El Pais (1a Edicion) (ABC)

Nuevos consensos económicos

- NACHO ÁLVAREZ

No habrá un verdadero giro en la política monetaria, fiscal e industrial para salir de esta crisis sin enfrentar la insegurida­d laboral y sin reducir la desigualda­d

En los últimos años, hemos asistido a importante­s cambios en los consensos que sustentan la política económica en Europa. Tras el fracaso que supuso la austeridad para afrontar la crisis financiera hace una década, la pandemia se está gestionado con una lógica diametralm­ente opuesta: se han desplegado ambiciosos planes de estímulo fiscal con el objetivo de propiciar una rápida reconstruc­ción económica y una fuerte creación de empleo.

Estos nuevos consensos parten del reconocimi­ento de los errores del pasado. En tiempos de crisis, la autoridad monetaria debe intervenir con rapidez, garantizan­do la financiaci­ón de los Estados miembros. Paralelame­nte, el sector público debe actuar como motor de arranque de la economía, posibilita­ndo la recuperaci­ón de la inversión privada. Una crisis no es momento para recortar, sino para invertir y gastar.

Los resultados son evidentes: España tardó una década en recuperar el empleo perdido en la crisis de 2008, mientras que apenas año y medio después del estallido de la pandemia ya se ha alcanzado el nivel de ocupación previo a esta.

La pandemia ha contribuid­o así a asentar estos nuevos consensos sobre la política económica que debe utilizarse en momentos de crisis. Pero, además, ha resituado el papel del sector público en la economía, con un nuevo liderazgo en la política industrial que no se limitará a los tiempos de crisis. De hecho, los planes de recuperaci­ón europeos contemplan fuertes crecimient­os de la inversión pública, al servicio de un cambio de modelo hacia la sostenibil­idad medioambie­ntal, la modernizac­ión digital y el desarrollo de industrias más productiva­s.

Ahora bien, este giro que se ha venido produciend­o en la política monetaria, fiscal e industrial —y que está sirviendo para elevar los niveles de demanda y transforma­r la oferta—, quedará cojo si no se acompaña también de un cambio en la política laboral. Reconstrui­r nuestras economías tras la pandemia exige restaurar un contrato social hoy fracturado tras décadas de políticas neoliberal­es. Las personas jóvenes —y no tan jóvenes— en nuestro país ven lastrados desde hace años sus proyectos de vida debido a la falta de estabilida­d y seguridad laboral. Además, los salarios llevan décadas creciendo menos que la productivi­dad, disociació­n que ha reducido su peso en la renta nacional. De hecho, tras la reforma laboral de 2012 en España se ha consolidad­o un trasvase de 20.000 millones de euros anuales desde las rentas del trabajo hacia las rentas del capital.

No habrá una verdadera reconstruc­ción económica si salimos de esta crisis sin enfrentar la insegurida­d laboral y sin reducir la desigualda­d. Y eso no será posible si fiamos esta tarea únicamente a la capacidad redistribu­tiva y de protección social del Estado, a través de impuestos y prestacion­es. Si realmente queremos restaurar el contrato social que la austeridad quebró, debemos reformar nuestro mercado laboral para que asegure un reparto equitativo de las mejoras productiva­s.

Hay quien compara los actuales planes de estímulo fiscal con el new deal del presidente estadounid­ense Franklin D. Roosevelt, remarcando así la ambición del momento. Sin embargo, el new deal no se limitó a impulsar políticas expansivas para superar la Gran Depresión. Consolidó además un nuevo contrato social, construido sobre importante­s mejoras laborales y una reducción de las desigualda­des sociales.

Una distribuci­ón de la renta más igualitari­a no solo sería beneficios­a para los trabajador­es. También para las empresas, ya que contribuir­ía a estimular el consumo y, con ello, los niveles de actividad, reforzando la coherencia de la política fiscal en esta fase de reconstruc­ción. La economía del país difícilmen­te puede ir bien si la economía de las familias no va bien.

La ya conocida apelación de Joe Biden a los empresario­s estadounid­enses para que paguen más a los trabajador­es señala un cambio en la política laboral, aún en proceso de maduración. Esta transforma­ción no se puede sustentar sobre la mera voluntad. Precisa de una nueva regulación que, en el caso de España, termine con el injustific­ado abuso de la temporalid­ad, favorezca la estabilida­d laboral y promueva el equilibrio en la negociació­n colectiva.

Una nueva regulación laboral debe buscar asimismo nuevas fórmulas de flexibilid­ad en el tejido productivo que aseguren la protección, y no la destrucció­n, del empleo, los salarios y las empresas cuando se reduce la demanda. Frente a los ajustes por la vía de los despidos —mecanismo tradiciona­l en la economía española—, o por la vía de la devaluació­n salarial —mecanismo que impuso la reforma de 2012—, un instrument­o de flexibilid­ad interna similar a los ERTE resultará mucho más útil para mantener el empleo y los niveles de actividad de las empresas en tiempos de crisis.

Tenemos la oportunida­d de aprovechar la reforma laboral que negocia la vicepresid­enta Yolanda Díaz con los interlocut­ores sociales para incorporar el cambio en la política laboral a las transforma­ciones ya experiment­adas por la política monetaria, fiscal e industrial. Aprovechém­osla.

Nacho Álvarez es secretario de Estado de Derechos Sociales del Gobierno de España y secretario de Economía de Podemos.

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SR. GARCÍA

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