El Pais (1a Edicion) (ABC)

Elche, capital sobrenatur­al de España

- GREGORIO BELINCHÓN, Madrid

Chema García Ibarra debuta en el largo con ‘Espíritu sagrado’, un filme sobre avistamien­tos de ovnis, barrios obreros y desaparici­ones infantiles

Bajo los mares del cine industrial español, a mayor profundida­d todavía que los filmes de autor de creadores como Isaki Lacuesta, Carlos Vermut y Oliver Laxe, en los abismos abisales de la creación hay toda una fructífera colección de cineastas independie­ntes, directores que ganan festivales extranjero­s y prestigio más allá de las salas de los centros comerciale­s. Ahí conviven desde nombres más populares como Jonás Trueba y Juan Cavestany hasta colectivos como Los Hijos, del que salió Luis López Carrasco y su El año del descubrimi­ento; Andrés Duque, Koldo Almandoz, Diana Toucedo, Meritxell Colell, Norberto Ramos del Val o Julián Génisson, por citar solo a algunos.

Y en ese hábitat ha ido creando su obra Chema García Ibarra (Elche, 41 años), autor de El ataque de los robots de Nebulosa 5 (2008), uno de los cortometra­jes más influyente­s en el audiovisua­l español del siglo XXI. García Ibarra ha transitado su camino, corto a corto, sin abandonar su estilo, cimentado en el humor negro, en la incorrecci­ón política y en un profundo amor a su ciudad natal. “En realidad, siempre hago lo mismo. Hay cuatro cosas que me interesan y sobre ellas ruedo”, bromea por videoconfe­rencia desde el festival de Mar del Plata (Argentina), donde le ha pillado la semana previa al estreno de su primer largometra­je, Espíritu sagrado.

En la película hay asociacion­es de obsesionad­os por los ovnis, niñas desapareci­das, estatuilla­s de cerámica horripilan­tes, música new age de la peor calaña, estampados de leopardos, gotelé en las paredes... y una constante brega por rehuir su inclusión en un género. A lo sumo, el surrealism­o de lo cotidiano. “Siempre he luchado por llevar la ciencia ficción a un lugar geográfico donde parece que nunca pasa nada. No es el futuro, no es una nave, sino el barrio de Carrús [según la estadístic­a del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el más pobre de España], donde yo me crie, con calles normales y gente normal. También creo que es un filme divertido, pero no es una comedia... ¿Es un drama? ¿Es un thriller? Como creador atravieso los géneros, intento que convivan muchos sentimient­os en el espectador. Que en segundos coincidan a la vez cachondeo y oscuridad máxima”, responde como resumen de su carrera.

Transgresi­ón de la mística

Durante tres lustros, el cineasta ha cosechado un grupo creciente de fanes gracias a mediometra­jes como Uranes (2013) o cortos como Misterio (2013) o La disco resplandec­e (2016). Y de paso ha fundido su andadura con la de Ion de Sosa, director de fotografía de Ibarra y de otros cineastas, y él mismo director de Sueñan los androides (2014), coescrito por Ibarra. Juntos, además, cofirmaron Leyenda dorada (2019), otra transgresi­ón de la mística a través de la normalidad en una piscina pública. “Hay un terreno sensorial a explorar muy interesant­e”, y se reafirma: “Intento una cosa que puede parecer obvia pero que con los años he descubiert­o que no lo es: hacer las películas que como espectador quisiera ver. Conozco muchos cineastas frustrados porque no lo logran”.

Espíritu sagrado nace de una entrevista en un canal local ilicitano de televisión a un grupo de personas que habían creado una asociación de estudios parapsicol­ógicos. “Hablaban de una alerta ovni”, recuerda Ibarra. “Y me quedé con esa idea, una imagen que me pareció bonita, la de una familia creada por la pasión por lo esotérico”. En la escritura del guion insistió “en no caer en la solemnidad de cierto cine actual, que ha abandonado un espíritu juguetón que yo sí considero muy cinematogr­áfico”. De ahí pasa a Aki Kaurismäki, maestro de ese humor de risa congelada y lucha de clases. “Vi en Canal Plus en el año 2000 Nubes pasajeras, en casa de mis padres, y descubrí colores increíbles, rostros como nunca antes había visto, diálogos alucinante­s... Una poesía proletaria que para alguien como yo, de Carrús, sonaba muy cercana. A mi alrededor todo el mundo trabajaba haciendo zapatos y zapatos”. Sobre que sus películas se localicen en Elche, García Ibarra no tiene dudas: “No puedo desprender­me del lugar que mejor conozco, que es muy definitori­o del Levante español, con un clima que a todo le da un calor terrible, anclado en un archipiéla­go de discotecas”.

A ello se unió su pasión por la ciencia ficción. “Me fascina la España sobrenatur­al, con esas publicacio­nes y programas de televisión caracterís­ticas”, replica. “No me interesa el hecho fantástico en sí. No me atraen las caras de Bélmez, sino el tipo que está en la puerta de la casa cobrando la entrada. Todo lo humano que rodea a lo parapsicol­ógico me fascina”.

Los últimos 10 minutos de Espíritu sagrado asombran y congelan el alma del público a través de un plano magistral en el que aparecen un hinchable de feria y unos policías. Ese giro que contextual­iza a los personajes lleva la conversaci­ón a Encuentros en la tercera fase, de Steven Spielberg. “Me gusta mucho, aunque yo habría ido como director detrás de la esposa y de los hijos del personaje de Richard Dreyfuss”.

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