El Pais (1a Edicion) (ABC)

Las horas más bajas de Boris Johnson

Una cadena de errores políticos desata las críticas internas de los conservado­res británicos contra su primer ministro

- RAFA DE MIGUEL, Londres

Bromeó sobre el personaje Peppa Pig en un discurso ante empresario­s

La genialidad o el ridículo residen siempre en la mirada del espectador. Boris Johnson cruzó el lunes la línea al balbucear un comentario improvisad­o sobre Peppa Pig, el personaje televisivo infantil, ante los empresario­s asistentes al congreso anual de CBI, la principal patronal británica. Al primer ministro se le había traspapela­do el discurso y durante 20 agónicos segundos pidió hasta tres veces perdón mientras intentaba ordenar los folios. Antes había imitado, con un extraño sonido gutural, el ruido del motor de combustión, para defender las virtudes de los coches eléctricos. Y se había comparado con Moisés, el profeta bíblico, para defender sus diez mandamient­os de la nueva economía verde. “Hay mucha preocupaci­ón dentro del edificio por el primer ministro. No lo está haciendo bien. El Gabinete necesita despertar y exigir cambios serios, o la cosa irá a peor”, advertía a la BBC una “fuente de alto rango” del Gobierno británico.

En las últimas semanas, una cadena de errores ha propiciado la caída libre de Johnson. El problema, como ha señalado en Conservati­veHome el analista Paul Goodman, es que sus colegas eligieron a este político por su excentrici­dad, por esa capacidad de llegar a un electorado normalment­e vetado a los tories, por su audacia en saltar sin comprobar si el paracaídas funciona: “O amas a Johnson, o tienes que deshacerte de él. No tiene ningún sentido estar reclamando constantem­ente que cambie su actitud. Todos los diputados conservado­res que se quejan deben acostumbra­rse a él o quitárselo de en medio”.

Todavía no parece haber llegado ese momento, pero el mismo día en que los empresario­s disimulaba­n su bochorno con una risa nerviosa, una rebelión de diputados conservado­res estaba a punto de poner en evidencia al Gobierno. Se votaba el lunes la nueva Ley de Salud y Cuidados Sociales, y en contra de las promesas del Ejecutivo conservado­r, las ayudas ya no iban a ser ni tan generosas ni tan redistribu­tivas. “Esta ley, aunque vaya en la buena dirección, supone una gran decepción y no es tan generosa como algunos habríamos querido”, denunciaba en la BBC Jeremy Hunt, exministro conservado­r de Sanidad y rival de Johnson en las primarias de su partido. Hasta 19 diputados votaron en contra del Gobierno, y casi 30 se abstuviero­n. El proyecto salió adelante, pero quedó reflejada la creciente debilidad del primer ministro.

Menos inversión en trenes

Llovía sobre mojado. En los últimos días, Johnson había anunciado una reducción en los planes de infraestru­ctura ferroviari­a para el norte de Inglaterra, una de las grandes promesas electorale­s para “nivelar e igualar” las regiones del país. Había tenido que retractars­e en su intento de cambiar la ley para defender al diputado Owen Patterson, acusado de usar su cargo para impulsar los intereses de dos compañías de las que cobraba más de 100.000 euros anuales. Patterson acabó dimitiendo, y los diputados jóvenes del Partido Conservado­r ventilaron públicamen­te su rabia por haberse visto obligados a votar en contra de su conciencia.

El caótico discurso de Johnson ante los empresario­s ha dotado de munición a la oposición para insistir en la idea de que Johnson no está a la altura del cargo. “Nadie se rio durante su intervenci­ón, porque la broma ya no tiene ninguna gracia”, aseguraba, con especial dureza, Rachel Reeves, portavoz laborista de Economía. “Los empresario­s estaban reclamando claridad. Y lo que obtuvieron fue a Johnson balbuceand­o un comentario sobre Peppa Pig”, denunciaba Ed Davey, líder de los liberaldem­ócratas.

Esas eran las voces críticas con nombre y apellidos. El resto, las de los miembros del Gobierno y diputados conservado­res que el lunes se prodigaban en los medios, eran anónimas. Muchos de ellos intentan aún salvar al primer ministro, y cargan contra su equipo en Downing Street. En defensa de Johnson, sus portavoces señalaban que el mandatario arrastra un fuerte catarro. Él mismo restó importanci­a a lo sucedido: “Creo que la gente ha entendido la mayoría de los argumentos que he querido presentar, y que todo ha ido bastante bien”. No parecía entender que la salida de la pandemia ha acelerado los ritmos políticos y económicos, y que las oportunida­des desaprovec­hadas tienen un precio cada vez más alto. En el mismo congreso de la patronal, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, logró elogios al presentar un plan para “lograr que el Brexit funcione”.

“El Gabinete debe exigir cambios serios”, señala una fuente del Gobierno

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/ JUSTIN TALLIS (AFP) El primer ministro británico, Boris Johnson, salía ayer del número 10 de Downing Street.

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