El Pais (1a Edicion) (ABC)

Un fenomeno paranormal

- JAVIER OCAÑA

ESPÍRITU SAGRADO

Dirección: Chema García Ibarra. Intérprete­s: Nacho Fernández, Llum Arques, Joanna Valverde. Género: comedia. España, 2021. Duración: 97 minutos.

Si hubiera que citar el mejor cortometra­je español de la primera década del siglo XXI, entre los favoritos estaría sin duda un artefacto cinematogr­áfico aguerrido y extraño, pero nunca extravagan­te, titulado El ataque de los robots de Nebulosa 5 (2008). Una pieza fabulosa con un descacharr­ante humor negro y una ilusionant­e incorrecci­ón política que, partiendo de la cotidianid­ad acababa aterrizand­o en una especie de ciencia ficción de andar por casa maravillos­amente pedestre.

Su autor era Chema García Ibarra, un ilicitano salido de la nada, que desde entonces ha ido forjando una sólida (y rara) carrera en el formato corto con títulos como Misterio (2013), sobre una mujer con dos ilusiones, tener gatos y viajar al espacio, y La disco resplandec­e (2016), aparente docudrama multicultu­ral de botellón desolado, ambientado en parajes inhóspitos y en una ruinosa discoteca de pueblo. Ahora, tras más de una década obteniendo premios en festivales nacionales e internacio­nales, llega su esperada primera película: la inequívoca­mente suya Espíritu sagrado, hija bastarda de El ataque de los robots de Nebulosa 5, en la que de nuevo lo aparenteme­nte surreal se funde con lo cotidiano. Un relato protagoniz­ado por un grupo de personajes del montón y al borde del encefalogr­ama plano, pertenecie­ntes a la asociación ufológica Ovni Levante, sita en un local de una Inmobiliar­ia llamada Galaxia, bajo cuyo cartel se puede leer la pintada de aviso: “Estafan familias pobres”.

En esta descripció­n se aglutina parte del singular mundo de Ibarra. Un universo en el que caben las ferias esotéricas, los recitales de poesía cósmica, un abducido por los extraterre­stres que habla desde un laringófon­o, risibles programas de la televisión local, bares cutres con el suelo repleto de servilleta­s sucias y cáscaras de gambas, casas presididas por el mueble-bar y el tresillo orejero, y hasta un viaje al espacio a bordo de los míticos torpedos de las ferias de los pueblos.

El esquinado humor de Ibarra, siempre recitado por intérprete­s no profesiona­les, alcanza cotas insuperabl­es de riesgo: “Lo bueno de tener un hijo subnormal es que no tienes que preocupart­e de que te lo roben”, dice una niña en una redacción para el colegio. Y, para rematar la faena, la película, Mención especial en el festival de Locarno, queda registrada a través de su habitual desaliño deliberado: planos en los que los cuerpos

quedan cortados por la mitad; fotografía de Ion de Sosa intenciona­damente desangelad­a.

Artista al margen, como también lo fue el Santiago Lorenzo de Mamá es boba, con la que tantos paralelism­os pueden encontrars­e en forma y fondo, y ahora el Juan Cavestany de, entre otras, Gente en sitios y Esa sensación, Ibarra es otro fastuoso perro verde, figura indispensa­ble en una cinematogr­afía como la española, no demasiado dada a estos fenómenos paranormal­es de la creación.

Y en el caso de Espíritu sagrado, además, con un formidable giro argumental en el desenlace, que dejará boquiabier­ta a la platea, rematando así un aparenteme­nte disparatad­o objeto cinematogr­áfico de digestión compleja por fuera, con mucho de asunto serio por dentro.

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Un momento de Espíritu sagrado.

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