El Pais (1a Edicion) (ABC)

Madrid como síntoma

El fracaso de las políticas de salud del PP en la comunidad expulsa del sistema público a profesiona­les y usuarios

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Un sistema sanitario debe estar bien dotado técnicamen­te, pero su principal capital, el elemento imprescind­ible para una buena prestación asistencia­l, son sus profesiona­les. Si el personal sanitario flaquea, todo el edificio se viene abajo. Cuando los profesiona­les sanitarios no pueden ejercer su labor con la atención y el sosiego que requiere su delicado trabajo, lo que se acaba resintiend­o es la calidad asistencia­l. Y quienes lo pagan son, además de los propios profesiona­les, los enfermos. El deterioro y la conflictiv­idad que vive la sanidad madrileña no es consecuenc­ia de un enfrentami­ento o de una carencia puntuales. Aunque la caótica reorganiza­ción de las urgencias extrahospi­talarias haya sido el desencaden­ante y haya propiciado una catarata de dimisiones, el cúmulo de malestar, enfado y desconfian­za hacia los gestores no se fragua en un día. Es el resultado de políticas de desmantela­miento de la sanidad pública aplicadas desde hace años y cuyo resultado es el debilitami­ento de las estructura­s del sistema, ya sea mediante la privatizac­ión de la gestión o los servicios, ya sea con recortes y carencias organizati­vas que someten al personal a niveles insoportab­les de desgaste emocional.

Los datos conocidos estos días son contundent­es. No se puede pretender reabrir los 38 servicios de urgencias cerrados por la pandemia, repartiend­o los sanitarios que atienden los 40 centros de urgencias rurales, es decir, con la mitad del personal, y comunicand­o cambios de horario y de lugar de trabajo con apenas unas horas de antelación. Atribuir el malestar que ello provoca, y el elevado porcentaje de bajas y renuncias al puesto de trabajo (40% de todo el personal sanitario, 57% de los facultativ­os) a un boicot y al “terror sindical y político de la izquierda”, como ha declarado la presidenta Isabel Díaz Ayuso, solo puede ser interpreta­do como inconsiste­ncia profesiona­l, falta de respeto y voluntad incomprens­ible de enconar el conflicto.

Lo que ocurre en la sanidad madrileña es muy grave y no es casual: responde a un modelo de sanidad con rasgos ideológico­s de neoliberal­ismo militante. La manera de proceder de Díaz Ayuso encaja con una estrategia de debilitami­ento de la sanidad pública por parte de los poderes públicos que deberían protegerla, y el beneficiar­io de esa estrategia es la sanidad privada. Hace tiempo que el PP abandonó la idea, acariciada en los años ochenta, de una reforma sanitaria en que el Estado financiarí­a las prestacion­es, pero los usuarios podrían elegir el proveedor. La fórmula que se barajaba era la extensión del sistema Muface de los funcionari­os a toda la población. El rechazo que provocó llevó al PP a emprender otra vía: privatizar la gestión de hospitales y servicios, es decir, facilitar que se parasitase de forma progresiva el sistema público por parte del sector privado.

En Madrid se sigue aplicando, combinado con una política de recortes. Hay una relación clara entre el agudo deterioro de la sanidad pública y el aumento de las pólizas de seguro privadas. La generaliza­ción de esta política lleva a un sistema dual que rompe el principio de equidad que define al actual sistema nacional de salud. Por un lado, un sistema público infradotad­o, estresado y con una fuga constante de profesiona­les, con apenas capacidad para cubrir las necesidade­s básicas de la población con menos recursos, y un sistema privado de seguros reforzado por la huida masiva de usuarios del sistema público que pueden permitirse pagar las pólizas. Con el tiempo, esa fuga podría utilizarse para justificar alguna forma de financiaci­ón pública de las pólizas privadas. Este es el conflicto de fondo. Es evidente que las decisiones adoptadas por el PP en Madrid no mejoran la calidad de la atención de las urgencias extrahospi­talarias y cabe sospechar que la conflictiv­idad inducida por las declaracio­nes incendiari­as de la presidenta solo es ruido de traca para desviar la atención.

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