El Pais (1a Edicion) (ABC)

“Soy mi mejor anuncio”

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LUZ SÁNCHEZ-MELLADO Todo es bueno y bonito, que no barato, en la sede de Tacha Beauty en una de las zonas más exclusivas de Madrid. Pero eso no es problema para su clientela. Un martes a mediodía, una señora estupendís­ima, recién atendida por una “terapeuta”, se topa con la jefa de todo esto, que llega producida de pies a cabeza para esta entrevista. “Aquí me tienes, entregada a la causa”, le suelta la clienta a la dueña. Natalia de la Vega replica, solícita: “Esta es tu casa”.

Más que clientas, tiene adeptas. ¿Las tiene cogidas por los pelos o por las agujas del bótox?

Ja, ja. Bueno, digamos que la gravedad es una aliada magnífica del negocio, pero el pelo también se estropea. Hoy puedes hacer de todo para estar lo mejor posible, menos doblegar el tiempo.

¿Es usted su propia cobaya? Yo lo pruebo todo, menos lo que veo artificial. No me puse jamás silicona en la cara, por ejemplo. Tengo 59 años, soy bajita, tengo mis volúmenes, y no pretendo aparentar 25 ni parecer clónica de nadie. Lo que intento es dar la mejor versión de mí misma a cada edad. Por eso, y no por ego, creo que soy mi mejor anuncio.

Usted no tenía nada que ver con el gremio antes de meterse.

No. Trabajaba en seguros, tenía dos hijos. Pero, hace 28 años, falleció de muerte súbita Gonzalo, el pequeño, de nueve meses y medio, y nos quedamos rotos. Decidí hacer algo. Fui al ginecólogo a que me quitara el DIU. Si no, no iba a ser madre nunca más por miedo. A los nueve meses y cuatro días nació mi hija Tacha, y abrí un centro de belleza integral con su nombre. Ahí empezó todo. Fue la forma de no volverme loca. Ha llovido desde entonces. Antes, la belleza, se limitaba a taparte las canas, depilarte y darte masajes antes de acudir a la cirugía. Desde entonces, hay muchas cosas que se pueden hacer

antes de operarse. Pero el auténtico boom han sido los selfis. Antes, nos hacíamos fotos contadas. Ahora, no paramos de hacérnosla­s, publicarla­s y compararno­s. Los móviles han disparado el negocio.

Dice que la verdadera belleza es invisible, pero sus clientas se dejan un pastón para que se vea.

Sí, pero si no estás bien contigo y tienes salud, no tienes nada.

Ve sin filtros a alguna de las mujeres más bellas de España. ¿Cómo llevan hacerse mayores?

Hay una diferencia abismal entre quien vive de su imagen, que tiene que estar perfecta, y quien no, que se puede permitir otras cosas. Tienes que aceptar que el tiempo va pasando. Pero no deja de ser doloroso. Y más cuando las pantallas tienen una definición implacable, que saca hasta el último poro. He visto a mujeres guapísimas llorar por la lozanía perdida. Pero siempre se puede hacer algo. Hay presentado­ras y actrices maduras espectacul­ares.

Pero eso cuesta. ¿El ideal de belleza, y de vejez, va a acabar siendo una cuestión de clase?

Que cuidarse no es gratis y que los tratamient­os son caros es incuestion­able. Nosotros, además, cubrimos un segmento alto, igual que hay hoteles de dos y de cinco estrellas. Ofrecemos lo mejor. Vivo muy bien, pero no estoy forrada. Y doy trabajo a 80 personas. Hay otras opciones y, ahora, también mucha informació­n y trucos en internet. Todos podemos hacer por mejorarnos.

Ahora va y me dice que no se nota cuando alguien se toca.

Para nada, para mí, las personas más atractivas no son siempre las más guapas. Eso no quiere decir que mire una cara y no sepa, exactament­e, qué se ha hecho. Me río cuando algunas dicen que lo suyo es genética. En otros países tienen normalizad­os los retoques. Aquí aún son tabú.

¿Qué tiene una cabina de belleza para soltar las lenguas?

Se crea tal complicida­d que los clientes te cuentan cosas que no le cuentan a nadie. Mi silencio es sagrado y mis empleados tienen contrato de confidenci­alidad desde Maribel. Maribel Verdú fue mi hada madrina. Un día se presentó sin avisar en mi primer local y, desde entonces, somos íntimas. ¿Ves? Maribel está bellísima sin querer parecer lo que no es.

Creó su marca para superar el duelo por su bebé ¿Lo logró?

Lo recuerdo cada día. Cuando Gonzalo murió, en el funeral, el cura dijo que era un angelito que volvía al cielo. Lo maldije y me fui. Mi negocio ha sido mi camino de superación. Por eso relativizo. Lo peor ya me pasó.

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BERNARDO PÉREZ Natalia de la Vega, el martes en Madrid.

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