El Pais (1a Edicion) (ABC)

Electoansi­edad

- / CRISTINA MONGE

Suele olvidarse que la política es aquello que se hace entre dos noches electorale­s, tras comprobar el reparto de opciones de poder que le ha correspond­ido a cada cual según las preferenci­as de los votantes. De ahí que las urnas sean imprescind­ibles, pero no lo son todo. Sin embargo, la obsesión electoral, unida a la velocidad de los acontecimi­entos y las cámaras de eco que son las redes sociales pueden acabar construyen­do una caverna donde las sombras lo sean de nuestras cábalas y no de la realidad.

En España esa obsesión es, en parte, consecuenc­ia del marco impuesto por la derecha al declarar desde el primer día “ilegítimo” al Gobierno de coalición hasta conseguir crear un estado de ánimo preelector­al permanente. Si hace dos años aseguraba que el Ejecutivo ni siquiera aprobaría unos Presupuest­os —estamos a punto de tener los segundos—, desde entonces, pandemia incluida, su discurso no cesa de reclamar la disolución de las Cortes y la convocator­ia de nuevos comicios. Obviamente, que la oposición lo exija no significa que el Gobierno dimita, pero el triunfo de ese marco tiene un carácter performati­vo, es decir, es capaz de cambiar la percepción y por tanto la valoración del electorado. Así, la conversaci­ón pública interpreta ya las encuestas como escrutinio­s, cuando no hay ni convocator­ias ni candidatur­as ni nada que se le parezca.

La electoansi­edad se proyecta también a las comunidade­s autónomas. Tras meses de rumores sobre posibles adelantos electorale­s en Andalucía o Castilla y León, se han multiplica­do las especulaci­ones sobre las repercusio­nes de unos resultados cuyas elecciones no están ni convocadas.

Los anuncios de nuevas candidatur­as no quedan al margen de este fenómeno. La plataforma que quiere liderar Yolanda Díaz excita más los cálculos de posibles damnificad­os electorale­s que el análisis sobre la oportunida­d y coherencia del proyecto, lo que pueda aportar de novedoso o su capacidad de conectar con la sociedad. Como si el éxito de este proyecto no dependiera de cuestiones claves como la reforma laboral o cómo se gestiona la conflictiv­idad social que acompaña a esta fase de la pandemia.

Parecida situación se da cuando las organizaci­ones ciudadanas de la “España vacía” se plantean concurrir a las próximas legislativ­as. En lugar de analizar qué ha fallado en el sistema para que una parte importante de la población se sienta abandonada, nos apresuramo­s a hacer simulacion­es electorale­s y especulaci­ones sobre a quién apoyarían para formar Gobierno en un escenario de fragmentac­ión parlamenta­ria donde unos cuantos diputados serían decisivos.

No seré yo quien reste importanci­a al momentum electoral ni quien renuncie al morbo de la política-ficción, pero si nos creemos eso de que la democracia es algo más que votar cada cierto tiempo, convendrem­os que la conversaci­ón pública será más útil si conseguimo­s aplacar la “electoansi­edad” y nos centramos en lo que realmente ocurre. Como si fuera poco.

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