París rehabilita la elegancia
que la receta de este diseñador norteamericano también contempla bolsos (con el monograma de Louis Vuitton en luces LED fluorescentes o acolchados, como inflados hasta parecer nubes de golosina). Y, por supuesto, homenajes a Jackson: un conjunto de camisa de seda blanca, pantalón negro y mocasines con calcetines, una chaqueta de almirante napoleónico ejecutada en la mismafranela gris o guantes cubiertos de pedrería. También grandes sombreros inspirados por Jamiroquai. Abloh no es un diseñador al uso. Formado como arquitecto, y DJ en sus ratos libres, se define a sí mismo como “un diseñador no millennial con sensibilidad millennial”. Su manera de reconciliar lo urbano con lo conceptual, y su discurso de diversidad racial con la ligereza del pop, toca todos los interruptores de las nuevas generaciones. En particular los que suelen estar ocultos para las firmas de lujo. Si hubiera que ilustrar los desfiles que se han celebrado hasta ahora en París, la vuelta al sosiego de la moda masculina, y la búsqueda de héroes en estos tiempos inciertos, podrían funcionar como pies de foto. El belga Dries Van Noten cerró la jornada del martes con un desfile que homenajeaba a sus ídolos (a Lucien Freud con chalecos-edredón, a Jimi Hendrix con estampado tiedye) y contemplaba nueve tonos de gris y otras tantas variantes del traje: chaqueta entallada con pantalón muy ancho, chaqueta oversize con pantalón cortado a la altura del tobillo, o chaqueta con falda en el mismo material. La Hace cinco años nadie habría dado un duro por la vuelta de Issey Miyake a la retina de moda. Esta firma pertenece a la generación de revolucionarios japoneses que irrumpieron en París a finales de los años setenta armados de un concepto anticonvencional de la silueta y los tejidos que no buscaba transmitir ni estatus ni sexo.
Miyake sigue en activo, pero su colección de hombre la diseña hoy Yusuke Takahashi, cuyos plisados, pinzas, texturas irregulares, ricas combinaciones de colores y discreta experimentación han sabido conectar con un público más joven que descubre la casa ahora y le pide lo mismo que los clientes de siempre: no traicionar aquello que la hace especial. cantidad y la calidad de los recursos de los que dispone el veterano Van Noten a la hora de desarrollar un mismo tema, y su capacidad para convertirlo en una colección tan creativamente sólida como comercialmente razonable forman parte de la mitología de la profesión. También su inquebrantable optimismo: “Leí un texto sobre el paraíso perdido y después pensé que no hay ningún paraíso como el paraíso que está por venir”, decía tras el desfile. La colección, bautizada Nostalgia del futuro, buscaba “traducir la sastrería a la nueva generación”, y recupera las ideas de elegancia con más crudeza que cursilería. La moda reacciona al ambiente incluso a pesar de su optimismo.
En otro backstage, el de Valentino, Pierpaolo Piccioli también buscaba actualizar las añejas normas de elegancia masculina. La imagen de un modelo vestido con un gran abrigo sobre su traje ancho cruzado (una campaña de Valentino Boutique de 1995) presidía su colección. Un tablón en el que convivían fotos de Nueva York en los ochenta; del líder de REM, Michael Stipe, a principios de los noventa, y una partitura de Beethoven. El diseñador explicaba esa amalgama clásica y al mismotiempo futurista: “Quería revisar las convenciones de los años noventa. Entonces, un hombre llevaba traje durante la semana y vestía de sport en sus días libres. Ahora eso ya no es así. Los códigos son más flexibles, como la vida”. Efectivamente, el próximo otoño, los trajes y los abrigos de Valentino son ligeros, fluidos y fáciles de superponer. Pero la flexibilidad va más allá del corte y los materiales, porque estas prendas ahora se combinan con sandalias Birkenstock (el clásico calzado ergonómico alemán) y dan lugar a una silueta casi sacerdotal. Este año Piccioli cumple 10 años al frente de la firma italiana, algo casi inédito en una industria cada vezmenos paciente con la capacidad de generar beneficios de sus creativos. Posiblemente porque este romano de 51 años sabe expresar su propio carácter, el del momento y el de la firma para la que trabaja.