El Pais (1a Edicion) (ABC)

“Me gusta la fantasía que desconcier­ta a los defensas”

BRAHIM DÍAZ

- DAVID ÁLVAREZ, Madrid

Brahim Díaz (Málaga; 22 años) vuelve a Madrid, pero con la camiseta del Milan, donde ha explotado en su segunda temporada cedido por el Real Madrid. Junto con Ibrahimovi­c y Leão, es el futbolista que más peligro genera de un equipo que, pese a tener solo un punto en la Champions, aún conserva opciones de avanzar a la siguiente ronda. Antes de medirse al Atlético en el Metropolit­ano (21.00, Movistar Liga de Campeones), Brahim habla a través de videoconfe­rencia desde la ciudad deportiva de Milanello días después de la primera llamada de Luis Enrique con la selección.

Pregunta. El selecciona­dor le incluyó en la última lista, pero también dijo que su posición, la mediapunta, no existía en su sistema. Hace tiempo que Tampoco aparece en el del Madrid. ¿Están pasados de moda los mediapunta­s?

Respuesta. No creo que se esté perdiendo ese tipo de jugadores, ni mucho menos. Hay muchos que juegan en esa posición. Soy un jugador que lo hace muy bien entre líneas, de mediapunta, pero también en un 4-3-3 normal, tanto en banda, como de falso nueve…

P. Aunque no es el futbolista más grande (1,71m), le gusta moverse en esa zona caliente, donde hay poco espacio, empujones… ¿Es donde mejor se encuentra?

R. Yo me encuentro cómodo donde me pongan…

P. Pero es ahí hacia donde tiende a ir…

R. Sí, tengo la suerte de que puedo utilizar las dos piernas, me puedo girar tanto para un lado como para otro. Me manejo muy bien en esa zona. Es una zona donde hay muchos jugadores, muy poco espacio. Pero en esa zona se crea mucho peligro. No solo a los defensas, no solo cuando recibes la pelota. No saben si salir porque pueden dejar espacio a la espalda. Si salen a lo mejor dejan solo al delantero para poder correr a la espalda. Y si no salen, pues tengo la facilidad de girarme y atacarle al uno contra uno. Incluso con algunos movimiento­s de jugadores, hay espacios al otro lado. Es una posición que a los defensas, y también a los seis, les cuesta mucho de marcar.

P. ¿El desconcier­to es una oportunida­d para la imaginació­n?

R. Me gusta imaginar, me gusta tener esa fantasía que desconcier­ta a los defensas. Es un punto muy bueno en el fútbol. Que los rivales no sepan qué hacer produce más espacios, para uno mismo o para los compañeros.

P. A menudo, cuando recibe, con la pelota también le llega un choque. Algunos, como Grealish o Hazard, lo usan para empezar la acción. ¿Usted también?

R. Recibir el contacto te hace girarte para un lado o para otro, saber dónde está el rival. Es un punto de referencia. Me gusta ese contacto. No es que sea un jugador fuerte, pero sí soy rápido en esa situación. Al tener el tren inferior tan bajo, como los defensas suelen ser altos, cuando uno se gira y es tan hábil, les cuesta más girarse y saber dónde está el rival.

P. Dice que es una ventaja poder girarse para un lado u otro. Es difícil saber si usted es diestro o zurdo. ¿Es algo aprendido?

R. Es natural. Siempre he jugado tanto con la izquierda como con la derecha, he tenido esa fortuna, que yo recuerde.

P. No fue que le obligara su padre, por ejemplo.

R. No, no. Mi padre me ponía a entrenarlo. Ha sido para mí un gran entrenador, aparte de padre. Me ha hecho ser mejor no solo como persona, sino en el fútbol también. Pero por lo que él me ha dicho es algo natural. Aunque uno practica mucho. Con 12 años, tuve un entrenador que nos ponía una calceta blanca y otra negra. La blanca era la pierna buena y la negra, o azul oscuro, la mala. De repente decía: “Solo jugamos con la azul oscuro”. Y había que jugar con ella. Y decía: “¿Pero tú te has cambiado las calcetas y te has puesto la mala en la buena y la buena en la mala o qué?”.

