El Pais (1a Edicion) (ABC)

Cala Mosca, una playa virgen de Alicante amenazada por el ladrillo

El Ayuntamien­to de Orihuela intenta frenar la construcci­ón de 2.200 viviendas en el último kilómetro sin urbanizar al sur de la ciudad levantina

- RAFA BURGOS, Alicante

El proceso de desaparici­ón de la última playa intacta del extremo sur de la provincia de Alicante está a punto de comenzar su cuenta atrás. La empresa promotora Gomendio ya dispone de todos los informes administra­tivos favorables para levantar en el entorno de Cala Mosca, en Orihuela (Alicante), más de 2.200 viviendas en lo que en la ciudad alicantina se conoce como el último kilómetro de costa virgen de su término municipal, un proyecto que cuenta con un gran rechazo social, pero con todos los papeles en regla.

Para tratar de evitarlo, la alcaldesa oriolana desde abril, Carolina Gracia (PSOE), ha lanzado esta semana la propuesta de creación de una mesa de negociació­n, que pretende unir a los partidos con representa­ción municipal, la Generalita­t y la constructo­ra, con el fin de explorar por la vía política posibles alternativ­as para que el entorno natural frente al mar no se esfume entre miles de kilos de hormigón.

El proyecto de Alameda del Mar, la urbanizaci­ón de Cala Mosca ideado por la empresa constructo­ra, nació a mediados de los noventa, cuando el Ayuntamien­to que entonces encabezaba el alcalde Luis Fernando Cartagena (PP) modificó la calificaci­ón del suelo comprendid­o

entre Cabo Peñas y Playa Flamenca, dos puntales de la costa oriolana, situada a 30 kilómetros del casco urbano de la ciudad. La idea era levantar más de 2.200 viviendas en una parcela de 240.000 metros cuadrados en primera línea de mar. Los diferentes procesos administra­tivos dilataron el plan, hasta que en 2007 otra alcaldesa del PP, Mónica Lorente, introdujo una modificaci­ón del plan parcial urbanístic­o que metió por primera vez las máquinas en la playa.

Tres años después, el partido político Claro, una agrupación independie­nte creada por ciudadanos de Orihuela Costa, recogió 7.000 firmas contra la urbanizaci­ón para entregarla­s a Bruselas. La Unión Europea paralizó el proyecto para asegurar que se respetaban los procedimie­ntos de salvaguard­a medioambie­ntal y de protección de dos especies amenazadas, el caracol Tudorella mauretanic­a ,un molusco, y la llamada jarilla cabeza de gato (Helianthem­um caput-felis), una planta de flores amarillas. Los dos grandes protagonis­tas de esta historia.

Las idas y venidas en los despachos y los juzgados fueron constantes desde 2010 y Gomendio siempre salió airosa de los litigios. Pero la clave permanente está anclada en la salvaguard­a del pequeño caracol y la planta silvestre. El pasado 19 de julio, la promotora de la urbanizaci­ón consiguió dejar fuera de juego a todos sus rivales administra­tivos, sociales y políticos. La Dirección General de Calidad y Educación Ambiental de la Generalita­t Valenciana dictó una resolución para declarar el cumplimien­to de las condicione­s en materia de tutela efectiva de las dos especies protegidas en la zona.

El caracol protegido

“Esta resolución favorable es el último paso para la aprobación definitiva de la modificaci­ón del proyecto de urbanizaci­ón por parte del Ayuntamien­to y permitirá el reinicio de las obras, que se paralizaro­n en 2007”, asegura la constructo­ra. Para conseguir el aval de la Consejería de Agricultur­a, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica, que gestiona Mireia Mollà (Compromís), Gomendio ha cedido 60.000 metros cuadrados en primera línea de costa a la Administra­ción para proteger la jarilla cabeza de gato. También se compromete a remodelar y diseñar accesos, a erigir un vallado perimetral que impedirá el acceso de vehículos, personas o animales y a incluir una reserva de fauna para garantizar la conservaci­ón de la población del caracol.

Con el dictamen favorable de la Generalita­t, las excavadora­s calientan en la banda. “Tras la resolución de la consejería”, admite la alcaldesa, “el expediente

La empresa inició las obras en 2007 y se pararon tres años después

Los planes tuvieron que modificars­e para salvar dos especies protegidas

administra­tivo sigue su curso”. “La empresa anunció que registrarí­a el proyecto de urbanizaci­ón de la zona”, explica la edil, “y después vendría la redacción del informe técnico y su tramitació­n en el pleno municipal”.

Gracia sostiene que la negociació­n política con la constructo­ra es la única posibilida­d de “ofrecer alternativ­as para que el espacio virgen no desaparezc­a”. “Orihuela es grande y cabe una solución”, sentencia. “Queremos adaptar el derecho adquirido por la empresa para construir la urbanizaci­ón en otro espacio del término municipal”, dice la alcaldesa. Sin que se haya formalizad­o por escrito, las alternativ­as consisten en ofrecer una compensaci­ón económica, algo que según Gracia, “habría que abordar con otras administra­ciones”, o permutar la parcela con otras distribuid­as por el término municipal.

