El Pais (1a Edicion) (ABC)

El bloqueo del PP al Poder Judicial llega al límite y agrieta su mayoría

La intención de Lesmes de renovar el Constituci­onal complica su estrategia Los populares creen que podrán obstruir aún más y forzar al Gobierno a negociar Los progresist­as temen que la oposición intente estirar la parálisis hasta las elecciones

- C. E. CUÉ / E. DE BLAS / R. RINCÓN Madrid

Lo que más desespera a muchos de los protagonis­tas de esta historia es que parezca una batallita más entre políticos, sin relevancia social. Que no le importe a casi nadie. “Mucha gente escucha Consejo General del Poder Judicial y desconecta. Es como si fuera un problema ajeno. Pero es una cuestión básica de cualquier democracia: el respeto al cambio de mayorías cuando hay elecciones”, resume un miembro del Gobierno.

La situación, sobre todo vista desde el sector progresist­a, es de tal gravedad que algunos en privado hablan incluso de “golpe blando”, porque creen que, sin entrar en los detalles, el fondo del asunto es que el PP no acaba de reconocer que el bloque de izquierdas ganó las elecciones y eso, como ha sucedido siempre en los más de 40 años de democracia, tiene que trasladars­e tanto al CGPJ como al Tribunal Constituci­onal, ya que ambos son elegidos de forma directa o indirecta por el poder político que emana de las urnas.

El PP, con su bloqueo, ha logrado que durante casi cuatro años en la cúpula del poder judicial, que es elegida por el poder legislativ­o, no haya tenido ningún efecto el cambio de mayorías que los votantes iniciaron en 2015 —cuando el PP perdió la absoluta con la que eligió al actual CGPJ— y remataron en 2019, cuando el partido pasó a estar en una notable minoría en el Congreso con 88 escaños, frente a los 183 que tuvo en 2011.

Pero esa estrategia de los populares está llegando al límite. Esta semana ha quedado muy claro que la mayoría conservado­ra inquebrant­able del CGPJ que avalaba este bloqueo, sobre todo con su decisión de no dimitir, se está resquebraj­ando, porque el paso del tiempo, el desgaste de imagen y las consecuenc­ias prácticas de la parálisis de nombramien­tos se ha hecho insostenib­le.

La evidente alianza entre Carlos Lesmes, presidente del CGPJ, conservado­r, siempre cercano al PP, y el sector progresist­a para renovar al menos el Tribunal Constituci­onal está complicand­o la estrategia de bloqueo del PP. La amenaza de dimisión de Lesmes presiona aún más a los populares para asumir que ya no se puede aguantar más.

Si Lesmes consigue convencer a algún otro magistrado del bloque conservado­r, algo factible según diversas fuentes, podría lograr un bloque de 12 vocales para renovar los dos magistrado­s del Constituci­onal que le correspond­en al CGPJ como siempre, con un magistrado conservado­r y otro progresist­a, y resolver este problema. Inmediatam­ente después, el Gobierno elegiría a los dos que le correspond­en y así la mayoría sería progresist­a durante los próximos nueve años, de la misma manera que ha sido conservado­ra los últimos nueve, porque se renovó en 2013, cuando el Gobierno era del PP y eligió a dos miembros —Enrique López y Francisco José Hernando— que decantaron la mayoría.

Los populares, por su lado, no disimulan que están intentando lograr lo contrario: que su bloque se mantenga unido en el bloqueo. Y están desplegand­o todo su arsenal, con cartas a la Comisión Europea

incluidas, para ponerle las cosas muy difíciles al Gobierno. De momento, el hombre fuerte de este sector, José María Macías, ni siquiera le ha dado a Álvaro Cuesta, el mediador principal del sector progresist­a, el nombre de la terna de negociador­es del sector conservado­r. Una evidente forma de ganar tiempo para retrasar la renovación o incluso bloquearla.

En Génova no disimulan que detrás de todo lo que está pasando estos días hay una estrategia política. Feijóo, admiten fuentes del partido, ha decidido moverse para obstruir la renovación y forzar al Gobierno a sentarse a negociar. Y también reconocen que el grupo de vocales conservado­res más dispuestos a bloquear la renovación actúan coordinada­mente con el PP. Los populares manejan como quieren el Poder Judicial, o al menos una parte importante, sin inmutarse.

Pero la presión sobre el PP para que llegue a un acuerdo con el Gobierno también es muy fuerte, y Feijóo tuvo que aguantar en directo el miércoles el rapapolvo de Lesmes —a quien en su día había situado en su puesto el propio PP— sobre sus condicione­s para pactar el CGPJ. “La renovación del Consejo debe acometerse con urgencia […] sin que se pueda supeditar por ninguna fuerza política con sucesivas condicione­s que impiden el cumplimien­to claro del mandato constituci­onal”, lanzó Lesmes a la yugular del partido conservado­r.

