El cine LGTBI sigue estando en minoría
El fracaso de ‘Bros’, comedia romántica gay producida por Hollywood, subraya las dificultades de los filmes de este género
El creador de ‘Merlí’ quería que su serie gustara a “un público amplio”
Bros se parece mucho a una película de Meg Ryan. Solo que, en lugar de conocerse en una bonita librería de Manhattan o en lo más alto del Empire State al filo de la medianoche, sus protagonistas se encuentran en un club nocturno lleno de cuerpos musculosos durante la presentación de The Zellweger, una aplicación de citas en la que los usuarios hablan de actrices famosas y otras divas gays antes de irse al catre. Si la broma no le ha hecho gracia, forma parte de la inmensa mayoría de espectadores que consideraron que esta comedia romántica, la primera de temática homosexual producida por un estudio de Hollywood, no era para ellos.
La película se estrenó hace un mes en EE UU con buenas críticas y después de una enfática campaña promocional que subrayaba su carácter histórico. “Es un momento monumental”, llegó a decir su protagonista y guionista, Billy Eichner. El problema fue que el público no acudió a la cita. Su primer fin de semana en taquilla fue calamitoso. Cinco semanas después, se ha quedado por debajo de los 12 millones, la mitad de lo que costó. Sin contar unos 30 millones en promoción, cifra que indica lo mucho que Universal apostaba por Bros. En España no le ha ido mejor. Estrenada el viernes 28 de octubre, recaudó solo 34.000 euros durante el fin de semana, pese a poder verse en casi 200 cines. Quedó en 16ª posición, con el peor promedio por sala de la clasificación.
¿A quién hay que culpar del fracaso? Eichner no tiene ninguna duda. “Incluso con críticas entusiastas y excelentes puntuaciones en Rotten Tomatoes, los heterosexuales, especialmente en ciertas partes del país, no han ido a verla”, dijo en Twitter, instando a hacerlo a todo aquel que no fuera “un bicho raro homófobo”. El director Nicholas Stoller le secundó: “Los gais son los únicos que han visto la película”. La paradoja es que Bros es un producto diseñado para gustar a un público mayoritario. Producida por un pope del género como Judd Apatow, es una copia literal de los modelos heteronormativos y está cortada con el patrón dramatúrgico de las comedias románticas de siempre.
Lo mismo sucedía en otros productos recientes como Fire Island (Disney+), sobre unos amigos de vacaciones en ese destino de turismo gay, o Desparejado (Netflix), la serie protagonizada por un gay recién separado que descubre las lindezas de la soltería a los 40. Ambas siguen la misma estrategia que el caballo de Troya: usar
Las plataformas ponen interés en cuidar sus microaudiencias
recetas familiares para no alienar al público y luego adulterarlas con temas LGBTI. Fire Island no deja de ser un cruce de Orgullo y prejuicio y Supersalidos, solo que con escenas ambientadas en un cuarto oscuro y chistes sobre la PrEP (medicamento que previene la infección por VIH), y Desparejado es un calco gay de Sexo en Nueva York. Tres meses después de su estreno, no tiene asegurada una segunda temporada.
Pese a los innegables avances sociales y a la voluntad exhibida por una industria que aspira a contar historias más diversas que en el pasado, ¿sigue siendo lo LGTBI un estigma comercial? Los directores españoles de películas y series LGBTI sospechan que sí. “Se sigue considerando que hacemos productos de nicho. Es lo primero que dicen las plataformas y las cadenas. Lo que pasa es que ese nicho es cada vez más grande”, expresa Héctor Lozano, creador de la serie Merlí, que contaba con varios personajes LGTBI, encabezados por Pol y Bruno, dos
jóvenes que vivían una larga historia durante cuatro temporadas, lo que no frenó su éxito. “Era una serie gay pero heterofriendly. Los LGTBI estaban encajados en un mundo mayoritariamente heterosexual, como sucede en la vida real. Mi intención siempre fue gustar a un público amplio y no solo al gay”, expresa Lozano.
La celebración molesta
Tras varios cortos de tema lésbico, la joven Zaida Carmona debuta como directora en La amiga de mi amiga, comedia de enredo que se estrenará a comienzos de 2023. “Es una película underground, por su presupuesto ínfimo, pero también mainstream, porque es una comedia romántica. Quise que fuera una película muy bollera, una celebración de mi identidad, pero también que trascendiera el entorno LGBTI”, afirma Carmona. “Llevo toda la vida viendo relatos heterosexuales que yo, como lesbiana, consumo con normalidad. ¿Por qué no puede suceder lo contrario? Es importante generar referentes fuera de nuestro círculo”. Aunque sabe que solo algunas películas logran salir de él. Y no es casualidad que casi siempre sean historias trágicas, de Brokeback Mountain a Moonlight, pasando por la moda efímera de los dramas lésbicos de época, como Ammonite o Retrato de una mujer en llamas. “Nuestro relato siempre se construye desde lo dramático. Cuando una película habla de nosotros desde la celebración, parece que moleste”, sostiene.
Antes de triunfar con La trinchera infinita, Jose Mari Goenaga codirigió En 80 días, la historia de un amor lésbico en la tercera edad rodado en euskera. No era una película con gran potencial comercial, por lo que su temática no importó a ETB, que la financió. “Con otros inversores más poderosos sí hubiera sido un problema. Y, una vez terminada, hubo gente de nuestro entorno que nos hizo entender que no iría a verla”, recuerda. “A veces, los que hacemos cine vivimos en una burbuja”. Apunta también a los gustos y referentes distintos para cada grupo en un mercado cada vez más segmentado. “Mis socios, que son heterosexuales, no saben quién es RuPaul. Eso sucede incluso en nuestro entorno, hay cosas que no les suenan de nada. Por otra parte, los nuevos modelos de consumo pronuncian más esta fragmentación: el algoritmo te aconseja cosas parecidas a las que hayas visto antes”, dice Goenaga, que está en plena posproducción de una serie sobre Balenciaga, que abordará la homosexualidad del diseñador “de manera explícita”.
Nunca ha habido tanto contenido LGBTI al alcance de todos, como demuestran series como Heartstopper, It's a Sin o, en España, Veneno y Maricón perdido. Las plataformas se interesan en cuidar sus microaudiencias. Lozano se escuda en el optimismo: “Veo un futuro donde los hombres heterosexuales lograrán disfrutar con una historia gay”. Tal vez, en ese futuro, a Billy Eichner le vaya mejor.