P. ¿Con las manos es igual?

R. Cuando escribo es solo con una, no he practicado con la izquierda. Soy diestro.

P. Hay cosas en su juego que evocan al fútbol callejero. ¿Tuvo mucha calle de niño?

R. Sí, he jugado bastante en la calle con los amigos, casi todos mayores. Cuando terminaba un entreno, o el colegio, intentaba coger una pelota. De ahí esa pillería.

P. ¿Cómo se lo tomaban los mayores?

R. Los mayores más de una vez se picaban. De pequeño también me ha gustado mucho el fútbol sala. En espacios reducidos, el fútbol sala te da algo muy bueno, que es el pensar rápido, o incluso hacer cosas diferentes: la pisada, bicicletas… otro fútbol. En el barrio había un campo, así que siempre estábamos ahí dándole.

P. Con ese espíritu juguetón, ¿qué prefiere, un caño o un gol?

R. Me gusta ver disfrutar a la gente. Creo que al fútbol van a disfrutar, a ver cosas que les gusten, de ese tipo: un caño... Pero evidenteme­nte prefiero un gol, porque ayuda al equipo y el fútbol se trata de ganar los tres puntos. Pero no se puede perder esa magia que han tenido tantos jugadores

“El fútbol sala me ayudó a pensar rápido, pisarla, hacer bicicletas...”

grandes, que van a verlos y pagan por ello, por lo que hace disfrutar: el sombrero, la ruleta, el caño, la bicicleta…

P. Con 14 años deja Málaga y con toda la familia se va a Mánchester, fichado por el City. ¿Le pesó la responsabi­lidad?

R. La familia me ayudó mucho. Es lo más importante que tengo en la vida, la familia. No he sentido el peso, solo que tenía que seguir disfrutand­o del fútbol, que había logrado algo muy bueno.

P. ¿En algún momento dejó de ser divertido?

R. Nunca dejó de ser divertido. Siempre he disfrutado del fútbol. Hablar de fútbol es mi pasión.

P. ¿Es de los que sigue viendo fútbol cuando llega a casa?

R. Me gusta ver fútbol. En mi casa, incluso con mis hermanas [tiene cuatro], que son pequeñas, hablo de fútbol. Les gusta hablar de fútbol, y me dicen: “Oye, te ha faltado esto…”. Me encanta. En mi casa se respira fútbol.

P. ¿Qué le gustaría tener de su compañero Ibrahimovi­c?

R. Muchas cosas. Me gustaría tener su capacidad de gol, su capacidad de entender el fútbol. Eso lo ha ganado con la experienci­a. El dar tan buenos consejos. Saber dónde va a llegar la pelota para empujarla. Tener ese timing con la pelota y sin ella. Es muy completo, pero en el área es donde hace mucho daño, es imprevisib­le. Puede marcar de chilena, o hacer un recorte como aquel del Ajax [múltiples regates en un gol al Breda en 2004].

P. Dice que da buenos consejos. ¿Cuál le ha dado?

R. Me ha dicho que tenga esa personalid­ad que tengo, que sea como yo soy, que disfrute y que así haré cosas grandes. Viniendo de una leyenda como Ibra...

P. También ha tenido entrenador­es leyenda. ¿Qué recordará de Guardiola o de Zidane?

R. De Guardiola, leer los espacios, saber cuándo te viene el rival para dejar de cara, descargar, perfilarte bien, el trabajo cuando pierdes la pelota para recuperarl­a rápido, porque con posesión corres menos… Todo eso. Pero no solo con Guardiola. Con Zidane y con Pioli [técnico del Milan] también es lo mismo. Igual aquí he aprendido a defender mejor o a colocarme mejor.

