquerra en el Parla- mente interrumpido, pero siempre termina por agruparse y liberar su acorde.
El independentismo nunca se rompe. Lo dice la observación directa del caso español y lo predice también una ley de bronce de la historia. Esta: que entre los nacionalistas de todos los países y todas las épocas se impone siempre la union sacrée. Entre otras cosas, porque el nacionalismo no es exactamente una ideología, sino una creencia de corte religioso que anuda a los creyentes en un objetivo y hace que no respondan a incentivos ordinarios.
Cualquier parón será táctico; cualquier trato, una treta. La obstinación capitalina en creer que es posible abrir ment, Sergi Sabrià; el exconseller huido en Bélgica Toni Comín, del mismo partido; Miriam Nogueras, vicepresidenta del PDeCAT, y representantes de Òmnium Cultural y la ANC, las principales organizaciones independentistas. Otro de los intentos de Puigdemont de unir al independentismo bajo su batuta es la Crida Nacional, la formación política que promueve su entorno y que este sábado presentará el borrador de su corpus ideológico y organizativo. La propuesta del expresident recibió un jarro de agua fría con las dudas que el PDeCAT lanzó sobre este experi- una fisura en el bloque indepe es caso claro de pensamiento desiderativo o wishful thinking que tiene que ver con otra incurable querencia: la de encontrar el nacionalista moderado, santo grial de la política madrileña, al que encargar la gobernación de los asuntos catalanes. En la entrevista de trabajo solo se piden dotes para el disimulo.
Por utilizar el lenguaje de la psicología conductista, la élite de la capital está convencida de que aplicando un refuerzo positivo (una recompensa política) el líder independentista enmendará su conducta. Pudiera ser, pero lo cierto es que la celebrada ruptura de filas a cuenta de la suspensión del derecho de voto de los mento político. El presidente de los neoconvergentes, David Bonvehí, explicó ayer que si la Crida opta por ser un partido político, el apoyo del PDeCAT a la iniciativa quedaría en cuestión. “Si la Crida es lo mismo que el PDeCAT, ya está el PDeCAT. No tiene sentido que haya dos partidos defendiendo lo mismo”, dijo Bonvehí.
En la convulsa asamblea de hace tres meses, que terminó con el cambio de cúpula de los neoconvergentes, se aprobó apoyar a la Crida que entonces propuso Puigdemont como un paraguas para intentar acoger a todo el independentismo. Pese a la llamada del expresident, ni Esquerra ni la CUP quisieron adherirse diputados encausados ha traído causa, no de un gesto político, sino de una decisión judicial, es decir, de un estímulo aversivo, también llamado castigo. Elevando los costes de mantener comportamientos intolerables se modifica la conducta, como ya pasó con la ilegalización de la izquierda abertzale.
Frente al acordeón secesionista el paisaje es desolador. La parte del Estado que desea preservar la constitución se parece a una banda de roqueros que una vez interpretó un gran éxito, y que ahora, disuelta tras una tormenta de acrimonia, desafinan en solitario entre amargos reproches. Sobre la causa de la ruptura, cada evangelista contará la suya. Lo que importa es que si el Estado democrático ha de prevalecer deberán volver a juntarse. Porque para divide et impera, el que los nacionalismos subestatales llevan infligiendo con éxito a los partidos leales a la Constitución desde hace décadas.