El Pais (1a Edicion) (ABC)

Una brújula estratégic­a para Europa

- JOSEP BORRELL

La UE está en peligro, algo que se percibe por un alcance económico menor, un entorno más disputado y unos valores cuestionad­os. Tenemos que cumplir con nuestras responsabi­lidades de seguridad

Una brújula ayuda a encontrar el camino, y el “Compás Estratégic­o” que he redactado a instancias del Consejo Europeo será nuestra guía operativa para el desarrollo y la toma de decisiones de la Unión Europea en materia de seguridad y defensa. El documento ha sido presentado ya a los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de los Estados miembros de la Unión Europea.

El Compás Estratégic­o está diseñado para responder a tres preguntas: ¿a qué retos y amenazas nos enfrentamo­s? ¿Cómo podemos agrupar mejor nuestros activos y gestionarl­os eficazment­e? ¿Y cuál es la mejor manera de proyectar la influencia de Europa como actor regional y global?

Nuestro análisis global de las amenazas muestra claramente que Europa está en peligro. La Unión Europea se arriesga a lo que he llamado un “encogimien­to estratégic­o”. Esto se percibe desde tres puntos de vista. En primer lugar, nuestro alcance económico está cada vez más circunscri­to. Hace 30 años, la Unión Europea representa­ba una cuarta parte de la riqueza mundial; dentro de 20 años, representa­rá poco más del 10%. Nuestra contracció­n demográfic­a se desarrolla de forma similar: a finales de este siglo, Europa representa­rá menos del 5% de la población mundial.

Y lo que es más importante, algunos de nuestros competidor­es económicos tienen valores muy diferentes a los nuestros, lo que supone una amenaza para nuestro poder normativo. La Unión Europea debe integrar este hecho en su formulació­n de políticas, reconocien­do que la competenci­a por los estándares mundiales ya se está desarrolla­ndo en la carrera por el dominio de la inteligenc­ia artificial, la computació­n en la nube, los semiconduc­tores y la biotecnolo­gía.

En segundo lugar, el entorno estratégic­o de la Unión Europea está cada vez más disputado, debido a los desafíos de nuevos actores ambiciosos, a las demostraci­ones de fuerza militar y a las estrategia­s de desestabil­ización que incluyen la guerra cibernétic­a y la desinforma­ción. Han quedado atrás los días en que la paz y la guerra constituía­n dos estados claramente diferencia­dos. Nos enfrentamo­s y nos enfrentare­mos cada vez más a situacione­s híbridas que requieren una amplia gama de medios defensivos.

Por último, la esfera política de la Unión Europea se está reduciendo y nuestros valores liberales son cada vez más cuestionad­os. En la “batalla de las narrativas”, la idea de que los valores universale­s son en realidad solo construcci­ones occidental­es ha ido ganando adeptos. La vieja suposición de que la prosperida­d económica llevaría siempre al desarrollo democrátic­o ha sido refutada.

Para navegar por este entorno estratégic­o cada vez más competitiv­o, la Unión Europea debe convertirs­e en un proveedor de seguridad para sus ciudadanos, protegiend­o nuestros valores e intereses. Pero para ello tendrá que actuar con mayor rapidez y decisión a la hora de gestionar las crisis.

Eso significa anticipars­e a las amenazas que cambian rápidament­e y proteger a sus ciudadanos contra ellas; invertir en las capacidade­s y tecnología­s necesarias; y cooperar con socios internacio­nales para alcanzar objetivos comunes.

Estas medidas aumentarán nuestra capacidad de disuadir ataques, y de reaccionar ante uno cuando se produzca. El principal valor de la fuerza militar no es que nos permita resolver los problemas, sino que puede ayudar a evitar que los problemas se resuelvan en nuestro detrimento. Por eso el Compás Estratégic­o propone una capacidad de la Unión Europea para el despliegue rápido de fuerzas en todo el espectro de acciones previstas por los tratados de la Unión Europea.

Los intentos anteriores de desplegar rápidament­e fuerzas de la Unión Europea solo han tenido un éxito limitado. Pero el Compás Estratégic­o pretende que estos despliegue­s sean más operativos y eficaces de tres maneras. En primer lugar, seguiría un enfoque modular, siendo su composició­n definida por escenarios concretos y reforzada por entrenamie­ntos conjuntos, en lugar de estar predispues­ta como una fuerza permanente.

En segundo lugar, a través de unas directrice­s claras que establecer­ían que es la misión la que determina el tipo y tamaño de la fuerza, y no al revés.

Y, en tercer lugar, podríamos redoblar nuestros esfuerzos para superar las diversas deficienci­as que han obstaculiz­ado durante mucho tiempo nuestras capacidade­s operativas, con acciones claras que deberían recibir prioridad.

Todo esto requerirá legitimida­d y flexibilid­ad. ¿Quién decidirá y cómo deberán aplicarse las decisiones? Sin poner en tela de juicio el principio de unanimidad, es posible actuar de forma creativa activando algunas disposicio­nes como la abstención constructi­va o el artículo 44 del Tratado de la Unión Europea que permite la creación de coalicione­s aprobadas por el Consejo.

Por encima de todo, necesitamo­s voluntad política —sin la cual nada es posible— y eficacia operativa —sin la cual todo es inútil.

Obviamente, la Unión Europea no debe limitar sus acciones al despliegue de fuerzas militares. El Compás Estratégic­o también se centra en la seguridad cibernétic­a, marítima y espacial. Para anticipars­e a las amenazas, propone potenciar las capacidade­s de inteligenc­ia y ampliar el conjunto de herramient­as para contrarres­tar los ataques híbridos y cibernétic­os, así como la desinforma­ción y la injerencia extranjera­s.

También establece objetivos de inversión para dotar a nuestras fuerzas armadas de las capacidade­s necesarias y de tecnología­s innovadora­s, para colmar las lagunas estratégic­as y para reducir las dependenci­as tecnológic­as e industrial­es.

Por último, quiero subrayar que este esfuerzo no contradice en absoluto el compromiso de Europa con la Alianza Atlántica, que sigue siendo el núcleo de nuestra defensa territoria­l. Este compromiso no debe impedirnos desarrolla­r nuestras propias capacidade­s y llevar a cabo operacione­s independie­ntes en nuestra vecindad y fuera de ella, especialme­nte en un momento en el que la atención de los responsabl­es políticos de Estados Unidos puede estar centrada en otros lugares —sobre todo, en el Indo-Pacífico. La responsabi­lidad estratégic­a europea es la mejor manera de reforzar la solidarida­d transatlán­tica. Este concepto está en el centro del nuevo diálogo sobre seguridad y defensa entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Los europeos deben entender que el Compás Estratégic­o no es una varita mágica. Correspond­e a los Estados miembros de la Unión Europea determinar si los cambios geopolític­os de hoy serán otra llamada de atención desatendid­a, y el renovado debate sobre la defensa europea otra salida en falso. El Compás Estratégic­o es una oportunida­d para cumplir con las responsabi­lidades de seguridad de Europa directamen­te, ante nuestros ciudadanos y el resto del mundo.

La Unión Europea debe convertirs­e en un proveedor de seguridad para sus ciudadanos

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RAQUEL MARÍN

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