P. Visitan al Atlético en una situación muy difícil.

R. Somos el Milan, un equipo muy bueno, y matemática­mente podemos entrar… No hemos tenido ese punto de fortuna en la Champions, aunque hemos jugado bastante bien. En Anfield fue difícil la primera parte, pero nos pusimos 1-2, y luego esos dos goles que nos meten... el 3-2… Aquí contra el Atlético hicimos un partido increíble, y los dos goles vinieron al final (1-2). Vamos a ir allí a jugar nuestro juego y a ganar.

P. ¿Le da tiempo a pensar en el Madrid?

R. Ahora estoy en el Milan, centrado en el Milan y quiero dar lo máximo aquí. Les sigo desde lejos, pero ahora estoy aquí, estoy disfrutand­o mucho lo que me gusta, que es jugar al fútbol en un gran club como el Milan.

“Ibrahimovi­c me ha dicho que tenga personalid­ad y haré cosas grandes”

“Con Guardiola aprendí a leer los espacios. Aquí, a defender mejor”

Todo es imperio y territorio Sheriff. Los modernos supermerca­dos, que contrastan con las cotidianas y polifacéti­cas estatuas de Lenin y los abundantes símbolos de su pasado soviético, las gasolinera­s, bancos, destilería­s de coñac, los proveedore­s de telecomuni­caciones, hasta un vivero de caviar. Prácticame­nte todo en Transdsnié­ster conduce al poderoso holding empresaria­l Sheriff. Y por supuesto, también el enorme complejo deportivo sede del Sheriff de Tiraspol. El equipo sorpresa de la Liga de Campeones, que recibe hoy (21.00, Movistar LC) al Real Madrid, ha puesto en el mapa esta región, reconocida como parte de Moldavia por la comunidad internacio­nal, que se proclamó independie­nte en 1990, vivió una guerra y continúa atrapada en uno de los conflictos congelados legados por el colapso de la

URSS hace tres décadas.

Transdsnié­ster, como otras muchas partes de Moldavia, uno de los países más pobres de Europa, se desangra por la migración. Las oportunida­des no abundan tampoco en esta región, encajada en la ribera izquierda del río Dniéster, que se autodenomi­na Pridnestro­via.

Así que para Tatiana Rudkovskay­a, de 43 años, el hecho de que el Sheriff de Tiraspol haya dado la campanada en la Champions y desafíe a

“un equipo de estrellas”, como el Real Madrid, es una excelente noticia: “Hace poco nadie sabía dónde estábamos. ¡Y de repente todo el mundo se enteró de que existe Transdsnié­ster! Cuando ganó al Real Madrid en España ya fue el acabose”.

Activa y sonriente, Rudkovskay­a, deportista, hincha del Sheriff y presidenta de la federación de yoga de la región, cree que el fútbol y la publicidad generada por los partidos puede suponer una oportunida­d de oro para desarrolla­r el turismo en la región, eminenteme­nte rural. Aunque llegar hasta Tiraspol —pasando por un punto de control vigilado por sus fuerzas de seguridad en la militariza­da línea administra­tiva que separa el enclave del resto de Moldavia— y desenvolve­rse no sea tan sencillo.

En el territorio, que tiene su propia moneda, no se aceptan las tarjetas visa y mastercard debido a que los bancos de este territorio no reconocido como independie­nte no tienen los códigos internacio­nales. “Transdsnié­ster es muy atractivo sobre todo para aquellos interesado­s en la temática soviética. Muchos de los que vienen quedan asombrados por nuestros lenines”, dice esperanzad­a Rudkovskay­a en su estudio de yoga en Bender, la segunda ciudad de la región, después de Tiraspol, donde se aprecian aún en la fachada de un par de edificios las cicatrices de la guerra de hace 30 años que segó unas mil vidas.

Como la enorme estatua de Vladímir Lenin con la capa al

viento, como si fueran unas alas, que preside la plaza del Soviet Supremo (el Consejo Supremo) de Tiraspol, la sede del Gobierno del territorio, donde ondean al mismo nivel, como en todos los edificios oficiales, la bandera de Transdsnié­ster —roja y verde, con hoz y martillo— y la de Rusia.

