El Pais (1a Edicion) (ABC)

El último día de Isabel II en Balmoral

Centenares de personas se acercan al castillo para despedir a la reina con flores antes de que su cuerpo sea trasladado

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PABLO LEÓN, Balmoral

ENVIADO ESPECIAL El trasiego no cesaba en la mañana de ayer en la carretera que conduce al castillo de Balmoral, en Escocia. Allí murió el jueves Isabel II y ahí descansaba su cuerpo antes de ser trasladado esta mañana a Edimburgo. “Este castillo era su residencia favorita; cuando estaba aquí no solo encontraba paz y descanso, sino que actuaba como una persona más: iba a pícnics, paseaba…”, explica Mary MacNaught, de 70 años. Lo sabe porque vive muy cerca de Balmoral, “a escasas millas”, apunta.

Llega a la puerta del castillo acompañada de su marido, Bill, de 85 años. Traen un ramo de flores y mientras hablan, buscan el lugar idóneo donde depositarl­o. Dudan entre la verja de entrada, custodiada desde el interior por policías y militares, o la pared aledaña. Al igual que la pareja, a lo largo de la jornada varios centenares de personas se acercan a este enclave, en plena campiña escocesa. No dejan de llegar autobuses. Por razones de seguridad y de organizaci­ón, los ciudadanos no pueden acceder a la zona en coche, tienen que dejarlo en Braemar o en Ballater, dos pequeñas localidade­s a 12 y 14 kilómetros de Balmoral, respectiva­mente.

Louise Gospel, de 40 años, se ha montado en el autobús en Ballater: “Solo hemos tardado 20 minutos”. Acude con sus tres hijos: Emma, de 11 años, Phillip, de 8, y Harry, de 6. “Estamos tristes; era muy importante”, dice el pequeño. También son de la zona, de Aboyne. “Es muy triste. Sobre todo para nosotros que somos de aquí. La Reina tenía un vínculo con nosotros”, agrega la madre.

De repente, la Policía corta el puente que da acceso a la puerta del castillo. “Van a salir algunos miembros de la familia real de la residencia”, explica un agente. Varios familiares de la monarca se han quedado velándola en la residencia y se disponen a acudir a una misa en la cercana Crathie Kirk. Poco después, seis vehículos negros pasan a toda prisa: “No se ponga en medio que no paran”, bromea un hombre desde la fila, que graba y toma fotos de la comitiva formada por los hijos de Isabel II, excepto Carlos III, y algunos nietos: la princesa Ana, con Zara Tindall; el príncipe Andrés, con sus dos hijas, y el príncipe Eduardo con otro de sus hijos. Media hora después, regresaron y, para deleite de los visitantes, algunos salieron de los coches y se pararon ante la ofrenda floral, que no dejaba de crecer.

Con una camiseta de la selección brasileña y un ramo de flores con la bandera del Reino Unido y Brasil llega la familia Campidelli: Jefferson y Solange, de 46 años, y Giovanna, de 14. Viven en Aberdeen desde hace dos años. “Era una mujer muy especial. No solo para el Reino Unido, sino para todo el mundo”, dice la joven, que se reconoce más fan de Guillermo que del actual rey. “A la gente no le gusta tanto Carlos. Muchos no le perdonan la infidelida­d [a Lady Di con su actual esposa, Camila]”, agrega el padre bajando un poco la voz. Y agrega: “Es afortunado: ha empezado a trabajar con 73 años”. Ese chascarril­lo es el único atisbo de leve crítica hacia la monarquía. “Ahora nadie dice nada. Ni siquiera los que se declaran republican­os”, matiza una periodista británica que escuchaba la conversaci­ón.“Espero poder llegar a tiempo. Me gustaría despedirme de ella”, anhela Tania, de 34 años, en la parada del bus de Ballater. Queda

poco para que anochezca y para que el cuerpo de la reina sea trasladado a la capital de Escocia. Los restos se llevarán hoy, sobre las 10.00, al palacio de Holyrood, en Edimburgo. Mañana una solemne procesión, en la que estarán presentes Carlos III y otros miembros de la monarquía, los llevará a la catedral de St. Giles, donde habrá una vigilia que durará hasta el martes, según un comunicado de Buckingham. Ese día, sus restos viajarán a Londres, donde continuará­n las exequias. “Los que no lleguen [hoy] podrán venir después a dejar flores en Balmoral”, afirman los responsabl­es de seguridad de la zona. La reina ya no estará, pero Balmoral quedará siempre como uno de los sitios favoritos de la monarca.

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