No se puede estar a todo, Pablo Casado
Una noche de sábado en Granada, 20 años después de que Los Planetas escribiesen: “No será peor que lo que era / no será peor, seguro que es mejor”, Pablo Casado entró en una misa sin saber que estaba dedicada a la memoria de Franco. Había una bandera preconstitucional en el primer banco, cosa que pudo no ver Casado al estar en las últimas filas, y una corona de la fundación del dictador presidiendo el altar, si bien a distancia era imposible leer lo que ponía y solo se veía una bandera española; es decir, esa misa era la representación exacta del votante más ingenuo de Vox, y por tanto la presencia de Casado engañado en la iglesia era, también, la presencia del PP con Vox en las instituciones. Con el percal delante de las narices y sin enterarse de nada, o fingiendo no enterarse de nada.
La historia recuerda, prácticamente en todo, a cuando Ronaldo Nazario contrató a tres prostitutas sin saber que eran travestis y montó un pollo que apareció allí la policía; la diferencia es que Ronaldo montó el pollo y a Casado se lo colocaron en la bandera. Con tal torpeza que, para alegar que no sabía que allí se le brindaba una misa a Franco, le faltó decir que en la iglesia no lo sabía nadie, ni el propio sacerdote, y que al ser las ofrendas dirigidas al nombre de pila, cuando escuchó “Francisco” pensó, como siempre, en Francisco Alarcón Isco, que además jugaba al día siguiente en Granada (“era de cajón”).
Pero no supo salir del paso, como es normal. Le pasó lo mismo a Jean Claude Romand, que un día dijo que había aprobado una asignatura de Medicina que había suspendido, y terminó fingiendo ser médico de la Organización Mundial de la Salud durante dos décadas. Nada impide pensar ya que Pablo Casado, cuando era adolescente, entró en la sede del PP sabe Dios creyendo qué era y allí la gente le afilió al PP, iniciando una carrera meteórica en la derecha española, despiste tras despiste, que lo ha depositado en una misa en ofrenda al caudillo. La mítica misa de sábado, además, para no tener que madrugar el domingo (Dios es un empresario que concilia, por eso dura tanto y cobra de sus empleados).
Podía ser peor; podía ser la misa de medianoche de esa serie de Netflix que transcurre en una isla que podría unirse al continente juntando a todos los cadáveres. Cualquier
cosa antes que una misa por Franco quien lleva años quejándose de la matraca de Franco, “Franco por aquí y Franco por allá”, y si se descuida casi se estampa contra la lápida. No habrá cosas que hacer un sábado noche antes que rezar por las almas de nadie; en Granada, además, donde las almas no las salva Dios sino Enrique Morente. En Granada, sí, donde a partir de las seis de la tarde no acierta nadie a entrar en el sitio que quiere, pero casi siempre da con un local con un grupo estupendo, fue Casado a parar a una misa por Franco. El problema es mucho más grave de lo que parece.
Las cosas ahora en el PP están así: un “error” les acerca a Vox y les separa del resto de partidos, y la justificación del error les separa de Vox y les convierte en objeto de mofa del resto. Lecciones del error hay pocas, pero una es fundamental y lo ha comprobado Casado hasta sin querer: en España quienes dan la matraca con Franco 46 años después de su muerte son los franquistas. A una exhumación de víctimas no ha ido ni equivocándose.