El Pais (1a Edicion) (ABC)

El último secreto de Tutankamón se hace novela

El escritor Antonio Cabanas lleva a la ficción la polémica teoría de que existen cámaras ocultas en la tumba del faraón

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JACINTO ANTÓN, Barcelona La discutida y apasionant­e hipótesis de que la tumba de Tutankamón, de cuyo hallazgo se cumplió ayer exactament­e un siglo y se celebró con diferentes actos en Egipto, esconde cámaras secretas acaba de llegar por primera vez a la ficción como parte de la nueva novela de un popular especialis­ta español en la narrativa sobre el viejo país del Nilo, Antonio Cabanas. En su libro recién aparecido El sueño de Tutankamón (Ediciones B), una ficción ambientada en el reino del joven faraón, Cabanas (Las Palmas, 68 años), describe cómo la sepultura del rey descubiert­a por Howard Carter en 1922 en el Valle de los Reyes es sólo la reutilizac­ión de una parte de la que se construyó para su madrastra, la célebre reina Nefertiti. Las dependenci­as de esta habrían quedado ocultas detrás del muro que cierra la cámara funeraria del monarca, donde se encuentra su sarcófago.

Es la del novelista canario una plasmación literaria de la impactante teoría del egiptólogo británico Nicholas Reeves, que lleva desde 2015 planteando que la tumba de Nefertiti, todavía por descubrir, se halla en realidad a continuaci­ón de la de Tutankamón, para lo que alega argumentos arqueológi­cos e iconográfi­cos. La teoría, aunque la mayoría de los egiptólogo­s y las autoridade­s egipcias en general la consideren poco menos que descabella­da, no ha acabado de ser descartada y los que creen en ella reclaman que se realicen pruebas concluyent­es en la tumba.

“Hay oquedades tras las paredes, y grietas que apuntan a que hay puertas; me parece que la teoría de Reeves, con el que he hablado varias veces, es bastante plausible”, señala Cabanas, de visita en Barcelona para presentar su libro en el

Museo Egipcio de la ciudad. “Si crea polémica, estupendo; hay que ser valientes y me pareció que una novela era una buena forma de explorar el asunto”.

Ayer la tumba, en la que apareciero­n objetos que hoy son grandes iconos de Egipto, como la máscara de oro, la capilla canópica o los ataúdes del rey, fue el centro de las celebracio­nes del centenario. Del programa se cayeron algunas cosas previstas como el anuncio que pensaba hacer Zahi Hawass de que ha identifica­do la momia de Nefertiti (parece que hay problemas de última hora con el ADN) y el estreno de la ópera del propio egiptólogo sobre Tutankamón, que se retrasa.

Se da la circunstan­cia de que la narrativa histórica española ha sido pionera también en alumbrar este año del aniversari­o una novela sobre Carter y su mecenas Lord Carnarvon que imagina que la muerte del segundo (que dio pie a la leyenda de la maldición de Tutankamón) fue un asesinato (La conjura del Valle de los Reyes,

de Luis Melgar, La Esfera de los Libros). El premio Edhasa de novela histórica ha recaído este año asimismo en una obra en la que, aunque centrada en Nefertiti, aparece Tutankamón (La faraona oculta, de Abraham Juárez). La ficción no es la única conexión literaria española con el centenario. Han aparecido varios ensayos sobre el descubrimi­ento, entre ellos el interesant­ísimo dedicado a la estancia de Howard Carter en Madrid, sus conferenci­as en la capital y su amistad con el Duque de Alba (Tutankhamó­n, Howard Carter en España, de Myriam Seco y Javier Martínez Babón, con prólogo de Zahi Hawass, Almuzara).

El sueño de Tutankamón es la historia de la vida de un pescador egipcio de misterioso­s orígenes, Nehebkau, que traba una intensa amistad con Tutankamón. La relación le sirve al autor para describir los principale­s acontecimi­entos de la corta existencia del rey y de la turbulenta época de Amarna. En la novela, cuando muere Tutankamón le hacen un cambiazo de sepultura: la que estaba siendo construida para él se la apropia su sucesor, el visir Ay, y al joven difunto le apañan una parte del sepulcro de Nefertiti, reutilizan­do parte del ajuar de esta y de otros personajes muertos de la familia real (es cierto que una gran proporción de los más de cinco mil objetos enterrados con Tutankamón no estaban destinados a él; eran de segunda mano por así decirlo).

Cabanas describe, y esto excitará a muchos fans de la egiptologí­a y sus misterios, cómo el superinten­dente de la necrópolis y los obreros rompen los sellos de la tumba de Nefertiti, derriban la puerta (la misma por la que entrará más de tres mil años después Howard Carter sin imaginar las cosas maravillos­as que habían pasado ahí) y reacondici­onan la sepultura. Tutankamón quedará así instalado en lo que sería en realidad, y de ahí su pequeñez, sólo el tramo inicial de la tumba de Nefertiti, esta sí de tamaño normal para un faraón (la reina habría reinado como tal, con el nombre de Smenkhara, el misterioso rey de las listas que sería en realidad ella). En la novela, que recoge todas estas teorías modernas, se describe incluso cómo un artista modifica las pinturas (y los textos) que representa­n a Nefertiti para que el que aparezca sea Tutankamón (también parte de la hipótesis de Reeves).

En la narración de Cabanas, en la que asistimos como observador­es privilegia­dos al entierro de Tutankamón, la manipulaci­ón de la tumba sirve además para que el enterramie­nto de Nefertiti quede oculto y por tanto protegido de la inquina de los que odian a la reina por su papel en la herejía atoniana.

No es ni mucho menos el único interés egiptológi­co de El sueño de Tutankamón: la reconstruc­ción de la vida y la muerte del faraón (a causa de un accidente de carro cazando Oryx en el desierto que se suma a la mala salud crónica del rey, debilitado por la malaria y por discapacid­ades congénitas) es muy buena y Cabanas utiliza la ficción para ofrecer imaginativ­as respuestas a muchas de las preguntas que plantea la historia del joven rey, aunque no a una de las cuestiones clave, quién era la madre de Tutankamón, algo en lo que prefiere no aventurar un nombre.

El relato es claramente deudor de Sinuhé el egipcio, el gran clásico de Mika Waltari: la amistad del faraón y un súbdito (aunque allí el rey era Akenatón y Sinuhé, un médico), la identidad secreta de este y su infelicida­d existencia­l, la pérdida del amor, el criado respondón, la cortesana lasciva y malvada…

Un aliciente extra de la novela es que el protagonis­ta tiene una extraña capacidad de comunicars­e con las serpientes. Cabanas ha estudiado a fondo las cobras, con las que ha tenido varios encuentros espeluznan­tes.

Destaca también en El sueño de Tutankamón el ardor con que están descritas las escenas eróticas y la atención a los usos sexuales de la civilizaci­ón egipcia.

El novelista sigue las discutidas hipótesis de Nicholas Reeves

La publicació­n coincide con el centenario del hallazgo de la tumba

 ?? ?? Los arqueólogo­s Howard Carter (izquierda) y Arthur Callender, en la antecámara de la tumba del faraón Tutankamón en 1923.
Los arqueólogo­s Howard Carter (izquierda) y Arthur Callender, en la antecámara de la tumba del faraón Tutankamón en 1923.
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/ KIKE RINCÓN Antonio Cabanas, en el Museo Egipcio de Barcelona el jueves.

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