“Italia, a diferencia de Alemania, no ha hecho cuentas con el fascismo”
Escritor italiano y director del Salón del Libro de Turín
Nicola Lagioia (Bari, 49 años) cruza el bar, en el barrio romano del Esquilino, con los brazos en alto y corre hacia el entrevistador para fundirse en un abrazo. Su último libro, La ciudad de los vivos , ha sido un bombazo en Italia. Pero también en países como España, donde sus lectores se han entregado a la crónica de un aterrador suceso ocurrido en Roma en 2016. Una narración magistral, pero también un retrato de una ciudad en caída libre. Roma tenía entonces dos papas y ningún alcalde. Una extraña grieta por donde emergió un sistema político procedente del alcantarillado. Lagioia es también el director del Salón del Libro de Turín y un agudo observador de la realidad italiana. Una cualidad muy útil para descifrar el complejo panorama que vendrá tras las elecciones del día 25.
Pregunta. ¿Cómo ve el escenario que se abrirá con estas elecciones en Italia?
Respuesta. Parece que habrá una victoria neta de la derecha. Y cuadra con la estrategia electoral que ha usado el centroizquierda: votadnos o llegan ellos. Anteponen el peligro de los otros a sus propias propuestas. Piden el voto útil. Así que es evidente que están en apuros. Y si gana Hermanos de Italia tendríamos a la primera mujer como presidenta del Consejo de Ministros [Giorgia Meloni]. ¡Y viene de la extrema derecha! Algo que no ha conseguido nunca la izquierda. Deberían interrogarse también sobre eso.
P. ¿Cree que Italia cambiará mucho?
R. Económicamente hay poco que puedan hacer. La agenda de los próximos años es gestionar el
Plan de Recuperación y el dinero que llegará de Europa. Pero lo preocupante para alguien que viene de la izquierda como yo es el tema de los derechos y la política internacional. En ese plano, la derecha está muy dividida. Meloni es atlantista y Salvini filorruso. Pero la idea que tienen ambos de los derechos es propia de los años cincuenta.
P. Es una postal de la familia tradicional que no corresponde a ningún candidato. Salvini divorciado y con una novia, Meloni madre sin estar casada, y no hablemos de Berlusconi…
R. Es increíble. Quiere decir que para los electores la retórica es más importante que el ejemplo personal. Los italianos, desde este punto de vista, son muy católicos: vicios privados y pública virtud. No somos luteranos o protestantes. El católico puede hacer en su casa lo que quiera y fuera guarda las apariencias. Y eso hace que a los electores no les importe.
P. El gran promotor de esa idea fue Berlusconi.
R. Sí. Y de él me interesa ese aspecto literario y humano. No logra terminar un discurso. Se come las palabras. No sé si es la edad o una ralentización de algún tipo. Es una figura trágica, pero sigue en pie para ese electorado. P. ¿Y Meloni?
R. Su historia es mucho más literaria que la de Enrico Letta [secretario general del Partido Democrático], que es el clásico buen chico y estupendo estudiante. El padre de Meloni se fue de casa cuando era pequeña, se crio en ese ambiente duro. Una mujer en un partido fundamentalmente de fascistas. Si yo tuviera que escoger qué historia contar, me decantaría por la de Berlusconi o la suya. Aunque no los votaría nunca. Esas biografías atraen a la gente. Quieren ser Berlusconi para ser ricos. Y les gusta Meloni porque es una persona que podrían encontrar en su barrio.
P. ¿Qué tipo de personaje sería Meloni en una novela?
R. Una combatiente en nombre de unos principios equivocados. Y es muy interesante, claro. Tiene una buena retórica, pero es un enigma cómo conseguirá gobernar. Ella tiene valores absurdos para el siglo XXI en los que un país moderno difícilmente puede reconocerse. Pero no sabemos cómo puede gestionar la cosa pública. Con la Liga, en cambio, ya vimos cómo lo hicieron desastrosamente durante la pandemia en Lombardía. O Berlusconi, cuya gestión disparó la prima de riesgo hasta los 550 puntos. A la izquierda le falta una visión, pero la capacidad de
“Para los electores, la retórica es más importante que el ejemplo personal”
la derecha para gobernar es bastante escasa.
P. ¿Tiene sentido seguir hablando de la matriz fascista del partido de Meloni, de los nostálgicos…?
R. No creo que haya un peligro del retorno del fascismo. Además, los italianos nos cansamos de todo rapidísimo y tumbamos un gobierno cada poco. Igual en un año y medio ya no querremos a Meloni. Pero el peligro es que toda una serie de derechos adquiridos puedan estar amenazados. Mire lo que ha pasado en EE UU con el aborto. En algunas regiones de Italia, como Las Marcas, donde gobiernan ellos, ya es complicado abortar.
P. ¿La disidencia es posible en un clima de este tipo?
R. El peligro también está en la retórica. Esa idea de que quien no piensa como ellos es un desviado, término que usó Meloni hace poco refiriéndose a determinados comportamientos. No es un político quien debe decidir cuándo un joven es un desviado o un virtuoso. La salud pública debe preservarse, pero esas ideas transformadas en leyes autoritarias, o en una visión de la sociedad que nos hace retroceder 30 años, es un peligro real.
P. Usted habla en su libro del influjo del Vaticano en Roma. ¿Hay algo de eso en Italia para que la sociedad sea tan permeable a estas políticas?
R. El Vaticano ha decidido desinteresarse completamente por la política italiana. Algo que debería ser bueno, porque siempre ha protagonizado injerencias. Ahora parecía que estaba del lado de Draghi un poco, quizá porque viene de los jesuitas. Pero tampoco le han apoyado mucho. La Iglesia mira hoy a un tablero mundial. La cultura católica no tiene ya tanta influencia como en la época de la democracia cristiana.
P. ¿Entonces, qué sucede?
R. Italia no ha hecho cuentas con el fascismo como hizo, por ejemplo, Alemania con el nazismo. Además, ha pesado la crisis económica. Muchos de los que la sufrieron se sienten ahora tutelados por la derecha. Primero les pasó con el Movimiento 5 Estrellas y la Renta Ciudadana, pero gobernar les debilitó. Sucede siempre en Italia. Ha pasado con Draghi también, un movimiento insensato.
P. ¿Entendió algo?
R. Bueno, Conte vio que se estaban debilitando y le hizo caer para fracasar él personalmente.
P. Conte es otro gran personaje de novela.
R. ¡Claro! Nadie sabía quién era cuando le nombraron presidente del Consejo de Ministros. Y encima lo logró con dos coaliciones opuestas: de izquierda y de ultraderecha. Vittorio Sgarbi le definió maravillosamente: “Conte es un vice de sus vices”. Era el presidente del Consejo, pero aceptaba sus órdenes. Y esa persona se encontró gestionando uno de los líos más grandes de las últimas décadas como la pandemia. Y, mire, logró mantener unido al país.
“Meloni sería una combatiente con principios equivocados” “Una serie de derechos adquiridos están amenazados con la ultraderecha”