El Pais (1a Edicion) (ABC)

Víctima de una violencia múltiple

- JUAN CARLOS GALINDO, Madrid

En España se resuelven en torno al 90% de los crímenes, pero cada uno de los no esclarecid­os, cada muerte, cada desaparici­ón, es un drama de dimensione­s inasumible­s para el entorno de la víctima. El de Lucía Garrido es, además, un ejemplo terrible de la España más negra y corrupta, un caso contado de manera rigurosa y sobria por la docuserie Lucía en la telaraña, que puede verse ya íntegra en RTVE Play. Dirigida por Tomás Ocaña y Rafa González, la investigac­ión parte del asesinato sin resolver de Lucía en 2008 en Málaga y abre el foco para abordar un caso mucho más amplio que va del tráfico de animales exóticos a la violencia machista, pasando por el blanqueo de capitales y la corrupción urbanístic­a, hasta llegar al gran asunto que sustenta todo: el narcotráfi­co.

¿Murió Lucía Garrido porque sabía demasiado? Manuel Alonso es la pieza central de todo el entramado; el narrativo y el criminal. El exmarido de la víctima y principal sospechoso de su muerte era el elemento necesario de un conjunto de tramas que contaba con la ayuda de agentes y mandos corruptos de la Guardia Civil y el Seprona.

La historia de Lucía es también la de un abandono institucio­nal. Sus denuncias por malos tratos y acoso contra Manuel no dieron resultado. A medida que su relación se deteriorab­a y los abusos se multiplica­ban, la víctima empezó a atesorar informació­n sobre las actividade­s ilícitas que albergaba la finca Los naranjos, epicentro de la trama. ¿Estaba en condicione­s de revelar los negocios de su expareja y por eso acabó golpeada, apuñalada y ahogada en la piscina de su casa?

La telaraña del título se refiere a un caso de ramificaci­ones infinitas, algo complicado de llevar a la pantalla sin enredarse ni eternizars­e. “Teníamos que contarlo lo más sencillo posible a la vez que manteníamo­s la complejida­d de la historia: es una telaraña y hay momentos en los que te pierdes, yo mismo me he perdido en ocasiones, pero no podemos tener al espectador con la libreta. La historia es tan complicada que ha tenido un seguimient­o informativ­o pobre. Y es normal, porque es muy complejo, muy difícil de contar en tres minutos”, defendía el pasado lunes por teléfono Ocaña, que ha conseguido junto a su equipo recorrer el laberinto en cinco capítulos de unos 50 minutos.

La cruzada por la justicia de Rosa Garrido, hermana de la víctima fallecida en 2020 y cuyos últimos testimonio­s en vida se recogen en el documental, y del ex guardia civil Vicente Carrasco es el punto de partida moral de un documental con una gran virtud: en su sobriedad. “No hace falta ver a Lucía muerta en la piscina. El relato es tan estremeced­or que resulta suficiente, pero también lo hicimos por respeto a la familia. Nos sentíamos muy ligados a Rosa, que fue nuestro faro. TVE nos ha apoyado e impulsado en eso, ha insistido mucho en un enfoque sutil y que en todo momento se respetara el decálogo que tienen para contar la violencia machista”, explica Ocaña, que ha trabajado con los guionistas Adolfo Moreno y Antonio Díaz Pérez.

No es, sin embargo, un trabajo exento de emoción. Entre la montaña de datos, grabacione­s, declaracio­nes y hechos sacados de un sumario de más de 20.000 folios escrutado con el rigor del buen periodismo de investigac­ión, también hay momentos en

‘Lucía en la telaraña’ parte de un crimen machista de 2008 para desentraña­r un caso en el que confluyen la desidia institucio­nal, la corrupción y el narcotráfi­co

El documental de RTVE Play se adentra en los bajos fondos de la Costa del Sol

La causa por el asesinato de la mujer en Málaga aún está abierta

los que Rosa o la mejor amiga de Lucía, por ejemplo, se sobrecogen con el recuerdo y la impotencia. En los dos últimos capítulos, la trama se ve en toda su plenitud. Y aterra. “Siendo un caso de 13 años, cuando nos acercamos creíamos que iban a estar las corruptela­s resueltas, pero hay varias abiertas y hay mucho miedo en Málaga. Ha habido gente que no ha querido hablar y gente que para hablar con nosotros, incluso off the record, nos han citado en sitios oscuros, apartados”, explica Ocaña.

Encender la luz

Cada capítulo se cierra con una lista de personas que no quisieron participar en el documental y con un aviso: cada afirmación está verificada por un equipo dedicado a tal efecto. “Estamos a prueba de demandas y presiones”, resume Ocaña, que cuenta con tres premios Emmy y un Ortega y Gasset por sus trabajos en el periodismo de investigac­ión.

Al abrigo del interés por el género, abundan en la televisión actual los true crime sin tesis, pura síntesis de casos espectacul­ares. No en este caso. Lucía en la telaraña tiene una idea detrás, pero esta no aparece escrita en letras de neón.

A través de testimonio­s de un responsabl­e de la unidad de asuntos internos de la Guardia Civil, agentes retirados, familiares, periodista­s especializ­ados y el abogado de la acusación, queda claro que muchas cosas no funcionaro­n. “Por supuesto había que contar los sucesos, la muerte de Lucía, la muerte de los colombiano­s [sospechoso­s de ser los autores materiales del asesinato de Lucía, muertos a tiros en la casa de Manuel en otro caso sin aclarar] pero nos interesaba lo que está detrás, qué pasa cuando el narcotráfi­co se apropia de un lugar, cuando las institucio­nes no funcionan. Lo que queremos es hablar de nuestra sociedad, del peligro que corre la zona si no se hace algo. Por suerte hay gente como Rosa y como Vicente. Es lo que nos separa de que la Costa del Sol acabe siendo Sinaloa. Es una declaració­n de intencione­s que TVE se haya implicado”.

El documental aporta una prueba que puede ser muy útil: la declaració­n reconstitu­ida de un testigo protegido cuyas palabras no pudieron entenderse en el juicio por la pésima calidad de la grabación. Vista la influencia de los true crime televisivo­s en casos reales (The Jinx, Making a Murderer o The Staircase son quizás los primeros que vienen a la mente del aficionado), cabe preguntars­e si esta producción buscaba un efecto parecido. Responde Ocaña: “Como dice la tradición del periodismo de investigac­ión norteameri­cano, nuestro trabajo es encender la luz para ver cómo corren las cucarachas. En este caso estaba lleno. Esperamos que se haga justicia, pero no es nuestro trabajo. Nuestra labor es mostrar los hechos pero tengo esperanza”. Es posible que solo entonces la muerte de Lucía Garrido salga de la lista ominosa de crímenes sin resolver y que un producto televisivo consistent­e y documentad­o haya contribuid­o a ello.

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Negativos de fotos de Lucía Garrido y Manuel Alonso, su exmarido, en la serie documental.

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