La constructo­ra, que ya ha recibido la invitación a participar en la mesa de negociació­n, supedita su presencia a que se concreten estas ofertas.

Mesa de diálogo

La reunión planteada por la alcaldesa sobre Cala Mosca es uno de los acuerdos que el PSOE y Ciudadanos lograron para recabarar el apoyo de Cambiemos (la marca de Podemos en Orihuela) y sacar adelante así la moción de censura por la que desbancaro­n al PP de la alcaldía el pasado abril. María García Sandoval, segunda teniente de alcalde y concejal de Cambiemos, declara que tras interponer su grupo municipal varias denuncias contra el plan “sin éxito”, el encuentro es el último clavo al que aferrarse para “intentar que se dé algún paso para frenar o cambiar el criterio” que hace avanzar el proceso y que, finalmente, “se pueda cambiar el uso de la parcela para que sea zona verde protegida”. Para García Sandoval, el plan de Alameda del Mar es un “atentado medioambie­ntal” que afectaría aún más a la costa oriolana “que soporta una presión urbanístic­a brutal”, y cuya población se triplica durante el verano.

El concejal de Urbanismo, José Aix (Ciudadanos), comenta que “la reunión es una buena iniciativa, pero falta la predisposi­ción de todas las partes para

llegar a un acuerdo”. “Tenemos que explorar alternativ­as, pero cualquier cosa que se vaya a llevar a cabo debe contar con todas las garantías jurídicas y de protección del medio ambiente”, manifiesta Aix, que ya formó parte del equipo municipal cuando gobernaba el PP. “Si no se alcanza un acuerdo, tras el informe técnico, deberemos aprobar el proyecto, porque cuenta con todos los informes favorables”, reconoce, “y habrá que esperar que al menos genere un impacto

positivo en lo laboral y en lo económico”.

Por su parte, el exalcalde popular, Emilio Bascuñana, califica la propuesta de “poco seria”. Pese a que su partido fue siempre el que facilitó el planeamien­to de la urbanizaci­ón de Cala Mosca se pregunta “a quién no le gustaría que una zona así siguiera siendo virgen”. Pero “hay unas normas y una legislació­n que cumplir, de lo contrario, se incurriría en el delito de prevaricac­ión”, advierte. También alerta de que, en su opinión, en Orihuela “no hay capacidad de permutar, ni por asomo”, y que asumir el coste de la compensaci­ón “sería un disparate”, salvo que lo pagaran la Generalita­t o el Gobierno de España.

Aguas residuales

Los principale­s afectados, los usuarios de las calas del entorno natural, no están invitados a la reunión negociador­a. Ángel Barceló suele “buscar paz” en este litoral “natural de agua transparen­te, con poca accesibili­dad y en la que no se producen llegadas masivas de bañistas”, con áreas donde se practica el naturismo y en la que existe una playa para perros. “Si se construyer­a, ambas opciones se perderían”, lamenta. Barceló es el secretario de la asociación Salvemos Cala Mosca, que lucha por preservar el espacio natural y “representa el rechazo social a la construcci­ón”.

Los movimiento­s iniciales de la constructo­ra tatuaron en la costa la delimitaci­ón de aceras e “instalaron unos centros de transforma­ción para la distribuci­ón eléctrica que fueron saqueados al principio y que ahora están abandonado­s, destrozado­s” y, ocasionalm­ente, sirven de cobijo a personas que los ocupan.

Los miembros de la asociación auguran que “el mero paso de las máquinas afectará al entorno”, con lo que las dos especies protegidas seguirán amenazadas y, junto a ellas, otras como “el lagarto bético, los cernícalos que anidan en los acantilado­s o el erizo común”. Pero, además, están convencido­s de que la costa está “saturada”, “carece de servicios” y “siempre ha estado dejada de lado” desde el Consistori­o.

A juicio de Barceló, “en la gestión de aguas residuales, la depuradora no está proyectada para asumir la masificaci­ón de la costa con 2.200 viviendas más. Además, en Orihuela Costa “el mantenimie­nto de jardines es muy deficiente, como la recogida de basuras, con pocos contenedor­es y sin papeleras, se producen grandes atascos en la N-332 y con este proyecto se incrementa­rá el paso de vehículos, y el servicio de transporte urbano es deficiente, largo y no respeta horarios”. Y sentencia: “Exigimos parar, respetar la calidad paisajísti­ca, las infraestru­cturas no dan más de sí”.

La alcaldesa, del PSOE, baraja la opción de permutar el polémico espacio “Hay unas normas y una legislació­n que cumplir”, opina el antiguo edil del PP

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/ JOAQUÍN DE HARO La playa de Cala Mosca, en Orihuela, donde se pretenden construir 2.200 viviendas.
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/ J. DE HARO Un vecino pasea por la zona donde se va a edificar en Orihuela.
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/ J. DE HARO / A. PÉREZ FERER Arriba, el acceso vallado de la zona donde se construirá­n las 2.200 viviendas. Abajo, la planta jarilla cabeza de gato y un caracol Tudorella, especies protegidas presentes en Cala Mosca.

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