Reacciones financieras a la inflación
La inflación continúa su escalada en las principales economías. Estuvo tanto tiempo perdida que este retorno ha sido tan vigoroso como polémico en cuanto a su continuidad ¿Fantasma pasajero o pesadilla recurrente? El dato definitivo del IPC en España de diciembre ha alcanzado el 6,5%, su nivel más alto en décadas. Esta misma semana conocimos también que la inflación en EE UU llegó al 7%. Como consecuencia del reconocimiento explícito —el mismo Jerome Powell lo ha hecho esta semana en el Senado estadounidense— de esa mayor persistencia de la inflación por parte de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, y en menor medida, del Banco Central Europeo, los agentes financieros están comenzando a reaccionar.
En la primera semana de 2022 se produjo algo llamativo, una emisión masiva de bonos —más de cien mil millones de dólares— por parte de las grandes empresas en los mercados globales de deuda. Una forma de anticiparse y beneficiarse aún de unos tipos más bajos, antes de que suban. Los de deuda son casi siempre los mercados que reaccionan primero a un cambio de expectativas, como el actual, de una gran magnitud. Ya aparecen varios aumentos de tipos de interés en el horizonte en EE UU. Esto tiene importantes implicaciones, incluso para la eurozona. Que se “levante” esa cantidad de deuda en tan corto plazo de tiempo es un movimiento de mucha trascendencia sobre lo que va a acontecer con las expectativas y los mercados. Es algo de lo que no se podrá “desacoplar” el BCE, aunque siga teniendo una visión de mayor cautela ante el crecimiento de los precios. Tarde o temprano, si la inflación se mantiene, el BCE no podrá desentenderse de lo que están haciendo otros bancos centrales relevantes.
Por el lado del ahorro, cabe esperar también reacciones. La liquidez que no busca rentabilidades y no se mueve, apenas sufre cuando no hay inflación o ésta es muy baja. Sin embargo, en entornos de inflación del 6-7%, cabe esperar movimientos en la colocación del ahorro. La evolución de algunos productos bancarios de nuestro país es curiosa. por debajo de 2021”, explica Nieves Benito.
En el caso español, si se amplía el foco y se examina el conjunto del año, la evolución de los precios ha sido una nítida línea ascendente. De menos a más. Tras cerrar 2020 con el índice en negativo por el impacto para el consumo que supusieron las restricciones de la pandemia, la atonía se mantuvo en enero y febrero. Parecía que se prolongaría la incapacidad europea para generar inflación que tantas alertas de japonización ha arrancado en los últimos años. Entonces, el incremento en el precio del gas natural y el encarecimiento de los derechos de emisión de dióxido de carbono (CO2) convirtieron la factura de la luz en un asunto de Estado que incluso llegó, sin consenso para hallar una solución, a las reuniones de los mandamases europeos en Bruselas.
El balance ha terminado arrojando un resultado muy diferente del de los comienzos. La inflación media fue en 2021 del 3,08%, la mayor desde 2011, hace una década, cuando el repunte de la energía y la subida del impuesto del tabaco la dejaron en el 3,2%. La comparación con el alza salarial que registran los convenios en 2021 (del 1,47%) revela una pérdida de poder adquisitivo para la mayoría de los trabajadores.
Un vistazo a la cotización de las materias primas sirve de explicación: el barril de petróleo Brent empezó el año en 50 dólares y lo terminó en 77 dólares, lo que alentó la subida del combustible: según el INE, la gasolina repuntó un 23% y el gasóleo un 24,6%. Lo mismo ocurrió con la larga sucesión de máximos históricos de la electricidad en el mercado mayorista y su traslación a las facturas: el organismo estadístico español calcula que los hogares pagaron en diciembre un 72% más respecto al mismo mes del año pasado. Y con el precio que pagan muchas empresas por un contenedor cargado de mercancías que viaja de China a Europa: ha llegado a dispararse de unos 2.000 dólares hasta los 15.000 dólares para aquellos importadores que no cuentan con contratos a largo plazo o efectuaron pedidos de última hora en un momento en que las compañías tienden a almacenar para anticiparse a nuevas roturas en las cadenas de suministro, el espacio en los barcos es un bien
En octubre de 2021 (último dato disponible) los depósitos a la vista eran 1,21 billones de euros, casi el doble que en 2015. Los depósitos a plazo han seguido la tendencia contraria: en 2015 eran 508.000 millones de euros y el pasado octubre habían bajado a 124.000 millones. Esa elevada cantidad en cuentas corrientes —un instrumento fundamentalmente transaccional y que puede moverse rápidamente—, puede ir a parar, en el actual contexto de inflación, a instrumentos que generen un mayor rendimiento que otras alternativas estrictamente bancarias. Los fondos de inversión, por ejemplo, pueden ser grandes recipientes de ese ahorro que ahora sí buscará rentabilidades nominales significativas. No serán los únicos instrumentos de mercados financieros que recibirán ahorro, incluidos destinos más heterodoxos y arriesgados como los criptoactivos. Eso sí, con algo más de incertidumbre porque no está claro hasta qué punto estas inversiones tan volátiles protegen contra la inflación.
La comparación con el alza salarial revela una pérdida de poder adquisitivo