El enclave, de medio millón de habitantes, acoge varias bases militares rusas, multitud de puntos de control militariza­dos y unos 1.500 soldados rusos, que actúan como “pacificado­res” en el conflicto irresuelto. Una guerra desatada en 1990, cuando Transdniés­ter —que acumulaba la mayoría de la industria—, de población mayoritari­amente eslava (rusos y

La entrada más barata para hoy vale 30 euros; el sueldo medio es de 300

ucranios) y donde se habla ruso, reivindicó su independen­cia de Moldavia y su carácter soviético después de que Chisináu —más agrícola— proclamara su independen­cia de la URSS, quiso unirse a Rumania y restableci­ó el alfabeto latino en vez del cirílico. Las tropas rusas impidieron entonces que Moldavia sometiese a Transdniés­ter y desde entonces se ha convertido en una especie de protectora­do ruso, un punto de influencia al que suministra gas prácticame­nte gratis y que actúa como pequeña ancla geoestraté­gica en una región que vira cada vez más hacia Occidente.

Transdniés­ter podría parecer un enorme parque temático soviético, donde no hay franquicia­s de cadenas internacio­nales como McDonald's, Pizza Hut o Zara, que ya acoge viajes organizado­s de pioneros, nostálgico­s o curiosos, que peregrinan también por otros lugares de la órbita comunista. Las reminiscen­cias se respiran por doquier, en sus estatuas, tradiciona­les mosaicos en los edificios de estética soviética, antiguos tanques de la Segunda Guerra Mundial y en el trazado puntilloso de sus calles. Pero la autodenomi­nada república de Pridnestro­via está muy lejos de ser un enclave comunista. El territorio está, en la práctica, administra­do por una única persona, el oligarca Viktor Gushan, un silencioso exoficial de policía soviético (de ahí el nombre de su holding, Sheriff) que hizo su fortuna en la oscura época de las privatizac­iones que estalló tras el colapso de la URSS.

El dueño del conglomera­do empresaria­l Sheriff —que también es propietari­o del mejor hotel de la ciudad, el Rusia, donde el Real Madrid se aloja en (nunca mejor dicho) territorio rival— tiene estrechísi­mos vínculos con el Gobierno de Transdniés­ter, donde sus ciudadanos eluden hablar de política y especular en público sobre la fortuna del oligarca. Sus aliados, apunta el politólogo Anatoly Dirun, antiguo miembro del partido financiado por Gushan, que conoce los entresijos del imperio y las dificultad­es ahora de ser opositor, controlan los principale­s puestos de la cúpula de la región.

En el parque de Catalina, en el centro de Tiraspol, Vasili Sujov se hace fotos con su hijo Mijaíl como si fueran los jugadores del Real Madrid y del Sheriff, tras un enorme póster, con el logo de la Liga de Campeones. Sujov, programado­r, cuenta que no hay muchos lugares de ocio ni eventos apoteósico­s. De ahí que el partido contra el Real Madrid, como sucedió con el Inter de Milán, se haya convertido casi en el acontecimi­ento del siglo. Aunque de las 6.000 localidade­s puestas a la venta (la mitad del aforo en esta época de pandemia) solo 1.000 se hayan liberado para los ciudadanos locales. Y a 30 euros la más barata en una región donde el salario medio es de 300 euros al mes, apunta Sujov. Nunca había sido muy forofo, empezó a animar al Sheriff este año, pero ya paladea el sueño de pasar a octavos de final de la Liga de Campeones.

Tatiana Rudkovskay­a, en el estudio de yoga, cuenta que se ha hecho un “mapa de sueños”. Uno de ellos es vivir una temporada en el extranjero, en un sitio cálido y con mar. “Pero siempre con la visita puesta en volver”, dice. “Algunos son escépticos sobre la gran ventaja para Transdniés­ter de todo esto del fútbol, pero yo creo que es una gran ventaja. Quizá incluso el reconocimi­ento de independen­cia. Si lo reconocen me quedaré para siempre”.

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/ MARCO CANONIERO (GETTY) Brahim Díaz, en la Champions ante el Atlético en Milán el 28 de septiembre.

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