Cura de cárcel y de barrio y presunto traficante
El padre Javier se declaró consumidor y guardaba en Albacete grandes cantidades de drogas de diseño El sacerdote, que reconoce su adicción, está en libertad provisional
La detención del padre Javier el pasado 21 de octubre por narcotráfico sorprendió a mucha gente en Albacete. “No nos lo esperábamos. Era un hombre muy responsable, muy abierto con la gente y muy cercano con los más pobres”, dice Francisca Debón, presidenta de la Asociación de Vecinos del barrio de La Estrella. Allí, además de ejercer como sacerdote, era el capellán de la prisión de Albacete. Según fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, se le acusa de un delito contra la salud pública por tráfico de drogas. Fuentes policiales explican que presuntamente traficaba con drogas de diseño como Alfa, MF (mefedrona), GHB (éxtasis líquido) y popper, unas drogas de las que los agentes intervinieron “cantidades importantes”. Además, el sacerdote “ha reconocido su adicción, por lo que va a ingresar en un centro especializado”, rezaba el comunicado enviado por la diócesis albaceteña. El religioso está en libertad provisional.
El clérigo había sido nombrado en agosto capellán de la prisión de Albacete. Antes, había sido capellán del hospital de esta ciudad. Varios trabajadores de La Torrecica, como se conoce al penal en Albacete, cuentan que el padre Javier ya había estado vinculado a la cárcel en una anterior etapa ofreciendo asistencia a los reclusos, aunque no como capellán. Sin embargo, era tal el grado de reconocimiento y de respeto del que gozaba, que dentro del centro penitenciario hay un paseo que lleva su nombre.
Fuentes policiales explican que la detención se produjo fuera de las instalaciones de La Torrecica, un extremo que coincide con la versión dada a este periódico por Instituciones Penitenciarias, que prefiere no hacer más comentarios al tratarse de una persona ajena a este organismo. También sostiene que no hay constancia de que este eclesiástico haya traficado con drogas en la cárcel. Un agente aclara que las cantidades de droga incautadas no eran habituales para un consumidor, por lo que la posterior imputación fue por tráfico de drogas. Agrega que no parece que el hombre liderase una organización dedicada al tráfico, sino que compraba narcóticos en grandes cantidades y después vendía parte de los estupefacientes. Así, el consumo era más económico para el cura.
El religioso, de origen canario, se había labrado una buena imagen durante su primera etapa en Albacete, entre 2004 y 2011. El barrio donde era párroco, conocido popularmente como El Cerrico y donde viven apenas un millar de personas, presenta una de las rentas medias más bajas de la ciudad, de apenas 4.768,13 euros per capita, según el dato del INE de 2020. Esto es cuatro veces menos que el barrio que con mayor renta per capita de la ciudad. Junto con el vecino barrio de La Milagrosa son dos de las zonas más deprimidas de Albacete.
El clérigo se marchó de la ciudad en 2011. La Comunidad de los Padres Paúles, a la que pertenece, lo trasladó al norte de España y volvió el pasado verano. Regresó como capellán de la prisión y también como sacerdote in solidum (junto con otros curas) de las parroquias de San Vicente de Paúl y de Nuestra Señora de la Estrella. Para algunos, el padre Javier había cambiado. Lo notaban raro, probablemente menos comunicativo que en años anteriores.
La Iglesia apenas se ha pronunciado sobre los hechos. El vicario de la Diócesis de Albacete, Julián Ros, se remite al comunicado enviado por la diócesis donde “lamentan y se sienten cercanos al dolor que este hecho provoca en tantas personas”. La Comunidad de Padres Paúles se remite a las explicaciones del obispado.