Al rescate de la edad dorada del cine egipcio
Proyectos privados tratan de recuperar el legado de una de las industrias del celuloide más importantes del mundo
El apartamento de Makram Salama, situado en un edificio de Alejandría, bien podría pasar por un anticuario en pleno traslado. La entrada está atestada de cajas a rebosar, las paredes están forradas de carteles vistosos y fotografías en blanco y negro, la mitad de su estrecho pasillo está ocupada por estantes con rodillos y más cajas, y en los sillones del salón apenas queda espacio para sentarse.
Nacido en 1946 en el sur de Egipto, Salama siempre trabajó de agente de carga en el canal de Suez, pero fue en su Qena natal, ahora hace 50 años, donde compró su primer cartel de una película egipcia. Ahí fue cuando se embarcó en la otra gran aventura de su vida: coleccionar todo lo que tuviera que ver con el cine de su país. Hoy, el egipcio ha convertido su casa en un santuario cinematográfico, en el que custodia miles de diapositivas, imágenes y carteles de películas, algunos de los años treinta, unos 30.000 documentos de la industria, cerca de 50 proyectores y la joya de la corona: unos 100.000 negativos de una época extraordinaria de la historia de Egipto.
“En los años cincuenta, sesenta y setenta Egipto era otra cosa. Ahora mismo el país tiene pasado y no tiene presente”, evoca, nostálgico, Salama. “Por ejemplo, tenemos 5.000 negativos de Alejandría en verano de los años cincuenta y sesenta”, afirma, “y cuando miras esas imágenes y miras la situación en la que nos encontramos ahora”, desliza, “es como del cielo a la tierra; del cielo a la tierra”.
Fue precisamente en un salón de la antigua Bolsa de Tousson Pasha en Alejandría, una tarde de noviembre de 1896, donde se proyectó la primera película en Egipto, producida por los hermanos Lumière y estrenada en París solo unos meses antes. Solo un año después de aquella proyección se inauguró en Alejandría el primer cine de Egipto, y la compañía de los Lumière comenzó a grabar ese mismo curso las primeras cintas de cine de paisajes egipcios, empezando por la Plaza de los Cónsules de la ciudad, cuenta Nancy Ali, académica en memoria colectiva.
Ali considera, sin embargo, que el verdadero comienzo del cine egipcio lo marcó En el país de Tutankamón, el primer largometraje rodado por un egipcio, Mohamed Bayomi, en 1923. En los años treinta, el cine egipcio registró otros hitos remarcables, como su primer largo con sonido, Hijos de los aristócratas, y su primer musical, La oda del corazón. El terreno estaba listo para que floreciera su época dorada entre los cuarenta y sesenta, durante los que la industria, famosa por sus musicales, melodramas y comedias, se consolidó como la más importante de Oriente Próximo. Hoy, la mayoría de las producciones de aquellos años gloriosos se encuentran dañadas, en el extranjero o se les ha perdido la pista. Pese al inmenso valor y las profundas raíces de la industria del cine en Egipto, no existe en el país una tradición consolidada de archivo y preservación, de modo que esta misión se ha relegado a iniciativas individuales que intentan salvar parte de ese legado.
Makram se lamenta de la falta de interés que aún hay en el país incluso para tomarle el relevo y mantener, como mínimo, lo que él ha acumulado. Mayor y con dos hijos en el extranjero, el egipcio quiere venderlo todo, pero con la única condición —y aquí es donde las ofertas caen— de que se quede en Egipto. “Yo y mi mujer ahora estamos solos. ¿Qué vamos a hacer con todo esto? El país no quiere nada”.