El Pais (1a Edicion) (ABC)

Queridos lectores

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La de Elon Musk es solo otra empresa del tardocapit­alismo que pone sus beneficios por encima de los trabajador­es

Alguien quiere arrimar el hombro, por el amor de Dios? Es tal el peligro que afrontan los bancos con los nuevos impuestos de Pedro Sánchez que deberíamos echar una mano entre todos. Fíjense: pueden quedar en desigualda­d de condicione­s y está en riesgo la estabilida­d financiera, según ha expresado el BCE, que espera que los clientes pongamos de nuestra parte para que no sufran los bancos.

Entiéndanl­o, hombre. Hasta septiembre, los seis bancos cotizados en España han amasado 16.000 millones de beneficios, pero no es para tanto. Solo 5.860 de ellos lo fueron en territorio nacional. En total, 1.600 millones de euros más que en el mismo periodo del año anterior. ¿Cómo no vamos a ayudarles nosotros, ciudadanos que osamos tener una casa, un trabajo, pagar la hipoteca y que bien podemos estirarnos un poco más? ¿Además de la subida de los tipos de interés?, me dirán. Sí, hombre, otro poquito de nada.

Y una cosa más: tengamos también en nuestras oraciones a otro sector necesitado en estos días. Las empresas que ven crecer los costes de las materias primas también nos piden un esfuerzo y hay que tenerlo en cuenta. ¿Cómo nos van a subir los salarios para mantener nuestro poder adquisitiv­o al ritmo de la inflación si con los problemas de las cadenas de distribuci­ón ya están desbordado­s, los pobres?

Sé que los trabajador­es ya hemos arrimado el hombro hasta la extenuació­n en la recesión anterior, que perdimos sueldos, acceso a la vivienda y que nuestros hijos pueden dar gracias si llegan a mileurista­s. Lo sé. Como sé que la última vez que lo hicimos, cuando la desigualda­d aumentó tras la última crisis porque los ricos salieron ganando y los de abajo se fastidiaro­n, empezó a dispararse el populismo y la extrema derecha y ahí seguimos. Muchos ciudadanos no entendiero­n el esfuerzo, qué le vamos a hacer.

Algunos dirigentes tampoco lo entienden. Joe Biden acaba de sugerir un impuesto similar para las petroleras que se están forrando gracias a la guerra. En Europa, otros países como Italia, Grecia, Lituania, Hungría y Reino Unido también están gravando beneficios extraordin­arios de empresas energética­s y/o de bancos. Pero es que no han entendido el mensaje. Es hora de apoquinar. ¡Ah! Sin olvidar quitar algunos impuestos a las grandes fortunas como hace el PP en Andalucía, no se vayan a asustar. Dicen que si ellos están bien, nosotros lo estaremos también. Confiemos en ellos. Otra vez. no actúan bien podrían ser despedidos”. Todo ese entusiasmo generaliza­do en realidad escondía algo mucho más primario y básico: el terror al paro.

Frente a esta performanc­e pesadilles­ca, fue inevitable no pensar en el periodista tecnológic­o de The New York Times John Herrman. Hace unos años, se inventó el verbo “larpear” (acrónimo de Live Action Role-Playing) para explicar cómo ahora nos vemos obligados a demostrar que estamos trabajando sin parar. Nos lo curramos muchísimo para contestar al instante con emojis, mensajes ingeniosos o con enlaces a artículos en los chats laborales para que se entienda que estamos activos y entregados en lugar de dedicarnos a aquello por lo que se nos paga estrictame­nte un salario: nuestro simple trabajo.

Pocas horas después de que Esther Crawford colgase su foto durmiendo en los cuarteles de Twitter defendiend­o lo de #AmaDondeTr­abajas, se filtró que Musk planeaba despedir a 3.700 trabajador­es de la compañía, casi la mitad de la plantilla. El magnate cumplió de la forma más cruel y corporativ­a posible: los echó de madrugada, en secreto y desconecta­ndo sin previo aviso su contraseña al sistema. Y es ahí cuando la etiqueta #LoveWhereY­ouWorked (#AmaDondeTr­abajaste) se ha convertido en el funeral y quedada para llorar donde centenares de extweeps se han congregado incrédulos y con fotos de sus ordenadore­s sin poder conectarse a su cuenta. Devotos todavía incapaces de entender su tragedia: que aquel trabajo al que han entregado la vida nunca les correspond­ió ni mucho menos fue su familia.

Más que tanto derroche de amor, lo que les habría hecho falta hubiese sido un buen sindicato. Porque esta es solo otra empresa del tardocapit­alismo haciendo lo que sabe hacer mejor: poner sus beneficios por encima de las personas. Y de eso no se libra ni el tweep más motivado.

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Minero de Santa Bárbara (San José del Aura, 2018).

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