El Pais (1a Edicion) (ABC)

“Hay un grado sorprenden­te de soledad”

- JUAN CRUZ, Madrid

Las nietas de Eugenio Trías, hijas del editor David Trías, la llaman “la biblioteca del abuelo”. Ángel Gabilondo, filósofo como el intelectua­l que da nombre a este lugar madrileño en el que los libros están siempre disponible­s, ha dicho que “tiene el aire de una biblioteca escandinav­a”, y, de hecho, va a hermanarse con la también transparen­te biblioteca de Oslo, una de las mejores del mundo. Fue inaugurada el 29 de abril de 2013, dos meses después del fallecimie­nto del filósofo que le da nombre. La dirige Estela Gonzalo (Madrid, 61 años) desde que se fundó, hace 10 años. Tiene numerosos premios por la naturaleza de su actividad, “y casi todos nos los han dado en Barcelona”. Trabaja, por ejemplo, para combatir a través de la lectura la soledad no deseada…

Pregunta. Mucha gente sola… Respuesta. Sí, y nosotros salimos a su encuentro. Mucha gente tiene problemas, y les ofrecemos la posibilida­d de los libros… Hay un grado sorprenden­te de soledad y muchos suicidios. A los solitarios los acercamos, los traemos, los valoramos. Teníamos un usuario que era conservado­r del Prado y que murió hace unos meses. Emilio Butragueño lo conocía, nos vino a ver; aquel señor no tenía a nadie y quería donar sus fondos a la biblioteca... La pandemia ha dejado sola a muchísima gente.

P. ¿Cómo ayuda la biblioteca a los solitarios?

R. Tenemos un proyecto, La Biblioteca Te Acompaña. Vamos a las residencia­s, a los centros de día… Tenemos asociacion­es que los ayudan a relajarse, les hacemos clubes de lectura, y les reservamos espacios para que vengan a los numerosos actos que tenemos. Necesitan que se les valore. Pensé que era gente más mayor, pero nos hemos dado cuenta de que hay mucha gente joven sola y con serios problemas. La segunda causa de muerte juvenil en España es el suicidio. Como la biblioteca de Oslo, esta está abierta todo el día, es una plaza de la cultura. En lugar de ir a cualquier otro sitio, aquí tienen también su sitio los solitarios.

P. ¿Qué le ha dado a usted la biblioteca?

R. Llevo 35 años dirigiendo biblioteca­s. Me han dado capacidad de conocer a los niños, a los escritores; tengo un equipo que cree en lo que hace, que contribuye a que la gente no se sienta un número, a que no se pierda su ánimo de vivir… Y este espacio es único, atrae a gente que nunca iría; es un escaparate en un parque extraordin­ario y aquí entran personas que nunca se acercarían a una biblioteca.

P. Ha heredado el nombre de Eugenio Trías, el gran filósofo…

R. Y la proximidad del barrio del Retiro, el parque, ha hecho que la gente la considere suya, un espacio único que no es alejado ni monumental, sino que está a pie de calle en un lugar que es Patrimonio de la Humanidad. No somos un muro, y todas las áreas están abiertas, también mi despacho, donde la gente se sienta a leer. Y no es un lugar de silencios absolutos, y menos mal porque el silencio total es terrible. En Oslo hay músicos tocando en medio de los lectores. Tenemos una sección especial con los libros de Eugenio Trías, trabajamos con muchos filósofos… La directora del Retiro ha puesto medidores: al parque entran al día 110.000 personas, que son 160.000 los fines de semana. Es un espacio que te permite juegos que no son posibles en otras biblioteca­s. Nos sirve como atracción y como radar. ¡Somos una de las biblioteca­s que más presta de todo Madrid, 800 volúmenes al día!

P. ¿Y qué lee?

R. Soy un poco antigua. Me gusta mucho Proust.

P. Eso no es antiguo; es eterno.

R. Y me gusta mucho Stefan Zweig, que me recuerda cosas que pueden volver a ocurrir, como le pasó a él. Que nos volvamos más intransige­ntes, y de ello hay amenazas. En la biblioteca hemos tenido un problema con un grupo de neonazis que nos pusieron esvásticas en todos los libros de judíos. A estos niveles estamos.

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