El Pais (1a Edicion) (ABC)

El pacto migratorio de la ONU se convierte en blanco del nacionalis­mo

- Crisis de 2015

Italia ha criticado el pacto y deja en suspenso la decisión de si lo adoptará o no y en Alemania, la canciller, Angela Merkel, se ha visto obligada a someterlo a la aprobación del Parlamento tras una intensa campaña de la extrema derecha en redes sociales. Todo esto pese a la flexibilid­ad con la que se ha planteado: el pacto no es vinculante, no exige una partida económica directa y el seguimient­o se hará cada cuatro años.

En este panorama, EE UU, que no quiso involucrar­se ni en la negociació­n del documento, vio oportuno recordar hace dos días por qué. En un comunicado de su Embajada ante la ONU afirma que el pacto está “a favor de la migración” y que no tiene en cuenta que una “inmigració­n legal bien gestionada debe empezar y terminar con controles nacionales efectivos de las fronteras”. Defiende su soberanía para decidir a quién admite en su territorio —lo que el pacto no cuestiona—, critica que no distinga “adecuadame­nte” entre migrantes regulares e irregulare­s y advierte que el texto de la ONU pretende acabar generando directrice­s internacio­nales vinculante­s.

El acuerdo migratorio ha hecho supurar las heridas de una Europa que gestionó dividida la llegada de un millón de personas en 2015, muchos de ellos huyendo de la guerra en Siria. La retórica xenófoba ha ido ganando terreno desde entonces y ha visto en la cita deMarraque­ch la plataforma perfecta para hacerse oír. Pese a las críticas, el pacto es el principal esfuerzo conjunto para gestionar de un modo racional el movimiento migratorio creciente. En este momento hay 257 millones de personas que se han trasladado a vivir en otro país, el 3,4% de la población mundial, y miles más están en camino.

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