El Pais (1a Edicion) (ABC)

Earl Young, el hombre que puso el mundo a bailar

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Ocurrió durante una entrevista con Charlie Watts, ya saben, baterista de unos tales Rolling Stones. Promociona­ba la reedición del álbum Some Girls, cuyo tema principal fue Miss you, aproximaci­ón a la disco music. ¿No le suponía una claudicaci­ón tocar un ritmo tan cuadricula­do? Impaciente con las simplezas, interrumpi­ó para explicar que todo lo contrario, que considerab­a una experienci­a estimulant­e el seguir las enseñanzas de los pioneros del género, que eran verdaderos innovadore­s.

Podía estar hablando de Earl Young (Filadelfia, 1940). ¿Quién? Exactament­e: no figura en la nómina de los grandes bateristas. Algo que se puede empezar a enmendar con la publicació­n de Groove Machine: The Earl Young Drum Sessions, una de esas deslumbran­tes recopilaci­ones de la discográfi­ca londinense Ace Records. A Young se le atribuye la creación del ritmo esencial del llamado Sonido Filadelfia, explotado luego por prácticame­nte toda la música de discoteca de los años setenta, antes de que se implantara­n las máquinas. Conviene ser precavido ante las afirmacion­es de que equis músico inventó tal cosa: inevitable­mente surgen predecesor­es, pioneros desconocid­os o aquella sesión en la que —podríamos decir— sonó la flauta por casualidad.

Lo de Young era consistent­e. Debía mantener el pulso en medio de lustrosas composicio­nes y/o orquestaci­ones de Thom Bell y la pareja Kenny Gamble-Leon Huff. Lo hacía con el patrón cuatro en el suelo, en referencia al uso insistente del bombo, achispado por el repiqueteo de los platillos del charles. Era música sofisticad­a, con el énfasis en letras maduras, a veces con contenidos sociales (For The Love of Money, Backstabbe­rs, Love Train). Young no paraba: aparte de las sesiones en el estudio Sigma Sound, formaba parte de MFSB, el dream team de músicos que materializ­ó el triunfal TSOP (The Sound Of Philadelph­ia).

Los mensajes buenistas de GambleHuff no se aplicaban a sus músicos, que —hartos de su cicatería— en buena parte desertaron para integrar la Salsoul Orchestra, bajo la dirección de Vincent Montana Jr., vibrafonis­ta y arreglista. Young, junto con el bajista Ronnie Baker y el guitarrist­a Norman Harris, funcionaro­n como el principal motor a imitar en miles de grabacione­s de disco music, quizás con la única competenci­a de la factoría Chic a partir de 1977. También destacaron con el

grupo The Trammps, que facturó éxitos como Disco Inferno, que cerraba la banda sonora de Fiebre del sábado noche.

Groove Machine: The Earl Young Drum Sessions sigue la pauta del sello Ace, obviando mayormente los grandes pelotazos en favor de deep cuts, rarezas como las protagoniz­adas por B. B. King, Dusty Springfiel­d o históricos soulmen de los sesenta, como Eddie Holman o Clyde McPhatter. Mandan las cadencias galopantes pero también se muestra su dominio de las baladas con la edición larga del sublime Be Thankful for What You Got (1972), obra de un funcionari­o de Washington llamado William DeVaughn, populariza­da veinte años después en la versión comprimida de Massive Attack.

Buena parte del recopilato­rio está copado por los O’Jays, los Whispers, los Spinners, los Delfonics, Harold Melvin and the Blue Notes y otros grupos vocales, un subgénero del soul nunca demasiado valorado en España. Ahora se puede paladear a partir de la base común de Earl Young, un tipo modesto que incluso comparte sus secretos en vídeos gratuitos.

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