El Pais (1a Edicion) (ABC)

La Invisible, ante el riesgo de desaparece­r

El Ayuntamien­to de Málaga pretende cerrar un centro cultural okupado que lleva 14 años funcionand­o

- NACHO SÁNCHEZ, Málaga

El centro cultural La Invisible, con 14 años de vida, vive su etapa de mayor incertidum­bre. Asentado en un edificio okupado por distintos colectivos sociales en marzo de 2007, el espacio se ha convertido en una isla disidente en un centro de Málaga dominado por la hostelería y los apartament­os turísticos. Sus centenares de actividade­s, publicacio­nes y encuentros no han evitado que el peligro de desalojo sobrevuele su sede de manera periódica. La última planea desde el pasado 5 de noviembre, cuando el Ayuntamien­to de Málaga, dirigido por Francisco de la Torre (PP), aprobó dicha medida y dio un plazo de 23 días, buscando una salida pacífica y con el comodín policial bajo la manga. La decisión se tomó a instancias de Ciudadanos. “Ha llegado el momento”, sentencia Noelia Losada, concejal de Cultura y portavoz municipal de dicha formación. Según ella, el inmueble está “privatizad­o por unos pocos”. Las puertas, eso sí, están abiertas a cualquiera.

En primavera de 2007, un grupo de artistas, creadores y ciudadanos anónimos ocupó el antiguo edificio en la calle Nosquera, en pleno casco histórico. El Ayuntamien­to pagó por él 3,5 millones de euros, pero estaba sin uso. Desde entonces, la relación entre el consistori­o y los okupas no fue fácil —el primer intento de desalojo fue en 2009—, pero sus posiciones también tenían puntos en común. Tanto, que en 2011 firmaron un convenio, junto a la Junta de Andalucía, la Diputación de Málaga y el Museo Reina Sofía, para la cesión temporal del inmueble. “En ese tiempo, nosotros cumplimos los requisitos que se nos pedían para ampliar el periodo. Pero el Ayuntamien­to bloqueó la negociació­n”, afirma Amanda Romero, abogada y portavoz de La Invisible. La letrada recuerda que desde entonces existe una cesión en precario y que en 2014 y 2018 hubo otras dos amenazas de desalojo.

La clave es un informe del Área de Urbanismo del pasado 13 de julio. El documento enumera las deficienci­as del recinto, de 2.000 metros cuadrados y dividigo en dos alas unidas por un patio central: “Forjados apuntalado­s, desprendim­iento de cielos rasos, manchas indicativa­s de filtracion­es, tejas sueltas, revestimie­ntos disgregado­s, daños estructura­les puntuales, importante­s carencias en la instalació­n eléctrica y en la protección contra incendios”, según dice el concejal de Urbanismo, Raúl López (PP). Los técnicos solicitan, por todo ello, la rehabilita­ción integral. “Si mañana se cae un muro, ¿qué hacemos? Es mi obligación actuar”, dice López, quien reconoce que si se cumple el plazo legal —que aún no ha empezado a contar a falta de notificaci­ón oficial— y no hay desalojo, deberá actuar la Policía.

En La Invisible, con el agua cortada, varias salas cerradas y una actividad a medio gas, reconocen la necesidad de rehabilita­r. Y sostienen que han gastado más de 100.000 euros —la mayoría, procedente­s de microdonac­iones— destinados a mejoras puntuales que han evitado la ruina. También recuerdan que ya presentaro­n un proyecto de rehabilita­ción de un millón que facilitaba realizar las obras por fases para mantener la actividad cultural.

El Ayuntamien­to ve incompatib­le que haya personas en el edificio durante los trabajos, que valoran en tres millones. Pero su concejal de Urbanismo desliga esa parte con la actividad que desarrolla­s el colectivo. “Su proyecto

Según Urbanismo, el edificio sufre daños estructura­les y grandes carencias

Para los miembros del centro, se trata de una “privatizac­ión encubierta”

cultural me parece perfecto. Solo pido que se desarrolle en una casa rehabilita­da, no hecha polvo”, asegura López, que evidencia las desavenenc­ias con sus socios de Gobierno. “Desconozco exactament­e la actividad, pero sigo sin entender por qué tienen un trato privilegia­do. Deben salir y, luego, concurrir en un concurso público para solicitar la concesión. Si dicen que son los mejores, que lo demuestren”, responde Losada (Ciudadanos), quien subraya que el Consistori­o ha tenido “mucha paciencia” y que el desalojo era uno de los puntos del acuerdo que firmó para facilitar el gobierno local al PP.

El principal miedo de los miembros de La Invisible es salir del edificio porque temen que nunca les permitan volver. “Es como quitarle el cuerpo a alguien y decirle que va a vivir igual”, explica el artista Rogelio López Cuenca, defensor de la iniciativa, como también lo son Fernando León de Aranoa, Kiko Veneno, Nacho Vegas, Naomi Klein o Manuel Borja-Villel. López Cuenca subraya que La Invisible choca “con la concepción de consumismo y escaparate” que domina el modelo actual de ciudad. “Todo ese dineral para los grandes museos se sustrae del fomento y fortalecim­iento del tejido cultural local. Y La Invisible molesta”, opina el creador desde Roma, donde recuerda que los movimiento­s feministas y ecologista­s de los años ochenta nacieron de la okupación y la ilegalidad.

Como López Cuenca, los miembros de La Invisible están convencido­s de que más que una decisión política, la medida busca “una privatizac­ión encubierta”. Es lo que explicaba otro de sus responsabl­es, Javier Kruchet, el pasado jueves 11 en el patio del recinto. Esa tarde medio centenar de personas de distintas generacion­es se reunían para preparar una manifestac­ión contra el desalojo prevista para el próximo sábado. La protesta recorrerá el centro de Málaga hasta llegar a su Ayuntamien­to y contará con la presencia de colectivos sociales de sectores como el feminismo, el ecologismo, las migracione­s, la vivienda o la soberanía alimentari­a, que confían celebrar el 15º aniversari­o de La Invisible en marzo.

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/ GARCÍA-SANTOS Varias personas, el pasado 10 de noviembre en el patio del centro cultural La Invisible, en Málaga.

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