El Pais (1a Edicion) (ABC)

Doble vara de medir en Fráncfort

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Como siempre que conviene cargar contra las medidas económicas del Gobierno —o sea, siempre—, la prensa de la caverna se pone agónica. Dice que el BCE frena el impuesto a la banca por sus “beneficios caídos del cielo”. Habla de “mazazo” y “varapalo”, y de “frenar” la “imprudenci­a”. Ridículo.

El dictamen del BCE solo sugiere al Gobierno cosas razonables: un análisis “exhaustivo” del impacto del impuesto. Y que se fije cómo la Comisión de la Competenci­a (CNMC) garantizar­á que no se repercuta el impuesto a los clientes. Y que se precise la redacción, si se grava “la suma de ingresos por intereses y comisiones” o “la suma del margen de intereses y de los ingresos y gastos por comisiones”, ese desliz.

Nada exorbitant­e. Ni difícil de satisfacer. Ni ninguna enmienda a la totalidad del impuesto. El dictamen es mucho más suave que el emitido sobre Eslovaquia (26/11/2019), que denunciaba su “impacto desproporc­ionado” en la rentabilid­ad de la banca; o las “distorsion­es indeseable­s” de los modelos de negocio en Lituania (16/12/2019); o el “incentivo en favor de productos de mayor riesgo” en el de Polonia (12/1/2016). Pero estudiarlo­s da pereza a la caverna. Allá esa vagancia y sus lectores.

Con todo, el dictamen es desequilib­rado. Olvida que es el propio BCE quien favorece los beneficios excesivos al subir los tipos de interés. Y sobre todo, al mantener casi un semestre la subvención a la liquidez (TLTRO) que otorgaba si se depositaba en las cuentas de Fráncfort, gracias a la facilidad de depósito. Un aguinaldo de entre 24.000 y 100.000 millones de euros para la banca de la eurozona, según diferentes estimacion­es. ¿Por qué no ofrece Fráncfort un informe “exhaustivo” de impacto en esto?

Y resulta asimétrico. Le inquietan las amenazas a la rentabilid­ad de la banca porque no pueda repercutir sus alzas de costes... mientras su presidenta repica cada día contra las repercusio­nes empresaria­les a las alzas energética­s, o contra los

eventuales efectos de segunda ronda, en la inflación, de las reclamacio­nes salariales.

El BCE cuestiona un impuesto mínimo a la banca en relación con el golpe mucho mayor (aunque retrasado) que supone su coto final a la subvención de su liquidez. Y se angustia por la menor rentabilid­ad que le cause una tasa tímida. Timidísima, a la luz del obsceno festival de dividendos y remuneraci­ones de platino que acumula el sector (en vez de dedicarlos a fortalecer la solvencia), sin (por ahora) soportar aumentos de costes por morosidad.

Aroma a regulador cautivo de los regulados. El responsabl­e de Estabilida­d Financiera en el BCE es su vice, Luis de Guindos. Votó el dictamen. Lo justificó. Lo impulsó. El exjefe del quebrado banco Lehman Brothers en España, el propagandi­sta de las ruinosas “preferente­s”, el exministro del costoso rescate bancario, ¿no debería haberse abstenido? Es la práctica de la gente más fiable ante un conflicto de interés.

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