Feijóo se vio obligado a volver a moverse, al menos en la apariencia de buscar un acuerdo, y envió el viernes un amago de oferta de negociació­n en una carta de Esteban González Pons a Félix Bolaños con las condicione­s habituales. El PP sostiene ahora que aceptaría una mayoría de 7-5 a favor de los progresist­as si el Gobierno le garantiza que se sustituirá la baja por enfermedad del conservado­r Alfredo Montoya por otro de su misma corriente, para evitar una mayoría progresist­a de 7-4 si la vacante se mantiene indefinida­mente.

En el Ejecutivo contestan que todos estos argumentos son un truco más. Ellos, dicen, no tienen ningún problema en renovar a Montoya y en garantizar ese 7-5, pero es el PP el que no asume el cambio de mayorías. Si lo hubiera hecho, ya estaría pactado, insisten en el Gobierno. Esto estaba ya

cerrado con la anterior dirección del PP, y así se lo dijo Pedro Sánchez a Feijóo la única vez que se vieron en La Moncloa. Todo debía cerrarse antes del 12 de junio, y era fácil, pero los populares volvieron a dar largas y el Ejecutivo decidió entonces cambiar la ley para intentar forzar la renovación.

Ahora el PP asegura que sí está dispuesto a negociar, pero el Gobierno desconfía. En La Moncloa ya llevan cuatro años intentándo­lo, desde la primera renovación fallida de 2018, y ya no creen nada, así que confían en que Lesmes cumpla con la ley y logre la renovación del Constituci­onal.

Sobre la del CGPJ, en el Gobierno no tienen muchas esperanzas: opinan que Feijóo ya ha decidido esperar a las elecciones para que la nueva mayoría le favorezca. Pero si hay un cambio de actitud, Bolaños ya lo ha dicho públicamen­te: “Si de verdad quieren renovar, que me llamen y lo resolvemos en una tarde”.

El PP dice que sí quiere hacerlo. “Hagámoslo bien, como siempre. Que el CGPJ nombre a los dos suyos, que el Gobierno haga lo mismo con los dos suyos sin hacer una idiotez con los nombramien­tos, y repongamos la plaza de Montoya”, apunta un dirigente popular al máximo nivel y al tanto de la estrategia. “Es su última oportunida­d. Si consolidan el 7 a 4 y luego nos llaman les diremos que no”, anticipa.

El PP advierte, además, de lo que puede suceder si el Gobierno sigue adelante con sus planes y el TC queda compuesto por siete magistrado­s progresist­as por cinco conservado­res. Fuentes de la cúpula alertan de que una parte de la derecha empezaría entonces a “no reconocers­e” en el Tribunal Constituci­onal. Entonces, algunos de sus voceros mediáticos podrían iniciar un discurso deslegitim­ador del alto tribunal, estiman en el PP, de potenciale­s consecuenc­ias catastrófi­cas para la institucio­nalidad democrátic­a.

Sin embargo, cuando el 7-4 fue a favor de los conservado­res, durante parte de 2020 y todo 2021, por la dimisión de un magistrado progresist­a acusado de malos tratos bras que durante estos años han impedido seguir los mandatos constituci­onales sobre la renovación de órganos centrales para la salud del sistema, como el CGPJ y el TC. No deja de ser irónico que se incumplan los plazos de renovación de una institució­n, el Poder Judicial, tan pendiente de los tractos temporales, no hay proceso no sujeto a plazos, aunque luego las sentencias se dilaten ad infinitum. Como ya sabemos, la interferen­cia es política, las lógicas de los otros tempos, los del poder, han venido obstruyend­o maliciosam­ente los canales establecid­os. En parte, por su mismo empeño por judicializ­ar la política y el vértigo que en consecuenc­ia produce el eventual “descontrol” de esta.

Aunque estas estratagem­as están presentes a ambos lados del espectro político, coincido con el artículo publicado en estas páginas por Tomás de la Quadra en que la responsabi­lidad inicial de esta crisis hay en el ámbito familiar, no hubo ningún escándalo en estos sectores. En algún momento incluso llegó a haber solo tres magistrado­s progresist­as.

Mientras, en el mundo judicial asisten atónitos a la batalla política. El Tribunal Supremo está ya diezmado por el bloqueo y la imposibili­dad de cubrir las vacantes. Ya tiene 14 puestos vacíos de un total de 79. La sensación de hartazgo es generaliza­da, según transmiten miembros de sus cinco salas. “Nos hacen daño a todos. Porque el Consejo no es poder judicial, es un órgano político. Pero se confunde una cosa con otra y la erosión al sistema es enorme”, lamenta un magistrado.

La sensación predominan­te en el principal órgano jurisdicci­onal del país es que el poder judicial está siendo “maltratado en su conjunto” por el poder político. “El Supremo quiere salir de la foto de Polonia y Hungría en la que nos están metiendo”, advierte otro de sus jueces en referencia a los dos países que están bajo la lupa de la UE por sus continuos incumplimi­entos en materia de independen­cia judicial, y con los que el PP compara asiduament­e a España.

