HRW acusa a Minsk y Varsovia de violar los derechos de los migrantes
La ONG recoge los casos de miles de personas atrapadas en un “limbo” entre ambos países y con frecuentes maltratos
Afran, un sirio de origen kurdo, siente que Polonia y Bielorrusia han jugado con su vida —y con la de muchos como él— como si fuera una pelota de pimpón. “Los bielorrusos nos envían a suelo polaco, y los polacos nos devuelven. Así una y otra vez”, asegura. Abdul, también sirio, recuerda los ocho días que pasó en tierra de nadie, en un bosque fronterizo entre los dos países. “Estuve cuatro días sin comida ni bebida”, asegura.
Son algunos de las decenas de testimonios recogidos por Human Rights Watch (HRW) en el informe Muere aquí o ve a Polonia, publicado ayer. La organización documenta la violación de derechos que ambos países han protagonizado contra los migrantes en una crisis instigada por el régimen de Aleksandr Lukashenko en respuesta a las sanciones europeas.
Mientras los líderes toman decisiones políticas, miles de personas se han visto atrapadas en lo que HRW denomina “un limbo desesperado” en la frontera, en una situación de flagrante violación de derechos y que en ocasiones los deja en peligro de muerte. Tras ser animados a viajar a Minsk, la capital bielorrusa, los agentes polacos impiden su entrada o devuelven a los que han logrado cruzar la frontera.
Las autoridades bielorrusas, por su parte, golpean y detienen a aquellos que entran de nuevo en el país empujándoles a que vuelvan a entrar en Polonia. “Incapaces de avanzar o retroceder, muchos pasan varios días sin techo o acceso a servicios humanitarios, con el resultado de muertes, hipotermias u otras enfermedades y heridas”, asegura la ONG, que concluye que Bielorrusia y Polonia comparten la responsabilidad de esta crisis humanitaria.
Lydia Gall, una de las investigadoras de HRW que en octubre viajó a la zona, describe unos migrantes “extremadamente cansados, sin esperanzas y con mucho miedo de las autoridades tanto bielorrusas como polacas”. En conversación telefónica desde Budapest, Gall asegura que lo peor para estas personas no eran los días de frío, hambre, sed e incertidumbre hasta entrar en Polonia, sino que el verdadero “infierno” comenzaba a partir del momento en el que las autoridades locales les interceptaban y les mandaban de vuelta a Bielorrusia.
“Nos han contado casos de palizas o de guardias ofreciendo agua sucia o riéndose de personas exhaustas. Y este trato se dispensaba tanto a hombres como a mujeres y niños”, asegura Gall, investigadora sénior para Europa y Asia Central de HRW.
Si el trato en Bielorrusia es muy malo, las cosas al otro lado de la frontera tampoco marchan muy bien. La investigadora critica sobre todo a las autoridades polacas por separar a las familias que llegan a su suelo. El informe explica que si bien las personas heridas o enfermas son llevadas a un hospital, sus familiares sanos son devueltos sin ningún miramiento, violando las normas europeas y polacas. Se trata de devoluciones en caliente en las que nadie pregunta por las circunstancias de las personas que cruzan.
Durante la preparación del informe, que insiste en la responsabilidad que comparten los dos países, y toda la Unión Europea, se habían documentado 13 muertes de migrantes. Aunque se desconoce la cifra de personas que han cruzado la frontera, los medios polacos informaron de más de 30.000 intentos de traspasarla desde principios de año.