Lo que más molesta en el Supremo es que, al lanzar la sospecha de que el partido contrario quiere controlar el poder judicial, trasladen la idea de que los jueces actúan “al dictado” de uno u otro. “Parten de la premisa de que no hay ningún juez independie­nte en España. Es una falta de cultura política sobre lo que es un Estado constituci­onal”, lamenta un magistrado, que recuerda que la función del Constituci­onal y del que imputársel­a al PP con su negativa a aceptar las reglas existentes, dilatando la mayoría conservado­ra en el CGPJ y recurriend­o a argumentos que no tuvo en cuenta cuando se aprovechó de su mayoría parlamenta­ria. De ahí viene todo lo demás, como la propia insistenci­a del Gobierno en urgir al CGPJ que designe a sus dos magistrado­s para el Tribunal Constituci­onal cuando previament­e le había impedido hacer otros nombramien­tos. La cuestión ahora es si ese lío en el que estamos metidos tiene enmienda. Menos aún después del rebote de Lesmes y con todas las energías puestas en la confrontac­ión electoral. Puede que el ser de los políticos se consuma en su apetito de poder; el de la democracia es indesligab­le del respeto a todo un conjunto de reglas y procedimie­ntos. Esta solo sobrevivir­á en la medida en que el partidismo se encauce a través suyo. Las democracia­s también mueren.

Supremo es, precisamen­te, ser “un contrapeso” del poder político para evitar los abusos. “Esto es una ruptura con el Estado constituye­nte del 78”, zanja.

Algunos jueces que en los últimos meses se mantenían más o menos confiados en que la renovación del Consejo se haría efectiva más pronto que tarde y no llegaría a dañar los cimientos del Supremo, hablan ya de “auténtica tragedia”. Todos los jueces consultado­s, de diversas sensibilid­ades y algunos de ellos miembros de la conservado­ra Asociación Profesiona­l de la Magistratu­ra, cargan sobre el PP la mayor responsabi­lidad del bloqueo. También lo hizo Lesmes en su apertura del año judicial. Pero el PSOE, para la mayoría de los magistrado­s, tiene también una parte fundamenta­l de culpa, sobre todo, por haberse dejado “arrastrar al fango”.

La sensación en el Supremo es que todo el poder judicial está siendo “maltratado”

En La Moncloa confían en que Lesmes cumpla con la ley y logre renovar el Constituci­onal

Último discurso

Las dos intervenci­ones públicas de Lesmes de esta semana han sido en general bien recibidas por los magistrado­s del Supremo, del que también es presidente, y todos dan credibilid­ad a su amenaza de dimisión y creen que lo hará “en semanas” si comprueba que los puentes entre PSOE y PP están definitiva­mente rotos. La conclusión generaliza­da es que, haya o no renovación, el de este miércoles fue su último discurso de apertura del año judicial. “No puede volver el año que viene a decir lo mismo o algo parecido ante la misma audiencia”, advierte un juez que llama la atención sobre que, si en septiembre de 2023 no ha habido renovación, faltarán tres meses para que el actual Consejo duplique sus cinco años de mandato. “La ley prohíbe expresamen­te a los vocales repetir mandato, pero se estaría repitiendo de facto”, advierte.

Pero Lesmes no se irá sin antes renovar el Constituci­onal. Es el compromiso que ha trasladado en privado. El presidente del CGPJ está convencido de que conseguirá un acuerdo en breve, pero enfrente tiene a los que fueron los suyos, el bloque de los conservado­res más duros y más cercanos a las directrice­s de la calle Génova. Algunos vocales recuerdan que Lesmes ha logrado siempre lo que se ha propuesto en el CGPJ. Pero su autoridad se ha ido diluyendo —sobre todo a raíz de que el Consejo se quedara sin la potestad para hacer nombramien­tos— y ahora tiene un problema: al poder hacer solo los del Constituci­onal, no puede ofrecer mucho para negociar.

La batalla debería estar resuelta antes del 29 de septiembre, cuando el CGPJ tiene fijado su próximo pleno ordinario. Si esta vez el PP consigue de nuevo bloquearlo, el Gobierno insiste en que tiene fórmulas de solución que aún no quiere desvelar. Y podría nombrar a los dos magistrado­s del Constituci­onal que le correspond­en sin esperar más, lo que abriría una nueva batalla.

Algo tan sencillo como llevar los cambios de mayorías a las renovacion­es de órganos, que se hace con absoluta normalidad cuando el PP llega al poder, se ha convertido en una pesadilla cuando está en la oposición. Estas son las semanas decisivas para saber quién gana la batalla final.

Es irónico que se incumplan los plazos de renovación de una institució­n tan pendiente de los tractos temporales

Los conservado­res han recurrido a argumentos que no tuvieron en cuenta cuando tenían mayoría parlamenta­ria

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/ EDUARDO PARRA (EP) La ministra de Justicia, Pilar Llop, conversaba con Carlos Lesmes (derecha) el miércoles en el Tribunal Supremo.
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